lunes, 13 de marzo de 2023

VISITA DEL GRAL. SIMON BELLO, PRESIDENTE DE ARAGUA A TURMERO (1908) -NESTOR GERMAN RODRIGUEZ



 EDICION Y MONTAJE DE 
NESTOR GERMAN RODRIGUEZ


INDICE:

No.

Contenido

1

Introducción

2

Apuntes de las manifestaciones que recibió el Señor General Simón Bello,

3

Notas

4

Bibliografías

5

Derechos de autor

 A manera de prologo:

PALABRAS PRONUNCIADAS POR EL SEÑOR ARTURO SARCO VILLENA

Señor General Simón Bello, Presidente Constitucional del Estado Aragua.

Honrado en grado máximo al designarme para dirigiros la palabra en este solemne momento en que palpita la nota de nuestro partidarismo resuelto, sin reatos, y que se encuentran nuestros corazones pletóricos de entusiasmo y satisfacción íntima, os doy, en nombre de la autoridad, del pueblo y en el mío propio nuestra cordial bienvenida.

Mi voz, tal vez desautorizada por mi escaso numen para escalar las elevadas cumbres de la oratoria, habrá de producir no el eco de la elocuencia, sino la expresión sencilla pero sincera de un corazón regocijado.

El pueblo … que ve vinculado en vos, el credo y las glorias excelsas de la Gran Causa Liberal Restauradora y de su Ilustre Conductor; que cree, con la firmeza de sus convicciones, en las palabras pronunciadas por vos, en el acto de prestar juramento de ley ante la Asamblea Legislativa del Estado, la noche memorable del 31 de diciembre de 1907; que esperaba, con indefinible confianza en las promesas tan sublimes y liberales que hicisteis a vuestros gobernados en la brillante Alocución Inaugural de Enero del corriente año; que os ama y venera como a un tierno padre, se muestra orgulloso y satisfecho por tener hoy en su seno a uno de los infatigables Defensores de los fueros de la Ley, a uno de los más leales Tenientes del Héroe del 23 de mayo.

En las páginas de nuestra Historia Patria, encontramos una época de grandes heroicidades, de grandes sacrificios y de prácticas eminentemente salvadoras: La de la Independencia Suramericana, sucesos estos como bien lo sabemos, encabezados por el Gran Bolívar. Al invocar este nombre, permitidme que repita el luminoso pensamiento que en cierta ocasión brotó de los labios del ilustre Doctor Laureano Villanueva, a cerca de tan meritorio Varón: "Bolívar, no cabe en el molde de la humanidad; ocupa un puesto aparte entre los hombres y Dios". Y pasando con mirada observadora a los acontecimientos realizados por la Santa Causa de los Pueblos, nos encontramos con hechos de armas admirables, que fueron necesarios para desarraigar la tiranía y dictadura que se había introducido en nuestra joven República; en los dilatados campos de la Administración y de la Diplomacia, nos extasiamos al ver cómo se han solucionado tan difíciles problemas para la vida de Venezuela. ¿Y quién es ese Genio, 'que con gran dosis de patriotismo, valor y energías a la par que con su elevado criterio, creó esa Causa y la sustenta, restaurando a nuestro País tanto en la forma como en su fondo? Es Cipriano Castro, cuyo nombre se encuentra incrustado en el corazón de los venezolanos y pa ra quien tenemos una contraída inmensa deuda de gratitud.

Bolívar y Castro.

He aquí dos colosos, he aquí dos fanáticos. Bolívar por legarnos patria libre e independiente. Castro, por confirmar nuestra independencia: porque él ha situado a Venezuela donde se sitúan los pueblos altivos que mantienen en pie su dignidad y su decoro, porque él ha puesto todas sus energías, inspiradas en el más puro patriotismo á objeto de salvar nuestra integridad territorial, y porque lucha incansablemente por el progreso de Venezuela y nos procura el más alto grado de civilización. Castro es un sol que con sus irradiaciones ilumina hasta los cerebros más obtusos.

Señor General: Nosotros que vemos reflejarse en vos, todas las condiciones de un hombre nuevo y que como tal, estáis poniendo en práctica por medio de vuestros correctos procedimientos los bellos ideales proclamados en la tribuna y en la prensa por el Jefe vencedor jamás vencido; nosotros, que os contemplamos como a Cincinato, ' 'porque abandonasteis las faenas. del trabajo, para escalarlas gradas del Capitolio de Aragua" ; nosotros que sabemos que por Vuestras venas corre la sangre del que quiso emular a Leónidas en San Carlos del Zulia" y que abrigamos la esperanza de que vos haréis la felicidad de estos lugares, os manifestamos, con toda la sinceridad que caracteriza todos nuestros actos: que hoy, como ayer, mañana y siempre, seremos leales sostenedores de nuestras Instituciones democráticas, representadas en el Capitolio Federal, por el Benemérito General Cipriano Castro, Restaurador de Venezuela y en el de Aragua, por vos, Magistrado modelo.

Señor General: dignaos dispensar la sencillez y la humildad de la ofrenda que os presenta el pueblo, que ha venido atravesando una crisis económica hartamente lamentable, más, sí os garantizo, que lo poco que en este caso ha podido hacerse, lleva impreso con caracteres que el tiempo ni las circunstancias borrar pueden: el sello de la sinceridad y buena voluntad.

He terminado.

