INDICE
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1
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Presentación
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2
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Correspondencias
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3
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Homilías
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4
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Entrevistas
y artículos
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5
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Bibliografía
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6
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Derechos
de Autor
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1. Presentación
Hemos hecho esta recopilación de cartas, homilías, entrevistas y artículos de prensa del Cardenal Castillo Lara para complementar nuestro homenaje en el centenario de su nacimiento. Escogimos algunos de estos testimonios dentro de una variedad de información existente, en algunos casos hemos recortado el contenido; sin embargo consideramos un poco largo el contenido en nuestro estilo de brevedad. Queremos resaltar dentro de sus escritos el titulado "En el hogar. Páginas de un diario íntimo".
Castillo Lara fue un hombre visionario, muy preparado intelectual y religiosamente, nos dejo muchas evidencias de ello. Considero que sus reflexiones no tienen desperdicio alguno. Ojala pudieran leer estas y otras pruebas que confirman el pensamiento de este ilustre aragüeño.
Gracias Cardenal Castillo Lara por sus orientaciones.
NESTOR GERMAN RODRIGUEZ
1. 2. Correspondencias
Bula
del Santo Padre Pablo VI de nombramiento episcopal
Pablo
Obispo Siervo de los Siervos de Dios al querido hijo Rosalio José Castillo
Lara, miembro de la Sociedad de San Francisco de Sales, elegido Obispo con el
título de Precausa y Coadjutor con derecho de sucesión de Trujillo en
Venezuela, salud y Bendición Apostólica. Las palabras del Divino Maestro:
Apacienta mis corderos apacienta mis ovejas cf. Jo. 21, 16.17, son consideradas
por derecho como dichas a Nos. Por lo tanto, ostentamos en la Iglesia la
dignidad y el oficio del príncipe de los Apóstoles, y nos esforzamos en ejercer
con la mayor diligencia nuestro oficio, por el que no sólo amamos a los
sagrados Pastores de las diócesis, sino que también, cuando es necesario, les proporcionamos
las ayudas oportunas. Por eso, queriéndole asignar al Venerable Hermano José
León Rojas Chaparro, Obispo de Trujillo en Venezuela, un varón que le preste la
deseada ayuda y que le pueda suceder en su misión, hemos pensado que tú,
querido hermano, que estás dotado de cualidades egregias de espíritu y de
inteligencia y eres experto en la práctica de las cosas pastorales, puedes
ejercer ese oficio. Por lo tanto, con nuestra potestad Apostólica te nombramos
Coadjutor con derecho de sucesión del Obispo antes citado y, al mismo tiempo,
Obispo de la Sede de Precausa, vacante por la renuncia del Venerable Hermano
Manuel de Medeiros Guerreiro. Atendiendo a tu mayor comodidad, te concedemos la
facultad de recibir la ordenación episcopal de cualquier Obispo, al que
asistirán otros dos consagrantes según la norma de las leyes litúrgicas. Antes,
sin embargo, harás profesión de la fe católica en la ciudad de Roma, teniendo
como testigo a Su Eminencia Reverendísima el Cardenal Prefecto para la
Congregación de los Obispos, así como juramento de fidelidad a Nos y a Nuestros
Sucesores. Ordenamos que estas Letras sean leídas al clero y al pueblo en el
templo catedralicio de Trujillo, un día de precepto. A los mismos los
exhortamos para que no sólo te reciban con agrado, de quienes serás pastor y
padre, sino que también obedezcan tus mandatos y colaboren con tus proyectos
pastorales. Finalmente, querido hijo, mientras te felicitamos con toda el alma
por la inmensa dignidad de Obispo que te ha sido concedida, al mismo tiempo te
animamos paternalmente para que cumplas con toda diligencia, y con la ayuda
divina, los gravísimos deberes que hoy se te han confiado. Que seas de ayuda al
Obispo y que cuides del mayor bien del pueblo encomendado a sus cuidados. Dado
en Roma, junto a San Pedro, el día veintiséis del mes de Marzo del año del
Señor mil novecientos setenta y tres, décimo de Nuestro Pontificado. Eugenio
Sevi, Prot.Apost. José Maximi, Prot. Apost. Juan Cardenal Villot, Secretario de
Estado Eduardo Martínez, Adjunto.