Arturo Sarco Villena

1.  1. Introducción

2.     Este escrito es un extracto del libro que gracias a la tecnología pude conseguir en las redes sociales. Es un personaje desconocido de los tantos presidentes o gobernadores de nuestro estado Aragua. Fue cuando el Presidente de Venezuela era Cipriano Castro.Sustituyo a Linares Alcàntara hijo en la Presidencia del Estado Aparecen mencionados personajes turmereños muy conocidos como Francisco Navas Alcántara Vidalina Olmos Alfredo y Andres Pacheco Miranda Arturo Sarco Villena y otros, incluso mi abuelo Josè Angel Rodriguez. Aparecen discursos interesantes como el de Ramon F Bastidas autor de la letra del himno del estado Aragua.

RRecomiendo su lectura.

NNESTOR GERMAN RODRIGUEZ

2. APUNTES DE LAS MANIFESTACIONES QUE RECIBIÓ EL SEÑOR GENERAL SIMÓN BELLO.

Tengo la segura convicción de que, el prosaísmo de mi pluma es incapaz de describir el regio festival consagrado por el pueblo de Turmero al perínclito Magistrado, de Aragua, Benemérito General Simón Bello.

Empero, ya que plumas consagradas por la fama ó escritores de exquisita galanura, no han querido siquiera dar una plumada acerca de la hermosa fiesta, yo, el más humilde de los escritores de nuestro escalafón intelectual, brindo a mis lectores en estas líneas unos pálidos rasgos de aquella insólita manifestación donde Turmero refrendó sus títulos legendarios de pueblo republicano liberal; que así como tiene paladines eminentes que han dado gloria á la Patria, también tiene, del mismo modo, profusión admirable de mujeres encantadoras para engalanar los salones de nuestra sociedad; flores odorantes para perfumar el ambiente y noches hermosísimas para exornar con sus fanales la vida que palpita, el amor que alienta y entusiasma y el sentimiento que inmortaliza.

LA RECEPCIÓN

28 DE ABRIL

El monarca de la luz ocultó su disco luminoso tras el velo blanquísimo de una neblina espesa, — semejante a una gélida fontana de invernadero, — que llenaba aquel penumbroso amanecer de una tristeza infinita.

Diríase empero, que el sol quería también dar su cariñosa salutación de bienvenida al viajero ilustre que en breve nos haría el alto honor de una visita.

Eran las cuatro de la tarde. Cuando las notas bélicas del Himno Aragüeño bifurcaron el espacio con sus resonancias triunfales; y el grito ensordecedor de los cañones dijo a Turmero que el distinguido huésped pisaba las riberas del Aguaire rumoroso, el cielo ostentaba la maravilla de un crepúsculo, sembrado de violetas y de rosas, y el árbol, desde su altura, fulminante, abría su broche como una gigantesca rosa ígnea, acaso para saludar al Magistrado con el oro fúlgido de sus cabellos, con el esplendor olímpico de sus claridades.

En medio de las aclamaciones de un pueblo delirante de entusiasmo, hizo su entrada a esta ciudad el General Simón Bello. En este acto imponente, en que vimos al Presidente de Aragua más grande que César, — porque César ataba a los romanos con la fuerza de su poder, — y el General Bello unció a su carro de triunfos a las muchedumbres aragüeñas con la sonora expresión de su cariño y el don espléndido de su hidalguía, en este acto, repito, llevó la palabra el Coronel Andrés Pacheco Miranda, quien cosechó aplausos por su bien pensado discurso, el cual fue brillantemente contestado por el inteligente Doctor M. E. Toro Chimíes, Secretario General en visita del Presidente.

Ya el General Bello en su morada, el niño Eudoro Olmos presentó una magnífica corona, tejida por las honorables matronas de esta población, como símbolo elocuente del alto aprecio, del cariño y del respeto que palpita en todo hogar turmereño por el actual Presidente del Estado.

El niño Eudoro, al entregar la simbólica corona se produjo en un discurso que si pequeño en sus dimensiones, bien merece por todo lo grande que encierra, un cuadro formado por los astros del firmamento y las rosas de nuestra flora.

Aquel discurso brotado de los labios infantiles de Eudoro, en los cuales como él mismo dice, no cabe jamás la ficción y la falacia, como que sirvió de sublime inspiración al fecundo numen del Doctor Toro, pues, con su verbo siempre claro y arrogante, contestó como bien lo merecía la lucubración del precoz; orador.

Eudoro conquistó muchas palmas: y yo, desde aquí, le envío las mías para que las prenda en la guirnalda de sus frescos laureles.

Este acto lo juzgo uno de los más culminantes de las manifestaciones, que recibió el General Bello, durante su visita a este pueblo.

LA VELADA

¡El simbolismo es poco!

¡El lenguaje humano poco todavía!

Para describir este torneo de la sociedad de las letras, se necesitarían los cambiantes pudibundos de la aurora; ó los colores intocables del iris; o la mágica paleta de Murillo; ¡ó la divina inspiración de Dios mismo! . . . .

A las ocho y media, el señor Eugenio Arévalo, Director del Colegio "San Luis Gonzaga", pronunció el discurso de apertura.

El General Bello, a quien era dedicada la, velada artístico-literaria, ocupaba el puesto de honor, realzando con su presencia la solemnidad del acto.

A la derecha del señor Presidente estaban: el Doctor Toro Chimíes, su Secretario; el señor. Rafael J. Pérez, Presidente del Concejo Municipal; y el señor Alfredo Pacheco Miranda, Director de El Impulsor. A su izquierda: los señores General F. Navas Alcántara, Coronel Andrés Pacheco Miranda y Luis M. Delgado.