Carta del P. Rosalio Castillo al Papa Pablo VI en ocasión de su nombramiento
episcopal
Beatísimo
Padre, Roma, 29 marzo 1973. Imploro de Su Santidad la santa, apostólica
bendición. Quien suscribe es un humilde sacerdote, miembro hasta ahora del
Consejo Superior de la Congregación Salesiana, designado recientemente por Su
Santidad como Obispo Coadjutor, con derecho de sucesión, de S.E. Mons. José
León Rojas Chaparro, Obispo de Trujillo (Venezuela). Con la presente quiero
hacer llegar a Su Santidad la expresión filial de mis sentimientos y
agradecerle el haberme llamado a la plenitud del sacerdocio y a una
colaboración más estrecha con la Sede Apostólica en el servicio pastoral a la
Diócesis de Trujillo. Si se me permite expresarme con sinceridad y franqueza le
diré que me ha costado no poco aceptar este delicado, honorífico pero oneroso
encargo, sea porque temo no estar a la altura de tan grande responsabilidad,
sea porque prefiero el camino del nesciri et pro nihilo reputari (nada pedir,
nada rehusar), sea porque este encargo lleva consigo un cambio notable en mi
vida y me obliga, en cierta medida, a separarme de mi amada Congregación que ha
sido para mí por tantos años madre atenta y solícita, lugar de encuentro y
comunión, escuela de santidad y rampa de lanzamiento para los ideales de
servicio a la juventud con cuya suerte, alegrías y sufrimientos, me siento
plenamente identificado. Sin embargo, superadas estas primeras incertidumbres
he tratado de colocarme en una perspectiva de fe total dejando de lado cualquier
consideración humana y personal y así, habiéndome aconsejado con el confesor,
he dado un SI, no ciertamente entusiasta, pero sí pleno y consciente en
espíritu de obediencia, disponibilidad y servicio. Estoy realísticamente
consciente de mis numerosos límites y deficiencias. No ignoro las dificultades
locales especialmente las que provienen de la pobreza en hombres y medios, la
escasez de sacerdotes, dolorosa característica de Latinoamérica. Sé, además,
por experiencia en el trabajo de gobierno en el Centro de mi Congregación, cuán
difícil es hoy mantener un equilibrio dinámico y creativo que lleve adelante la
renovación pastoral en una armoniosa evolución con la tradición y el pleno
respeto de las personas. No sé, pues, cuál será el resultado concreto de mi
servicio pastoral. Me pongo enteramente en manos de la Bondad misericordiosa de
Dios, por cuya causa únicamente pienso trabajar y de la Virgen Santísima, Madre
de la Iglesia y querida Auxiliadora de los Cristianos. Por mi parte puedo
asegurar a Su Santidad que mi acción estará inspirada y caracterizada por la
FIDELIDAD y amor al Papa y a la Iglesia. Como salesiano me perdonará la
jactancia he sido educado en una especial devoción y adhesión al Vicario de
Cristo, como expresión concreta del amor a la Iglesia y en estos momentos,
llamado a este especial ministerio, siento profundamente que la comunión
jerárquica con el Sucesor de Pedro va más allá de la dimensión estructural y se
convierte en exigencia de vida y en actitud esencial para poder significar el
amor de Cristo presente en su Iglesia. Como salesiano me siento además llevado
a dedicar atención especialísima a la promoción y cultivo de las vocaciones, al
cuidado de los jóvenes y de los pobres. En esto es para mí ejemplo un tío mío,
ya difunto, que fue Arzobispo de Caracas, Mons. Lucas Guillermo Castillo, que
dejó luminosos ejemplos de bondad humilde y pastoral predilección por los
pobres, pero a mil leguas de distancia de las veleidades horizontalistas,
revolucionarias y marxistas, hoy tan en boga, por desgracia, en Latinoamérica.
Me comportaré, como es obvio, con respeto, amor y veneración hacia el Obispo
diocesano y trabajaré en estrecha unión con él, tratando de serle, en la medida
de mis fuerzas, sostén, ayuda y fiel colaborador. Consiéntame expresar otro
sentimiento, el de completa disponibilidad. Considéreme siempre dócilmente en
sus manos. Necesito ser ayudado, orientado, corregido y agradeceré cualquier
palabra de orientación o corrección. Y en cualquier momento que juzgue que mi
servicio no es ya necesario, me bastará una insinuación para ponerlo en las
manos del Santo Padre sin ninguna pretensión de reivindicación. Beatísimo
Padre!, es la primera vez que escribo a Su Santidad y lo he hecho con sencillez
y filial confianza, cometiendo tal vez errores, pero seguro de encontrar en su
corazón benévola acogida y paterna comprensión. Permítame aprovechar la ocasión
para agradecer a Su Santidad todo el bien que hace y el sufrimiento que soporta
por la Iglesia y por la humanidad. He seguido siempre con admiración y
agradecimiento el magisterio clarividente, oportuno y valiente con el que Su
Santidad traza caminos seguros y modernos, disipa tantas dudas e ilumina y
sostiene los corazones vacilantes, especialmente de los sacerdotes. Muchos no
encuentran una voz para expresar su gratitud, pero todos os estamos
profundamente agradecidos por el precioso, sufrido e intrépido servicio que nos
es de tanto consuelo y ejemplo. A través de su palabra y de su acción
aprendemos a amar a la Iglesia y a Cristo hasta la sanguinis effusio. Beatísimo
Padre, le ruego bendiga mi pobre persona, a mi querida mamá y familiares, a la
diócesis de Trujillo y al Obispo residencial, a la Congregación salesiana y a
mi patria, Venezuela, que tanto le ama. Beso su mano que bendice humilde hijo,
Sac. Rosalio Castillo Lara, SDB.

Carta de Mons.
Rosalio Castillo al Papa Juan Pablo I en ocasión de la inauguración de su
Pontificado
Beatísimo
Padre, Roma, 28 de agosto de 1978 Soy un hijo vuestro, humilde y servidor, el
secretario de la Comisión para la Revisión del Código de Derecho Canónico. El
tono, así simple, inmediato y cordial de vuestro primer saludo al pueblo en la
Plaza San Pedro me ha animado a escribirle con toda simplicidad, prescindiendo
del debido y riguroso estilo curial, como un hijo se dirige al Padre. Espero
que esta mi carta pueda llegar a Vuestra Santidad. Quiero decirle, ante todo,
que aquí en nuestra Comisión estamos felicísimos por vuestra elección que se
revela obra del Espíritu Santo y agradecemos al Señor por haber querido dar al
mundo una lección espléndida de unidad de la Iglesia y en la Iglesia. Estamos,
además, muy agradecidos a Vuestra Santidad por haber incluido y en forma tan
relevante la disciplina y la renovación del Derecho Canónico entre los puntos programáticos
de vuestro Pontificado. La obra de revisión del Código, confiada a esta
Comisión por vuestros santos y beneméritos predecesores, ha ya entrado en su
fase casi final. Esperamos fundamentalmente concluir en lo relativo a nuestra
comisión durante el año 1980. Sí, y cuando Vuestra Santidad lo querrá, podré
dar un informe exhaustivo y detallado del trabajo cumplido hasta ahora, de sus
características, e ilustrar los principales problemas. Por ahora nos consuela y
estimula saber la clara voluntad de Vuestra Santidad de llevar a término la
obra comenzada y dar así a la Iglesia lo más rápido posible una legislación
actualizada y estimulante, y al mismo tiempo clara y precisa, de la cual se
siente tanta necesidad. A veces dudábamos que hubiera realmente la voluntad
política de promulgar el nuevo Código, especialmente cuando se escuchaban voces
autorizadas que aconsejaban esperar tiempos más maduros y propicios para acoger
la ley de la Iglesia, que hoy se decía dado el agudo sentimiento antijurídico
tan difuso correría el riesgo de no ser aceptada. No se veía así que la
prolongada situación de anomia, es decir, de vacío legislativo, que se creó en
la práctica por diferentes razones, estaba minando grandemente la disciplina
del clero y de los fieles, y que será después muy difícil restituirla. Por esto
nos llena de tanta alegría el anunciado propósito de Vuestra Santidad y rezamos
fervorosamente al Señor para que le conceda llevarlo pronto a cumplimiento.
Nosotros continuaremos trabajando solícitamente con la confianza de poder
presentar en un próximo futuro a Vuestra Santidad el fruto de nuestro trabajo,
que esperamos pueda ser iluminado y valorizado por las directivas que Vuestra
Santidad se dignará impartirnos. Pido su paterna bendición para mí y para todos
los oficiales, dependientes y consultores de nuestra Comisión Rosalio Castillo
Lara Obispo titular de Precausa Secretario. Su Santidad Juan Pablo II, lo
distinguió con una gran amistad. Lo nombró Pro-Presidente de la Pontificia
Comisión para la Revisión del Código de Derecho Canónico el 26 de mayo de 1982,
Pro-Presidente de la Pontificia Comisión para la Interpretación Auténtica de
los Textos Legislativos el 18 de enero de 1984, lo creó Cardenal de Santa Roma
Iglesia el 25 de mayo de 1985, lo nombró Presidente del APSA el 6 de diciembre
de 1989, Presidente de la Comisión para el Estado de la Ciudad del Vaticano el
31 de Octubre de 1990. Lo nombró Legado Pontificio para varias misiones y,
sobre todo, lo honró con una gran confianza.

Carta de Mons.
Rosalio Castillo al Papa Juan Pablo II en ocasión del envío del esquema del
Código de Derecho Canónico Beatísimo Padre, Roma 12, de agosto de 1980El
25 de julio pasado hemos recibido las primeras copias del esquema del Codex
Iuris Canonici, reservado a los Eminentísimos Cardenales y Excelentísimos Obispos
que, según lo dispuesto por Vuestra Santidad, deberán dar el juicio definitivo
sobre el trabajo hecho hasta ahora. Sé que el Cardenal Felici le envió a
Vuestra Santidad un ejemplar con una carta suya personal. También yo me permito
ahora, bien sabiendo que robo a Vuestra Santidad tiempo precioso, escribirle
para participarle filialmente a Vuestra Santidad nuestra gran alegría, nuestra
satisfacción y nuestra esperanza por esta importante meta alcanzada y para
ofrecer a Vuestra Santidad los primeros y consistentes frutos de un largo y
fatigoso trabajo. El actual esquema, que comprende todo el Código de Derecho
Canónico, es fruto en efecto de un trabajo que tiene ya más de 15 años, un
trabajo colegial y de amplia participación eclesial, que ha visto empeñados más
de 100 consultores, elegidos con criterios de universalidad, entre los obispos,
sacerdotes y laicos, profesores de universidad o de todas formas competentes en
Derecho Canónico, de todo el mundo. La última fase de consulta que ha durado 8
años se ha ampliado a los obispos de todo el mundo, las conferencias
episcopales, los dicasterios de la Curia Romana, universidades y facultades
eclesiásticas y Unión de Superiores Religiosos. Esta consulta la más amplia que
se haya realizado hasta ahora para preparar un acto legislativo ha dado
resultados muy satisfactorios, no obstante el trabajo inmenso que ha
involucrado para la Secretaría, nos ha permitido mejorar notablemente el
esquema. He presidido y dirigido personalmente todas las numerosísimas reuniones
de los grupos de estudio que debían revisar, corregir y a veces rehacer los
esquemas en base a las observaciones recibidas, y puedo asegurar a Vuestra
Santidad, no sólo del amor a la Iglesia, espíritu de servicio con el cual todos
han trabajado, sino también de la competencia profesional y seriedad científica
con la cual el trabajo se ha hecho. El esquema actual, sin tener la pretensión
de que sea perfecto, es un óptimo instrumento que responde verdaderamente a las
justas esperanzas del pueblo cristiano y que ayudará eficazmente a los pastores
en la difícil obra de aplicar constantemente el Concilio Vaticano II. De aquí
nuestra gran alegría al pensar que este trabajo, arduo y difícil, escondido e
ignorado, pero hecho con tanto amor a la Iglesia, está cercano a su conclusión.
Mi alegría es además muy grande al prometer que, si no sobrevienen imprevistos
y dificultades, el año próximo Vuestra Santidad podrá tal vez el 22 de octubre
(inicio de su pontificado) o bien el 4 de noviembre (San Carlos, gran difusor y
ejecutor del Concilio de Trento) o en otra fecha de su agrado, promulgar el
Código de Derecho Canónico, poniendo así fin a la peligrosa situación de
a-nomia que se ha ido creando. Aprovecho de la circunstancia para agradecer
cordialmente a Vuestra Santidad por su interés por mi salud y pedirle una
especial bendición para mi familia, especialmente por un sobrino mío, Raúl
Biord Castillo, que el próximo 7 de septiembre hará su primera profesión como
salesiano de Don Bosco en Venezuela. Bendígame, Santidad Rosalio Castillo Lara
Obispo titular de Precausa Secretario.

Carta de Mons.