El salón estaba iluminado y bellamente decorado; las flores de nuestro hogar desafiaban con su gracia y su hermosura á las flores embalsamadas de nuestro huerto; y de cuando en vez, la Banda del Estado desgranaba las finísimas perlas de su repertorio para divinizar la esplendidez de aquella apoteosis de la luz con la belleza.

Las flores humanas, ¡ah! imposible que pueda yo decir de la egregia esbeltez de nuestras damas. Cada mujer era una estrofa; y cada estrofa era una flor, y cada flor era un vaso lleno de perfumes.

Aquella mansión de claridad parecía un alcázar lleno de azucenas y de lirios, de orquídeas y de rosas; adonde había amor para el corazón, sublimidad para el alma y caprichos para la inteligencia.

Lo más selecto de nuestra sociedad se dio cita en aquel delicioso espectáculo.

¿Nombrar las damas?

¡No es preciso! Basta decir que allí estaba desde la angelical belleza de la señorita Cecilia Delgado, a la hermosura de la señorita Sara Osío Martínez.

Los niños Francisco Valladares, Diógenes Rodríguez, Eudoro Olmos, Nilo Pérez y José Ángel Mendoza, probaron en sus recitaciones su ingenio y adelanto intelectual. Un deber de justicia impéleme a hacer especial mención del Noveno Conaetto de Beriot; violín y piano, por el profesor Díaz Peña y el inteligente joven Víctor A. Hernández; de Norma Díaz Peña y la señorita Luisa Ana Aguirre; de Indiana^ por las señoritas Mercedes Sarco y Luisa A. Aguirre; y recitaciones por las niñas Clarisa Olmos, María de Lourdes Osío y Magdalena Montes de Oca.

Nuestro parque, — también un triunfo de la fiesta porque presentaba un cuadro encantador — estaba líricamente iluminado; los farolillos multicolores parecían en medio de la fronda esmeraldina fabulosas luciérnagas; en tanto el cielo como un inmenso pabellón azul, ostentaba la rica cintilante pedrería de estrellas.

En nuestra plaza había mucha gente, mucha luz, mucho color y mucha alegría.

El brocho de oro de la velada fue el discurso r del laureado bardo Ramón F. Bastida.

Y, ¿qué puedo yo decir del verbo ciceroniano del amigo Bastida? Todo resultaría pálido; ya la fama ha decantado en soberbias páginas de acero la elocuencia tribunicia de Bastida; ya el éxito ha coronado de laureles la frente luminosa del bardo, y acaso lo haya conducido en medio de sus músicas triunfales al templo augusto de la inmortalidad.

¿Qué mucho, pues, que mi humilde pluma sólo tribute un aplauso al laureado poeta por su discurso de clausura?

A las doce de la noche terminó la velada obsequiada por el Colegio "San Luis Gonzaga", al señor Presidente.

VISITAS A LAS OFICINAS PUBLICAS Y AL TEMPLO

29 DE ABRIL

El alba de este día apareció en el horizonte como nunca, bella, hermosa, rutilante.

A las nueve de la mañana, el General Bello, seguido por el pueblo, visitó primero la Jefatura Civil; allí fue obsequiado con brindis de champagne por el General Navas Alcántara, Jefe Civil del Distrito; á nombre de éste hizo uso de la palabra el Presbítero Guevara Carrera, Venerable Cura de Cagua, quien fue aplaudido con entusiasmo. El General Bello brindó por el Presidente de Bolívar, General Francisco Linares Alcántara.

Luego visitó el Juzgado y el Concejo Municipal; después hízole una visita al templo donde oró largamente ante la Majestad del Santísimo Sacramento. Esto revela de manera ostensible los sentimientos cristianos que inspiran al Presidente Bello; pues cuando un Magistrado no tiene á menos presentarse ante su Dios, es porque ostenta como preciado blasón los dogmas de su santa religión.

De ahí la inauguración de las aceras, obra realizada felizmente por la Junta de Fomento Nacional, gracias á la mano providente de Cipriano Castro que ha hecho sentir la influencia de su Gobierno en todas partes de la República. Inaugurada la obra, el señor Domingo Blanco habló a nombre del señor don Valentín Olmos, Presidente de la Junta, para hacer formal entrega de la obra dicha al Concejo Municipal; éste, por órgano de su Presidente, señor Rafael J. Pérez, contestó recibiendo la obra que se le confía en una corta y concisa disertación.

El señor don Valentín Olmos, luego, invitó al General Simón Bello á su casa de habitación para obsequiarle un brindis, quien con la cortesanía que le distingue aceptó gustosamente.

En este acto, como en todos los momentos del festejo, fue recordado con satisfacción el nombre extraordinario del Restaurador de Venezuela. Todos estos actos fueron amenizados por la Banda del Estado.

COMISIONES

Ya el Presidente de Aragua en la Casa Presidencial, unas comisiones de respetables caballeros pusieron en sus manos la Resolución que el ciudadano Jefe Civil del Distrito dictó con fecha 22 de abril» ordenando la colocación del retrato al creyón y en traje civil del General Simón Bello, en el salón de la Jefatura Civil. Llevó la palabra el General José Ángel Rodríguez, cosechando muchos aplausos.

El talentoso sacerdote Presbítero Guevara Carrera contestó al General Rodríguez, a excitación del General Presidente. ¡La improvisación del Padre Guevara, bien merece un laurel de esos que tejen los dioses en el Olimpo!