Rosalio Castillo al Papa Juan Pablo II en ocasión del envío del Código de
Derecho Canónico Beatísimo Padre, 19 de abril de 1982
Obligado
a permanecer en cama todavía debido a la fractura, me encuentro en absoluta
imposibilidad de ir personalmente a consignar a Vuestra Santidad el fruto del
trabajo de nuestra comisión, como era mi más vivo deseo. En este momento, que
es de gran alegría para la Comisión, nos entristece sólo la muerte del Cardenal
Presidente que, por inescrutable designio de Dios, no pudo ver esta hora, por
él tanto esperada. En el cielo, donde omnia patent (todo se verá), habrá ya
recibido el premio a su trabajo. Podemos ahora, finalmente, Beatísimo Padre,
presentarle el fruto de un trabajo de muchos años, hecho silenciosa y
escondidamente, en medio a no pocos sacrificios e incomprensiones, sin humanas
consolaciones, pero con gran amor y fidelidad a la Iglesia y al Sumo Pontífice.
No es ahora el caso de repetirle, Beatísimo Padre, el proceso de este camino de
más de 17 años ni la dinámica de los trabajos conducidos siempre colegialmente.
En la relación hacemos una breve mención. Yo anhelo solamente poder asegurar a
Vuestra Santidad que el esquema que ahora recibe es un buen trabajo, sea desde
el punto de vista técnico-formal sea del contenido, que responde fielmente al
Concilio Vaticano II y constituirá ciertamente un instrumento apto en mano a
los sagrados pastores para la renovación de la vida cristiana. La preparación
del esquema se hizo en pleno acatamiento a las directivas y deseos del Santo
Padre Pablo VI, y se podría además afirmar que este esquema novissimum tiene el
asentimiento del Episcopado Universal a través de la amplia consulta hecha, de
la cual siempre hemos sido muy respetuosos; más aún, la asamblea plenaria de la
Comisión, que fue una especie de mini-sínodo, lo ha unánimemente aprobado. Las
críticas que nos han hecho, por ejemplo, de la revista Concilium, parten, como
Vuestra Santidad podrá fácilmente comprobar, de posiciones extremas que
requerirían una democratización, en el nombramiento de los pastores y en el
ejercicio del gobierno, excesiva y no compatible con la naturaleza de la
Iglesia; o bien determinados cambios en la disciplina que excedían grandemente
la competencia de nuestra Comisión. No sé el método que Vuestra Santidad usará
para examinar el esquema en orden a su promulgación. Cualquiera sea, deseo
asegurar a Vuestra Santidad que estoy plenamente a disposición para ayudar
dando todas las explicaciones y clarificaciones oportunas que puedan facilitar
la tarea de Vuestra Santidad. Ofrezco mis sufrimientos para que el Espíritu
Santo ilumine y asiste a Vuestra Santidad en esta obra legislativa, destinada a
hacer tanto bien en la Iglesia de Dios. Imploro humildemente de Vuestra
Santidad una bendición sobre mí, y sobre cuantos en el curso de estos años han
trabajado, con generosa dedicación, para preparar a Vuestra Santidad este
proyecto de Código. Humilde y devoto hijo, Rosalio Castillo Lara Secretario.

Carta de Mons.
Rosalio Castillo al Papa Juan Pablo II agradeciendo su nombramiento como
Pro-Presidente de la Comisión de Revisión del Código de Derecho Canónico
Beatísimo
Padre, 28 de mayo de 1982 Recluido todavía en el Hospital Gemelli para la última
fase de este largo proceso de la fractura del fémur y consiguiente operación,
quiero con ánimo conmovido hacerle llegar a Vuestra Santidad la expresión de mi
más profundo reconocimiento por el nombramiento como Pro-Presidente de nuestra
Comisión que Vuestra Santidad se ha dignado hacerme. Este nombramiento
representa para mí un acto, no sólo de paterna benevolencia y confianza, sino
especialmente un mayor compromiso, y ahora a un más alto nivel en esta obra de
la revisión del Código de Derecho Canónico, en la cual han trabajo, con
generosidad y amor a la Iglesia, tantas beneméritas personas, entre las cuales
me es grato recordar el llorado Cardenal Pericle Felici, Presidente. Desde
cuando hace siete años el Sumo Pontífice Pablo VI, de venerada memoria, me
confío la responsabilidad de secretario, he trabajado en esta obra con pasión y
total dedicación, porque estoy profundamente convencido de su importancia, más
aún, gran necesidad para la Iglesia, especialmente para el ejercicio del
ministerio pastoral de Obispos y Presbíteros. Estoy por tanto muy feliz al ver
que este trabajo, después de largo y fatigoso proceso, está para llegar a su
final y me llena de alegría saber que Vuestra Santidad quiere, no obstante su
enorme, multiforme y urgente trabajo pastoral, estudiar personalmente el
esquema. Como escribí a Vuestra Santidad estoy plenamente a su disposición, si
puedo, en alguna manera, ser de ayuda en esta personal responsabilidad de
Vuestra Santidad. Confirmando mi filial amor al Vicario de Cristo y renovando
mis sentimientos de agradecimiento, imploro de Vuestra Santidad una especial
bendición para mi nueva responsabilidad y para cuantos, oficiales, dependientes
y consultores, han trabajado y trabajan en la revisión del Código. En
Jesucristo, devotísimo hijo Rosalio Castillo Lara.

Carta de Mons.
Rosalio Castillo al Papa Juan Pablo II agradeciendo su participación personal
en la revisión del Código Beatísimo Padre, 20 de diciembre de 1982
Respetuosamente
presento a Vuestra Santidad mis sinceros y filiales augurios por la festividad
natalicia y por el próximo año nuevo y santo, y pido al Señor dador de todo
bien que colme a Vuestra Santidad de toda su bendición, haciendo el continuo
milagro que vuestras fuerzas resistan al enorme trabajo al cual se somete impetuosamente
todos los días Vuestra Santidad y conservándole esa juventud y audacia de
iniciativas, ese ferviente celo apostólico, que conquistan y entusiasman las
multitudes y son para nosotros sacerdotes ejemplo, animación y estímulo,
alegrándonos con la primavera de la Iglesia que sentimos acercarse. Siento el
deber de agradecer a Vuestra Santidad en forma especial por el tiempo precioso
que ha dedicado al estudio del esquema de Derecho Canónico y la seriedad con la
que lo quiso examinar, junto a expertos y pastores cualificados. Para los que
hemos dedicado tanto tiempo y amor a la no fácil preparación ne este
indispensable instrumento de gobierno pastoral de la Iglesia es de gran ánimo y
satisfacción esta vuestra, activa, personal y vigilante participación en la
última y definitiva fase de los trabajos. De lo cual deducimos la segura
certeza que el nuevo Código de Derecho Canónico es obra vuestra, no sólo por
vuestra condición de supremo y único legislador, sino también porque
estudiándolo y examinándolo con tanta paciencia y cuidado lo habéis hecho
vuestro, con una paternidad, se me consienta decir, verdaderamente responsable.
Mientras agradezco a Vuestra Santidad por la benevolencia con la que nos habéis
escuchado en esos 13 fatigosos encuentros, os pido humildemente perdón si
alguna vez expresando algún parecer mío, con la libertad y franqueza que nos
consentís, he podido de alguna forma faltaros el respeto. Pido finalmente una
bendición para mí, los oficiales, dependientes y consultores de esta comisión,
que han trabajado siempre con toda responsabilidad. Humíldisimo y devotísimo
hijo Rosalio Castillo Lara.

Carta de Mons.
Rosalio Castillo al Papa Juan Pablo II agradeciendo un autógrafo enviado por el
Papa Beatísimo Padre, 12 de julio de 1983
He
recibido ayer un bellísimo autógrafo con el cual Vuestra Santidad ha querido
benignamente expresar su aprecio por mi participación en los trabajos de
revisión del Código. He también recibido otros autógrafos para algunos de
nuestros más válidos colaboradores. Quiero expresar a Vuestra Santidad mi más
profundo y devoto reconocimiento, también a nombre de nuestros colaboradores.
Estoy muy conmovido del paterno gesto y de las benévolas expresiones de Vuestra
Santidad. La bendición de Vuestra Santidad, que recibimos con alegría y con fe,
es para nosotros de ánimo y de estímulo en el servicio a la Santa Sede. Mi
servicio es ciertamente modesto, pero puedo asegurarle a Vuestra Santidad que,
desde cuando, hace diez años, el Santo Padre Pablo VI quiso confiarme la
Secretaría de la Comisión he colocado todo mi corazón y mis capacidades en esta
obra, que juzgaba de grandísima importancia para la Iglesia. Ahora, concluido
el trabajo, veo con satisfacción que el nuevo Código suscita en todas partes
consensos y encuentra una recepción que supera nuestras previsiones, como he
podido comprobar personalmente en las diferentes conferencias dadas a Obispos y
Sacerdotes. Haga el Señor que este nuevo Código ofrezca a los pastores un
valido instrumento para ejercitar con eficacia, firmeza y fidelidad su
ministerios a favor del pueblo de Dios. Mientras confirmo, con sentimientos de
profunda veneración, mi incondicional fidelidad al sucesor de Pedro, os pido
Santo Padre, bendecirme. Devotísimo hijo, Rosalio Castillo Lara.

Carta del Card.
Castillo al Papa Juan Pablo II pidiendo regresar a Venezuela Beatísimo Padre,
Ciudad del Vaticano, 4 de noviembre 1992
En
la grata ocasión de su día onomástico, permítame hablarle como un hijo a Su
Padre para suplicarle una gracia que deseo ardientemente. Quisiera que Su
Santidad benignamente me prometiera que al cumplir mis 75 años de edad, en
cinco años si el Señor en Su misericordia me conserva todavía en vida yo sea
liberado de todo cargo en el gobierno de la Curia Romana para regresar a mi patria,
Venezuela. Las razones que sostienen mi apremiante solicitud son las
siguientes: cuando cursaba mis estudios secundarios en el Liceo Salesiano de
Los Teques (Venezuela) escuché la llamada del Señor y decidí, con su gracia,
seguirla para trabajar como salesiano entre la juventud de Venezuela, que veía
tan necesitada y carente de la ayuda sacerdotal. No habiendo todavía cumplido
los 18 años de edad, en 1940, siguiendo el consejo de mi director espiritual,
me fui a Colombia para hacer el noviciado, no distraído por parientes y los
muchos amigos y amigas. Esta ausencia, que debía durar sólo durante el año de
noviciado, se transformó, por misteriosos designios de la Providencia, en un
permanente exilio que me ha mantenido desde entonces lejos de la patria y de mi
soñado campo de apostolado, tanto que, en este medio siglo, he logrado trabajar
en Venezuela, en diferentes oportunidades, sólo por escasos 6 años. He dicho
alguna vez que había nacido bajo el signo del Éxodo y que estoy viviendo aquel
exi e terra tua que el Señor le dijo a Abraham. Me fui a Colombia para el año
de noviciado y me quedé 9 años hasta la ordenación sacerdotal. Regresé a
Venezuela y trabajé entre los jóvenes liceístas por sólo un año. Después de los
estudios de Derecho Canónico en Turín, que duraron tres años, regresé a
Venezuela, una vez más por un año, para ser llamado como profesor de esa
materia en la Facultad Salesiana. En 1966 fui nombrado Provincial de los
Salesianos en Venezuela, cargo que mantuve sólo por un año y medio porque fui
llamado por los Superiores, para ser miembro del Consejo Superior de la
Congregación Salesiana. En 1973 Su Santidad Pablo VI me nombró Obispo Auxiliar
con derecho a sucesión, en la Diócesis de Trujillo en Venezuela, pero dos años
después, en 1975, el mismo Sumo Pontífice me llamó a Roma, como Secretario de
la Comisión Pontificia para la Revisión del Código de Derecho Canónico. Lo
demás es historia que Su Santidad conoce bien. Alguien podría pensar que esta
solicitud mía no se compadece con el espíritu de servicio y de obediencia a la
voluntad de Dios que debe caracterizar la vida de un religioso. Puedo asegurar
a Su Santidad que he rezado mucho para recibir luces del Señor y me he decidido
exponer con sencillez y humildad este ruego mío, sabiendo que Su Santidad, que
ama tanto Su patria y que sufre estando lejos de ella, podrá entender mi estado
de ánimo. Creo humildemente que he servido siempre a la Congregación Salesiana
y a la Santa Sede con lealtad y sin ahorrar esfuerzos poniendo a su servicio
mis modestas capacidades. No he rechazado nunca un cargo por pesado que pudiese
ser, pero llegando al final de la vida quisiera dedicar los años que el Señor
querrá concederme a trabajar en mi tierra, tan necesitada de sacerdotes y por
mi pobre gente, especialmente los jóvenes, tan carentes de ayuda espiritual. Quizás
Su Santidad podrá decirme que es todavía demasiado temprano para tomar una
decisión, pero permítame hacerle presente que debiendo regresar a Venezuela,
tendría necesidad de saberlo con tiempo suficiente para arreglar mi casa.