La otra comisión fue representada por un grupo honorable de matronas y señoritas, para exigirle al magnánimo mandatario la imagen de la virgen de Candelaria, nuestra milagrosa patrona, la cual será colocada en el nicho principal del gran retablo de nuestro altar mayor. Habló á nombre de la comisión la bella señorita María Vidalina Olmos, quien hizo gala de su simpático continente y de su verbo arrogante y expresivo.

Contestó el Doctor Toro Chimíes. El General Bello, hidalgo y generoso como su Egregio Conductor, ofreció a las matronas y señoritas la imagen de la virgen pedida.

EL SECRETARIO GENERAL

En tren rápido llegó el Doctor José E. Machado, a presentarle sus respetos al denodado Presidente de Aragua. Numerosos amigos fueron a recibir a la Estación del Ferrocarril al decidido campeón de esta cruzada redentora, quien venía acompañado de los Generales Luis Rene y J. P. Borges Requena.

El Doctor Machado fue cumplimentado por los amigos que tiene en esta ciudad.

PASEO A CABALLO

A las cuatro y media de la tarde, el Presidente Bello, paseó las calles de Turmero, acompañado de su Secretario General Doctor Machado, del Doctor Toro, de los Generales Navas Alcántara y Raimundo Rojas; y de los Coroneles Julio César Monasterio, Andrés Pacheco Miranda, Víctor Blanco y A. Monasterio García.

El Magistrado era saludado y aclamado, a su paso por el pueblo.

EL BANQUETE

A las siete y media de la noche los acordes marciales del Himno de Aragua, dijeron que ya el prestigioso adalid de las cumbres andinas, llegaba á la casa del señor don Valentín Olmos, donde debía ser obsequiado con un suntuoso banquete.

Habían cerca de cien comensales. Los postres, las viandas y los licores, no obstante, la esplendidez con que eran servidos, jamás llegaron a agotarse.

Los vinos y el champagne que se rebosaban por los bordes cristalinos dé las copas eran inagotables.

En la mesa se destacaba un cojín de hermosas flores blancas, con las iniciales del nombre de Simón Bello.

El menú fue el siguiente: “Soupe imperial. Poisson á la francaise. Timballes d' perdreaux . Potdet au maître d' hotel. Salude ruse. Petit-pois au naturel. Champagne. Deserts. Fruits. Cafié. Liqueurs”

Ofreció el banquete al General Bello el inteligente cuanto ilustrado señor don Jesús María Martínez Montes de Oca. Los constantes y prolongados aplausos que recibió el orador dicen de cómo fueron sus palabras dirigidas al General Presidente. Contestó el Doctor Toro.

Concluido el acto del banquete, el Presbítero Doctor Rafael Peñalver J., a nombre del pueblo de Turmero, dio al Jefe del Estado el adiós de despedida con una improvisación sin precedentes, siendo ruidosamente aplaudido.

El verbo del Doctor Peñalver cual rumor de águilas caudales, dijo con claridades de astros el vivo palpitar de un pueblo, que así como empuña la herramienta del trabajo también va con el fusil á defender con bizarría sus derechos conculcados.

Así terminó el banquete que la sociedad de Turmero ofreció al General Bello.

Bien quisiera tener la elocuencia de Marco Tulio, diré yo ahora, para haber hecho una descripción digna de este festejo.

LA DESPEDIDA

La mañana estaba fresca; el sol asomado en su carroso color de ámbar pálido, brindaba a los valles tropicales el oro exangüe de sus venablos.

A esa hora, seis y media el General Bello, acompañado de los Doctores Machado y Toro Chimíes, y Generales L. Rene y J. P. Borges Requena y demás amigos de la población, tomó rumbo a la Estación del Ferrocarril.

El estampido del cañón anunció al pueblo que el General Bello* partía para la capital de Aragua; y partía con el corazón pletórico de satisfacciones y la mente embargada de recuerdos gratos y amables remembranzas.

Esta fiesta que acaba de presenciar Turmero alborozado, sin comparación en nuestros fastos políticos y sociales, es hija - me atrevo a decirlo sin temor de ser contradicho - del cariño que palpita en todos los turmereños por el libérrimo

Presidente de Aragua, y por la armonía que une como con lazo de diamantes á todos los buenos elementos de Turmero.

¿No he cumplido a cabalidad con mi tarea? perdónese en gracia de mi escaso intelectual y por el deseo sincero que me inspira porque nuevas fiestas vengan a solazar el espíritu civilizador de mi querido pueblo.

ALF.

3. NOTAS:

NOTA 1:

Turmero: mayo de 1908.

Señor Director de El Impulsor,

Ciudad.

Estimado amigo:

Pido hospitalidad en las columnas de su importante periódico para publicar esta humilde revista que reseñará á la ligera el acto más culminante del regio festival con que Turmero obsequió en los últimos días de abril al prestigioso Teniente de la Restauración Liberal, General Simón Bello.

En las primeras horas del día 28 empezó á notarse el entusiasmo en todos los semblantes; el nombre de Simón Bello repercutía en todos los hogares, en todas las calles, en las plazas y en todos los corazones como emblema de alegría, de unión y de confraternidad en el seno de la familia turmereña.

A las dos de la tarde salió el General Francisco Navas Alcántara, acompañado del General Ramón Garrido y de doscientos jinetes para el lugar histórico del samán de Güere, donde esperaron al simpático Magistrado.