Pienso, en efecto, regresar a mi pequeña aldea donde nací y donde mi abuelo
construyó, en tierras de su propiedad y a sus expensas, la primera Iglesia
dedicada a María Auxiliadora en Venezuela. Aquella Iglesia fue después el primer
campo de apostolado de un tío mío paterno que se convirtió posteriormente en
Arzobispo de Caracas, Mons. Lucas Castillo. La casa nativa no está actualmente
habitada por ninguno de mis seis hermanos y debe ser reparada. Los trabajos
son, en cierto sentido, urgentes, pero como ninguno de mis hermanos, sus hijos
o nietos tiene intención de residir allí, los trabajos no serán iniciados hasta
cuando ellos no estén seguros que yo vaya a habitarla. Por otro lado, las
normas de la Curia romana disponen sapientemente que los Jefes de Dicasterio, a
los 75 años, presenten la renuncia y, aun cuado puedan conservar hasta los
ochenta años otros cargos de la Curia, estos no requieren la presencia continua
de todos los Cardenales. Sería, más bien, en cierto sentido, deseable que
algunos Cardenales, al llegar al límite de edad, dejasen Roma, también para
reducir el costo que implica para la Santa Sede asegurar su alojamiento. El
futuro está ciertamente en las manos de Dios, pero sería para mí una gracia
mayor, que imploro con humilde insistencia, que Su Santidad desde ahora me
hiciese la promesa de dejarme regresar a mi patria al cumplir los 75 años. Que
Su Santo Patrono, San Carlos Borromeo, y sobre todo la Virgen Santísima
Auxiliadora de los Cristianos obtengan para mí esta gracia de Su Santidad.
Humildísimo hijo, Cardenal Rosalio Castillo Lara.

Carta del Card.
Castillo al Papa Juan Pablo II agradeciendo la aceptación de su renuncia Juan
Pablo II
Beatísimo
Padre, Vaticano, 15 octubre 1997 Hoy se hizo pública la aceptación de mi
renuncia y el nombramiento de mi sucesor en la persona del Cardenal Edmund
Casimir Szoka. Deseo agradeceros con todo el corazón por haber acogido
benévolamente mi insistente súplica de ser liberado del encargo para regresar a
Venezuela. En este momento, como es natural, tengo en mi corazón sentimientos
encontrados. Por una parte, un cierto remordimiento por no haber continuado a
prestarle la colaboración que en este momento quizás hubiera sido útil a
Vuestra Santidad. Por otra parte, la alegría de poder regresar a mi patria y
trabajar en favor de la pobre gente de mi pueblo natal. Deseo agradecer a
Vuestra Santidad con todo el corazón por la oportunidad, que me ha sido ofrecida,
de colaborar en su precioso servicio eclesial durante estos 19 años. He
recibido de Vuestra Santidad muchísimos y luminosos ejemplos de incondicional
servicio a la Iglesia, de fervoroso y valiente ardor apostólico, de entrega
total a la voluntad de Dios, de eximia piedad, de profundo e intenso amor a
Dios y a la Santísima Virgen. He admirado siempre los planes de la Providencia
que os ha suscitado en el momento oportuno para introducir su Iglesia en el
tercer milenio con una profunda carga de esperanza en la potencia y en la
presencia de Aquel que ha prometido estar siempre con nosotros y no dejar
prevalecer le portae inferi. Por todo esto, Santidad, quiero agradeceros. Y, al
mismo tiempo, pedir humildemente perdón si mi servicio no ha sido a la altura
de la tarea y de lo que se esperaba de mí. Desde mi pequeño pueblo en Venezuela
continuaré a servir con cotidiana oración su ministerio petrino, pidiendo al
Señor que continúe bendiciéndoos con los dones del amor de quien debe presidir
la asamblea de la caridad y poder confirmar a los hermanos. Me bendiga,
Beatísimo Padre,

Carta del Card.
Castillo al Papa Juan Pablo II sobre Mons. André Dupuy y la situación de
Venezuela Beatísimo
Padre, Ciudad del Vaticano, 26 de abril 2004 Le ruego me perdone si voy a
molestarle con la presente, pero la gravedad de la situación, que estamos
viviendo en Venezuela, me obliga a recurrir directamente a Su Santidad. Como Su
Santidad no ignora, el Presidente de Venezuela, aun cuando fue electo
democráticamente, desde el inicio ha utilizado un método cada vez más
despótico, por lo cual hoy nos encontramos en una real dictadura. Hemos tenido
que lamentar gravísimas violaciones de los derechos humanos, con prisioneros
políticos, varias decenas de muertos, torturas nunca vistas en Venezuela y
características del régimen hitleriano. La Iglesia, naturalmente fiel a su
misión, ha denunciado estas violaciones. Se han multiplicado las oraciones al
Señor para pedir el don de la paz y, como respuesta, el Presidente ha insultado
en repetidas ocasiones a la Jerarquía y especialmente a los Arzobispos y los
Obispos que han hecho sentir su voz. El Nuncio Apostólico, Mons. André Dupuy,
se ha comportado de forma encomiable. En dos ocasiones, ha hecho unas leves
críticas, a las cuales el dictador ha contestado violentamente, como es su
costumbre, porque no tolera ningún disenso. Ahora he visto en una publicación del
Gobierno que han pedido la remoción del Nuncio y que el Santo Padre, quien ve
con buenos ojos, según el gobierno, el proceso revolucionario que el Presidente
está efectuando en Venezuela, ya ha decidido su traslado. Esta disposición, si
fuese verdadera, me parecería gravísima y sería muy mal vista por el 80% de la
población, que rechaza decididamente el proyecto del Presidente, que no es otra
cosa sino la imposición, en Venezuela, del régimen comunista que Castro ha
establecido en Cuba. Puedo asegurar que este régimen es criminal y está fundado
sobre la mentira y el odio, que en estos cinco años el Presidente ha sembrado
abundantemente, tratando de introducir una lucha de clases desconocida en
Venezuela. Con la presente vengo a rogar a Su Santidad no ceder a estas
presiones y no retirar ahora al Nuncio Apostólico y, por lo menos, retrasar su
traslado hasta el final del año. No creo que, en este caso, se pueda seguir la
vieja Ostpolitik, que ha provocado tanto descrédito para la Santa Sede. No creo
que para la Iglesia en Venezuela sea útil ningún tipo de flaqueza frente a este
Gobierno. Seguro de la comprensión de Su Santidad, que ha experimentado sobre
su propia piel los desastrosos efectos de los regímenes comunistas, me atrevo a
esperar que Su decisión no entristezca a los venezolanos, que están sufriendo
en la espera de la liberación de este régimen opresivo. Si fuese necesario,
estoy a su disposición para darle explicaciones y elementos adicionales. De Su
Santidad Devotísimo hijo Cardenal Rosalio Castillo Lara
3.
Homilías
Homilía
en la Bendición del Santuario de María Auxiliadora de Güiripa, 5 de junio de
1955
María
Auxiliadora! Güiripa está de fiesta! Hoy han repicado las campanas más alegres
que nunca y su sonido melodioso ha subido hasta la cumbre para decir a todos la
grata noticia: venid, es la fiesta de Güiripa! Y todos se han puesto en
movimiento. Por los caminos de Aguafría y Cobalongo, por el plan del Socorro y
la Trinidad, por las laderas de la Esperanza y Tierra Negra, y hasta por la
sierra de Guambra y Bramador ha florecido un regocijo de vestidos domingueros
que querían festejar a la Virgen Auxiliadora. Y es que hoy es una fiesta para
la Auxiliadora de Güiripa. Se le bendice su nuevo Santuario. Para ello nos
hemos congregado aquí: para elevar unánimes nuestros corazones a la Madre de
Dios, mientras que la bendición de la Iglesia cae sobre estas piedras y
ladrillos para consagrarlos a la piedad y a la oración. Porque este primer
Santuario a María Auxiliadora en Venezuela es una muestra evidente de las
predilecciones de la Virgen. La llevaron, a veces, sus hijos, los salesianos,
como escudo de protección, y donde pusieron el pie, brotaron de inmediato la
capilla o el templo a María Auxiliadora, que debía ser corazón que comprende,
mano que acaricia, sombra que protege en las duras luchas de aquellos tiempos
heroicos. Pero en otras ocasiones como aquí en Venezuela no fueron los
salesianos los primeros. Se les anticipó ella misma a prepararles maternalmente
el camino. Y así, confiada a una estampa, a una imagencita, o a la simpatía del
Padre Arteaga, gran cooperador, vino a sentar sus reales en Venezuela, y
escogió para colocar su primer santuario... adivinad el sitio: el humilde valle
de Güiripa. Qué incomprensibles las predilecciones divinas! Qué recónditos
designios encierran sus planes! Por qué escogería la Virgen este humilde
caserío? Sin embargo, algún otro habría preferido la culta ciudad de Caracas,
abierta al progreso, o la hidalga Valencia, o la metrópoli del Zulia. Pero lo
cierto es que la Virgen se quedó en Güiripa, donde había gente humilde, buena y
sencilla, donde se ama el trabajo y no se conoce el rencor. Se quedó en el seno
de una patriarcal familia cristiana. Oh!, los hogares cristianos de antaño:
donde la fe era luz de las acciones y el amor de Dios caldeaba los afectos, y
la vida simple, morigerada y sin artificios se centraba en el eje divino de la
religión. El 31 de enero de 1896, mientras que en Turín celebraban solemnes
funerales en el octavo aniversario de la muerte de Don Bosco, en Güiripa, Don
Manuel Castillo, el jefe de la familia sembraba la primera piedra de una
capilla a María Auxiliadora la primera en Venezuela que, años más tarde,
abriría su blanca silueta, como una flor de esperanza y espiritualidad en el
centro del verde paisaje güiripeño. Sería hermoso si tuviéramos espacio poder
entretenernos en la historia de la Capilla. Surgió con ese estilo
característico que pone María Auxiliadora en sus obras: con la limosna del
pobre, la donación de muchos, el sacrificio de todos. Como que la Virgen quiere
que todos, habiéndose desprendido de algo, entren en la Iglesia como en casa
propia. Don Manuel Castillo trazó los planos, dirigió la construcción y recogió
las limosnas. En mis lejanos recuerdos de adolescentes no he olvidado la
impresión que nos dejaba la cálida voz de papá, al ponderarnos la entereza de
carácter y la hombría de bien de este abuelo, que no conocimos. Pero debía ser
muy piadoso con esa fuerte y confiada piedad montañera cuando la Virgen lo
premió llevándoselo pronto al cielo y robándole para el sacerdocio y para el
apostolado, el segundo de sus hijos, Lucas Guillermo, alumno entonces del
primer colegio salesiano de Venezuela. Y fue el mismo Padre Castillo, recién
ordenado y fervoroso, quien precisamente hace 50 años se iba a dar maña para
adornar la Capilla, dotarla de lo necesario y hacerla centro de peregrinaciones
y romerías. Y no podía ser de otro modo. Pero, al Padre Castillo lo hicieron
obispo y tuvo que abandonar su capilla. Desde los médanos corianos Mons.