Las cuatro y media de la tarde eran, cuando el cañón con su eco profundo y entusiasta, los melodiosos acordes del Himno Aragüeño ejecutado por la Banda Marcial del Estado y los fuegos artificiales, junto con las grandes aclamaciones del pueblo, anunciaron á Turmero que el integérrimo Magistrado pisaba las primeras calles de la gloriosa capital del Distrito Marino.

La entrada del popular Presidente fue de lo más espléndido, todo el pueblo estaba presente a la hora suprema, de modo que la recepción resultó imponente, estupenda, incomparable, y sin pecar de exagerado puedo calificarla de insólita y sin precedentes en los anales políticos de Marino.

Cinco mil almas, con la Banda Marcial a la cabeza y banderas amarillas desplegadas, desfilaron en presencia del Presidente de Aragua, dando Vítores a Castro; á Bello y a la Restauración que es la Causa de los pueblos.

La Manifestación de los liberales restauradores resultó magnífica. — Del seno de esos hombres presididos por el Benemérito General Navas Alcántara, del numeroso grupo de esos liberales castristas decididos, surgió uno, el más joven, el más humilde quizás, pero cuya alma está templada al calor de las luchas de la democracia, el pundonoroso Coronel Andrés Pacheco Miranda, quien con su torrente de orador, se dirigió al General Bello en los términos siguientes:

Ciudadano Presidente del Estado:

"Por honrosa designación del señor General Francisco Navas Alcántara, digno Jefe Civil del Distrito Marino, y, por una feliz imposición del destino, cábeme la satisfacción de dirigiros la palabra en este instante solemne, para en nombre de los liberales restauradores de Turmero, presentaros de una manera especial el cordial saludo de bienvenida.

Los ciudadanos que veis aquí presentes, General, con sus distintivos amarillos sobre el corazón, son los modestos cuanto heroicos descendientes de aquella legión de batalladores que al lado de Falcón y de Zamora lucharon con denodada bizarría para implantar las doctrinas liberales en nuestra Patria; (aplausos) son los hombres que vienen a representar en esta fiesta consagrada a vuestra personalidad, a las glorias de la Causa Liberal, glorias purísimas é imperecederas que se reflejan hoy en los fulgores de la espada máxima del célebre Caudillo de la Restauración. (Grandes aplausos).

Las extraordinarias demostraciones de alto aprecio de que habéis sido objeto en los pueblos del Estado con motivo de vuestra gira oficial, son una prueba evidente de que vos habéis seguido las bellas prácticas del programa redentor de aquella Causa inmortal bautizada con sangre en mil combates y arrullada por las alegres dianas de mil victorias; (prolongados aplausos) son una prueba palmaria de que vuestros procederes de Magistrado están ajustados á las leyes excelsas del honor y del deber. (Aplausos).

Nosotros, que venimos ante vos, General, no de rodillas como andan los viles y protervos, sino de pies y con la frente erguida, como corresponde a los hombres dignos, como corresponde a los hombres leales, (aplausos), vemos con singular complacencia que los esfuerzos de los hombres que nos dieron Federación no se han perdido, pues en las cumbres del Ávila aún flamea con irradiaciones de gloria la victoriosa bandera vencedora en las sabanas del Corozo, {estrepitosos aplausos) nuestro hermoso pendón que guarda y que sostiene la mano poderosa del formidable Atleta de la Popa y Tononó, General Cipriano Castro. (Ruidosos aplausos y vivas a Castro, a Bello y a la Causa Liberal Restauradora).

Y al venir a vuestra presencia, ya como subalternos, ora como amigos adictos á vuestra persona debemos manifestaros que somos asiduos sostenedores de la paz de la República, ya que el famoso Restaurador de Venezuela ha dicho siempre y siempre lo ha probado, que su bandera de combate es la misma bandera que ha cobijado bajo su sombra augusta toda una epopeya de triunfos conquistados por nuestro sacrosanto ideal: ¡el Liberalismo! {Aplausos).

"No debo terminar esta ingenua manifestación nacida en lo íntimo de nuestro ser, sin antes evocar el nombre de nuestro común y buen amigo el bizarro Teniente de esta cruzada luminosa, General Francisco Linares Alcántara, {grandes aplausos)

á quien sustituisteis en el poder, y cuyas ejecutorias están grabadas en el corazón del noble pueblo aragüeño como símbolo de fuerza y de lealtad {grandes, estrepitosos y prolongados aplausos que ahogan la voz del orador).

Ciudadano Presidente:

“En nombre de los liberales aquí congregados, entre los cuales tengo la honra de contarme, deseo que las horas que paséis en esta ciudad, simpática cuna del Gran Demócrata sea de dicha y bienestar, para vos y vuestro ilustrado y talentoso Secretario General Doctor Toro Chimíes. "He terminado".

Cuando el Coronel Andrés Pacheco Miranda terminó su brillante discurso, las cinco mil personas presentes, como tocadas por un resorte mágico interrumpieron en grandes, estrepitosos y prolongados aplausos. Yo, en este momento solemne, creí que estaba en medio de una tempestad formidable.

La Banda Marcial del Estado dejó oír entonces las alegres cadencias de un Paso Doble, los cohetes poblaron el espacio, y junto con el vibrante acento del bizarro orador repercutieron los Vítores a Castro, á Bello, á Navas Alcántara y a la Restauración Liberal.

El Benemérito General Simón Bello felicitó al Coronel Pacheco Miranda por su discurso, y luego un profundo silencio nos anunció algo nuevo, algo grande.

El ilustrado Doctor Toro Chimíes, el famoso orador de la Aclamación Nacional estaba empezando a improvisar.

El muy digno Secretario General en visita, en luminosa disertación que mereció aplausos ruidosos é ingenuos, expresó en nombre del prestigioso y querido Magistrado, su gratitud por aquella manifestación.

Sinceramente lamento no haber podido recoger como era mi deseo, las palabras del Doctor Toro Chimíes, pero ellas quedaron grabadas en el corazón del pueblo con caracteres de luz.

Terminado este acto, el popular y egregio Magistrado fue conducido a la morada que al efecto se le tenía preparada.

Pluma más galana reseñará el resto de la fiesta, fiesta pomposa, y repito, imponente, estupenda, incomparable y sin precedentes en los anales políticos de Mariño.

Termino felicitando al ilustre General Bello, al Jefe Civil de Marino, el liberal Navas Alcántara, a la muy honorable Municipalidad de Turmero y al pueblo que ha dado una prueba de su decidido partidarismo por Castro, el gran Capitán de la Época.

Soy de usted, señor Director, atento servidor y amigo,

- P. LANDAETA ESPINOZA.

NOTA 2:

Turmero: 6 de abril de 1908.

Señor Ramón E. Albarracín.

Caracas.

Estimado amigo:

Por estar un poco enfermo no había cumplido con el deber de escribir algunos apuntes para La Voz de la Nación, relacionados con la recepción que Turmero hizo al querido Magistrado de Aragua.

La cuna del Gran Demócrata ataviada con sus mejores galas, esperaba ansiosa al ilustre huésped.

El cañón desde la colina del Calvario, los acordes del Epinicio regional y las ruidosas aclamaciones de un pueblo, saludaron al Magistrado Seccional que entraba rodeado de los señores Doctor Toro Chimíes, y General Navas Alcántara,

Ramón Garrido, Aurelio Trujillo, Francisco Raimundo Rojas y de doscientos jinetes más que fueron hasta el Samán de Güere a darle su bienvenida.

Ya el Magistrado, en frente de su morada se efectuó una gran manifestación pública que hará época en los anales políticos de Marino.

Un orador dio el saludo de estilo al Presidente, quien contestó por órgano de su Secretario Doctor Toro Chimíes.

Alojado el General Bello en su morada, lo saludó en nombre del pueblo el joven Domingo V. Blanco.

Luego el niño Eudoro Olmos, puso en manos del Presidente, una corona de flores naturales, obsequio de las honorables matronas de Turmero al distinguido huésped.

El niño Eudoro, con simpática elocuencia, se produjo en brillante discurso, que mereció los aplausos del auditorio.

Contestó el Doctor Toro Chimíes en improvisación luminosa, siendo ruidosamente aplaudido.

A las 8 y 50 ms. p. m. se dio comienzo a la velada con que el Colegio "San Luis Gonzaga" obsequió al General Bello.

Me declaro insuficiente para describir este regio festival.

Remito a usted el discurso de orden, pronunciado por nuestro amigo el talentoso escritor y laureado poeta Ramón F. Bastida en el momento de clausurar esta hermosa fiesta del espíritu.

El 29, a las nueve de la mañana, practicó la visita de ley á las oficinas públicas.

El General Navas Alcántara, Jefe Civil del Distrito, brindó al Presidente una copa de Champagne, la cual le fue ofrecida en nombre de aquél, por el Presbítero Doctor J. M. Guevara Carrera, quien pronunció un brillantísimo discurso que fue motivo a grandes, estrepitosos y prolongados aplausos.

Contestó el Doctor Toro en feliz improvisación que mereció los aplausos del auditorio.

El General Bello brindó en este momento por el actual Presidente de Guayana, General Francisco Linares Alcántara.

Luego se trasladó al Juzgado, Salones del Concejo, etc., etc.

En seguida se efectuó la inauguración de las aceras de la Calle Real.

Llevó la palabra en nombre del Presidente de la Junta de Fomento, el señor Domingo V. Blanco. El señor Rafael J. Pérez, Presidente de la Ilustre Municipalidad, recibió la obra expresándose en cortas pero elocuentes palabras que conquistaron los aplausos del pueblo.

A las 12 m., fue anunciada una comisión de caballeros en las puertas de la morada del Presidente.

Dicha comisión era compuesta del General José Ángel Rodríguez, Presidente: General Raimundo Rojas, Coronel Rafael Olmos y el suscrito. El objeto de ella fue presentar una Resolución al General Bello, resolución dictada por el Jefe Civil de Mariño, en la cual ordena la colocación del retrato de Simón Bello en el salón del Despacho de su cargo.

Llevó la palabra el General Rodríguez. En nombre del Jefe del Estado contestó el Padre Guevara Carrera, el sacerdote querido del pueblo, el inteligente y famoso orador que cuando escala la tribuna conmueve al auditorio con el verbo de su palabra; el honorable sacerdote que ocupa puesto de honor en el clero de la República por sus altas virtudes perínclitas.

En el hogar del señor V. Olmos fue el suntuoso banquete con que la sociedad de Turmero obsequió al General Bello.

El discurso de orden estuvo a cargo del respetable ciudadano señor Jesús María Martínez Montes de Oca.

Habló también el Doctor Toro Chimíes; el señor Cura de la Parroquia cerró el acto con unas palabras.

Como á las seis de la mañana del día 30, el cañón nos anunció que el querido y prestigioso Presidente Constitucional de Aragua se despedía del pueblo de Turmero.

Todos los actos mencionados en esta reseña fueron amenizados por la Banda Marcial del Estado.

No termino sin congratularme con el probo y liberal General Navas Alcántara que, así como está de presente en los momentos de prueba para la Causa, también lo está en los días de triunfos.

ANDRÉS PACHECO MIRANDA.

DISCURSO DE ORDEN PRONUNCIADO POR EL SEÑOR RAMÓN F. BASTIDA, EN LA VELADA ARTÍSTICO- LITERARIA CONQUE EL COLEGIO "SAN LUIS GONZAGA", DE TURMERO, OBSEQUIÓ AL GENERAL SIMÓN BELLO, PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE ARAGUA, LA NOCHE DEL 28 DE ABRIL DE 1908.

Señor General Presidente Constitucional de Aragua.

Señores:

Providente voz la que invoca el concurso del pensamiento á las obras del espíritu, y con noble intento despierta voluntades adormidas en las lindes del silencio.

De ella decirse debe que hurga la flor de la vida, cuando por fatal empeño, ésta deshojarse quiere sin regalar al predio fecundo la aromada caricia de su clausura.

Y al reclamo de su acento debe de acudirse cual a cita galante, resuelto el pie que parecía inseguro, alfombrando con rosas ingenuas la línea del sendero, sin que al ánimo turben los desgaires que toda ruta ofrece a los romeros del Ideal.

A esta lid del pensamiento me trae una merced generosa, que á la retirada celda donde se deslizan años, llamó piadosamente, para anunciarme una fiesta del espíritu y pedir a la oscura huerta de mis predilecciones una flor para el altar del Arte.

Señores:

Efímeros amores no arraigan en el pródigo surco del corazón; que fueron siempre frágiles golosinas del tiempo las torpes cabriolas del regocijo y las sonrisas de, la voluptuosidad.

Empero, ubérrima heredad conquista las tres divinidades del sentimiento, cuyas molduras reales son la Patria, la madre y la amada; ¡soberbias cumbres ante cuyos perfiles coronados por estrellas, se detiene a beber claridades el águila inmortal del pensamiento!

¡La Patria, señores! Es el rumor de sus florestas canción de divinas harpas; el eco de sus valles, maravillosa sinfonía que vibra en el alma: la melodía de sus pájaros, concierto de celestiales melodías; y la fragancia de sus cármenes, vuelo sutil de aromas que embriaga cual una música de amores.

Ya en la íntima comunión de los afectos; ora en el playón solitario del exilio, en el alba de la sonrisa o en el crepúsculo del duelo, la visión de la Patria es la estrella polar del hombre.

Al nacer nos acaricia con la lumbre de sus soles; nos nutre con el pan de sus senos, y luego, nos guarda amorosamente en el refugio postrero del sepulcro y vela nuestras cenizas con una cruz que nos bridan los leños de sus bosques.

Amar la Patria es santificar el alma y glorificar la vida.

De tal suerte es el patriotismo virtud preclara; heroísmo en el hombre, sacerdote en la familia y profeta en las naciones.

La libertad es la aspiración suprema de ese coloso que erige un templo a la Justicia sobre las ruinas del cadalso: rompe las opresoras cadenas de los débiles y levanta sobre los despojos de la Colonia las bases de la República: corta las alas al águila imperial y esculpe en ellas el epitafio del feudalismo para que sirva de elocuente lección en la portada de los siglos.

Sería inconcebible el heroísmo sin el ideal de la Patria encarnado en la mente delos Héroes.

Venezuela heroica necesita de Bolívar patriota para enastar sobre la gloria de sus cumbres el pabellón de los libres. Sobre la ignominia de trescientos años de esclavitud, la pupila vidente del patricio, de súbito iluminado por el relámpago del Genio, sorprendió la cuna de la libertad suramericana. Y escribió la Historia desde entonces, la página magna de nuestros libertadores.

Y asistamos, señores, con republicano fervor, á la proyección luminosa de aquellos días, los primitivos de nuestra nacionalidad, y presenciemos cómo un patricio de nuestros tiempos, desde las alturas del Supremo Poder, desafía las tempestades que amenazan la Patria y saca ileso del seno mismo de la catástrofe el ilustre blasón de la República.

Aun asecha en las encrucijadas del delito el cuervo siniestro de la guerra civil; y las ondas bravías del Caribe rugen con salvajes cóleras, porque la planta de los bárbaros intenta profanar la majestad de sus riberas.

A la voz de "la Patria peligra," el patriotismo se subleva, ¡sublevación titánica!; y la voz del Héreo dice á todos los vientos con lenguaje profético: "El Sol de Carabobo vuelve á iluminar los horizontes de la Patria "!, y es tal la talla ciclópea del Caudillo junto al lecho de muerte de la República, que la lira de Homero sólo sería digna de cantarla con la estrofa de la Inmortalidad!

Ruégole al Dios de las Naciones fortalecer el alma austera del Caudillo que con gesto sublime increpa al conquistador desde la almena de su heroísmo, y funda, si decirse puede, la Cátedra del patriotismo en la escuela de la República.

El Caudillo-apóstol, afortunado ejemplar de la raza, ha tomado puesto de alteza en el Templo de los Inmortales. La Fama tiene encargo de escribir su nombre en el libro de sus escogidos.

Pero, ¿a dónde llegas, oh Patria, en tus ingentes reclamos?

Cierto día, aciago como la tragedia misma, la muerte, libertadora de los débiles, quiso herir al siempre vencedor jamás vencido," y el perfil de los macabros presagios se dibujó en tus horizontes.

Pero el gigante postrado se irguió en su lecho de enfermo, volvió á las actividades de la lucha, y ahí está, señores, de pie sobre las gradas del Capitolio Nacional, desnuda la espada victoriosa, propicia siempre para ofrecerla en holocausto a la República.

¡Qué dolores surcarían el corazón de Cipriano Castro en la angustia de su lecho de enfermo!

¡Asegurarse puede que este hombre á quien “respetó la metralla en cien duelos con la muerte”, sólo ha sentido las nostalgias de la vida, cuando, visionario de los acontecimientos, casi extinto el vigor de su naturaleza, como por ideal sincronismo, miró desfilar cual teoría de espectros las desgracias de Venezuela, huérfana de su Genio y de su espada!

Y verse de modo indiscutible que el Capitán invicto, desposado con la Gloria, es el hijo sublime que ampara y dignifica a la madre peleando por ella las batallas de la libertad.

Porque la Patria es nuestra madre.

Acendrada miel de nuestros días, cuya dulzura pone el sortilegio de una caricia en todo dolor del hombre.

Raudal de bendiciones que fecunda aún el campo espiritual impropio al bienhechor consejo y estéril para el pimpollecer de las virtudes. ¡Mariposa de luz que vierte en el ortigal de la vida el áureo fulgor desúsalas! Gigante amor que con manos milagrosas nos ofrenda ternuras, desde el alfa de la cuna hasta la omega del sepulcro.

Cuando distante del lar nativo vuelan del corazón del hombre las plañideras aves del recuerdo, cantando llegan la canción de la ausencia hasta el hogar donde la viejecita cariñosa desgrana en abnegado silencio el divino rosario de sus lágrimas.

Acaso sean las flores del exilio el más hondo poema sentimental que se produzca en el alma y donde con formidable expresión palpite el amor santo de la Patria.

Lejos de las riveras "donde probamos el almíbar primero de la vida", como dijo el poeta; distante de nuestros nativos palmares, la tierra madre compendia para el hombre toda la sublimidad del Universo.

Y es de ver cómo el amor de la novia, de la amada del ensueño, que fue en la parroquia devaneo pueril junto al rosal paterno, arrullo de palomas blancas en la arboleda aldeana, fugaz vuelo de garza, a la lumbre crepuscular, tornase más allá de los horizontes en religiosa consagración del alma toda; y sirven de confidentes misteriosos para el amador ausente, los diamantes de los cielos, las golondrinas errabundas y los castos lirios de las espumas, y es entonces la colegiala traviesa de la infancia, la Julia de la Martine, la Belén de Díaz Rodríguez ó la dulce y suave María de Jorge Isaacs, paloma que anida arrullando ternezas en todo corazón de mujer.

¡La Patria, la madre, la amada!

El Iris del sentimiento tiene luz de estos tres soles. ¡Son tres notas del valiente ritmo en la romanza de la ternura!

Señores.

La efectividad del beneficio recibido obliga de manera absoluta la gratitud del agraciado.

La patria es pródiga en himnos de alabanza para sus libertadores y para sus hijos beneméritos: custodia sus cenizas en el Templo de los grandes; ángeles estatuas en lugares consagrados por el prestigio de sus nombres; hace florecer las páginas de su Historia con el recuento de sus virtudes y pregona el epinicio de sus triunfos con la lira de sus bardos.

Y es tan fecundo el campo de Venezuela, que el laurel simbólico orna perpetuamente la hombría de sus frondas heroísmo los versos de la Gloria.

Venezuela agradecida al Salvador de la obra de Bolívar, le ofrenda al Héroe el testimonio de su gratitud y graba su nombre en los parques y plazas de sus pueblos para cuando suene la hora de la apoteosis en las lejanías del porvenir.

Y es propicia esta disgresión de mi discurso, que séame absuelta en gracia del propósito, para aplaudir la obra de reconocimiento que esta colectividad otorgó al levantar en parque principal del poblado un obelisco en homenaje a las virtudes republicanas del Caudillo de los Andes; y aplaudir ingenuamente á la honorable Junta de Fomento Nacional de este Distrito, que realizó esa obra del sentimiento popular.

¡Señores!

El Director del Colegio "San Luis Gonzaga” instituto que ofrece este acto literario al ciudadano Presidente Constitucional de Aragua, ha sido generoso al señalarme para decir la oración de orden clausuradora del civilizador festival.

He correspondido con íntimo regocijo al honroso discernimiento, aunque el prosaísmo de mis conceptos no cuadra al esplendor de la fiesta.

Satisfacción debe sentir el digno apóstol de la enseñanza, que así evidencia la alta cumbre de sus ideales. Siga el humilde reformador de inteligencias haciendo el bien en su oscuridad meritísima, sin escuchar la algazara de la jauría que ladra en el sendero, que los abanderados del ideal sólo deben estar atentos al eterno fulgor de las constelaciones.

Señor General Simón Bello:

Enaltéceme llevar la palabra en esta festividad que solemnizáis con vuestra presencia.

Me enorgullece decir de la santa virtud del patriotismo, ante vos, señor, que veis en la austera religión del deber y del trabajo la salvadora fórmula del engrandecimiento del País.

Ya sabía quién os habla, que los valles aragüeños tienen una virtud presidiendo sus destinos, y que un venezolano patriota ofrecía mano generosa a esta tierra heroica y legendaria, donde centelleó la espada de José Félix Rivas y voló al Olimpo de los inmortales el alma de Ricaurte.

4. Bibliografías:

 


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