Castillo había subido, años hacía, al trono arzobispal y primado de Caracas. En
el centro de su escudo había querido fijar el nombre de la Auxiliadora, y en el
corazón conservaba fresca la llamada de la humilde capilla de Güiripa que
presenciara los primeros, felices, tanteos de su celo sacerdotal. Francamente
le dolía que se la tuviera tan poco en cuenta; que los salesianos parecieran
ignorar que aquella era queriéndolo o no la primera capilla a María Auxiliadora
en Venezuela. Ha sido un prodigio de la constancia y del amor a la Virgen de
Mons. Castillo, que se empeñó en transformar la antigua capilla en moderno
santuario. Y lo ha hecho al estilo salesiano: dando lo propio y pidiendo lo
ajeno, confiando en la Providencia e implorando la caridad. Cada uno de los
objetos que la embellecen, las imágenes y los vitrales, el pavimento y las
luces, los cálices y ornamentos, todo, venido de tantas manos diversas, está
aquí para testimoniar la conjunción de dos simpáticos elementos: la angustiosa
búsqueda de Monseñor, que no pensaba sino en Güiripa y la generosidad
sacrificada de los donantes, muchos y escondidos. Y hoy qué elegante y moderna
se ve, con su recién estrenado reloj y su cúpula, donde los 21 vitrales tejen
una sinfonía de colores sobre el recogido presbiterio! Desde hoy no la podremos
llamar capilla, sino Santuario: el primero a María Auxiliadora en Venezuela!
Cómo sería hermoso poder llamar a concierto los recuerdos que se deben agolpar
en la mente de S. E. al evocar los años vividos por esta renovada Capilla de
Güiripa! La renovación del Santuario debe traer una renovación interior de
todos los güiripeños: que se hagan más buenos, más cumplidores de su deber, que
arreglen sus hogares y vivan como Dios manda. Pero este Santuario no debe ser
sólo para los güiripeños. Debe tener una proyección nacional. De hoy en
adelante debe ser centro espiritual también para Venezuela. Esta Virgen
Auxiliadora que se quiso hacer campesina en Güiripa para acercarse más a la
realidad venezolana, tiene las manos llenas de gracia. Es el momento de la
Auxiliadora! La hora de proteger a la Iglesia, de defender la fe ingenua del
pueblo contra las doctrinas malsanas. Y la Virgen, desde su trono güiripeño
está esperando sólo que la invoquemos. Providencial podemos considerar este
Santuario que enciende una nueva luz de esperanza en la geografía espiritual de
la patria. Sigamos el consejo de San Bernardo: Agarrémonos a esta Virgencita de
Güiripa y no la soltemos hasta que nos bendiga. Con su bendición nos iremos
tranquilos.

Homilía en el
funeral del Cardenal Ignacio Antonio Velasco, Caracas, 9 de julio de 2003
Venezuela
entera está de luto. Llora la muerte del Cardenal Ignacio Antonio Velasco,
quien fuera Arzobispo de la Arquidiócesis Metropolitana de Caracas. Por eso,
esta mañana, se ha congregado en la Santa Iglesia Catedral toda la Venezuela
católica, representada por sus Obispos y por el numeroso grupo de fieles que
han acudido para dar el último adiós al que fuera su pastor solícito y a
rogarle a Dios le conceda, con el eterno descanso, el premio a sus fatigas
apostólicas. Miles de personas han desfilado ante el féretro del Cardenal en
estos días, expresándole fervorosamente su cariño, su adhesión y su dolor.
Hacía estridente contraste con esta multitudinaria manifestación de fe, la
bochornosa escena de un grupo de personas que, faltando al respeto debido al templo
y a la luctuosa circunstancia, con insultos a la Iglesia y a los fieles y
vandálicas acciones, ofendían la memoria del ilustre purpurado y ofrecían un
tristísimo espectáculo que ha transcendido los límites patrios y manchado
internacionalmente la imagen de Venezuela. La pasiva actitud de los órganos de
seguridad era señal de impotencia o complicidad. Nos congrega hoy aquí, el
postremo adiós al pastor de la Arquidiócesis. El Obispo, como todos saben, es
el pastor de una Iglesia Particular, sucesor de los Apóstoles, encargado, como
ellos, de anunciar sin descanso el evangelio, dar testimonio con su fe de la
resurrección de Cristo y pastorear el rebaño que le ha sido confiado.
Jesucristo prometió solemnemente a sus apóstoles y discípulos que no los dejaría
solos. Yo estaré con vosotros todos los días hasta la consumación de los siglos
(Mt. 28, 20). Esa presencia salvífica de Dios en su Iglesia se manifiesta en
diversos y eficaces modos: en la Palabra anunciada, en el Sacramento inefable
de la Eucaristía y en los pastores que ha puesto al frente de la grey para
prolongar, por medio de ellos, su acción salvadora. Como enseña claramente el
Concilio Vaticano II en la Constitución Lumen Gentium en la persona de los
Obispos, a quienes asisten los presbíteros, el Señor Jesucristo, Pontífice
supremo, está presente en medio de los fieles (L.G. nº 21). Esa presencia de
Cristo no es algo puramente retórico, un título honorífico, sino que es la
esencia misma de un servicio prestado a los fieles, que Cristo ha querido hacer
Él mismo por medio de personas escogidas de entre el pueblo, que el Sacramento
del Orden ha constituido pontífices y les ha dado la maravillosa capacidad de
actuar en su nombre, hacer presente su persona. Por eso en los Obispos, es
Cristo mismo quien pastorea a su grey. Esa acción pastoral se manifiesta
principalmente en las tres funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey, que
son conferidas al Obispo al recibir la consagración episcopal. El sacramento
que recibe le confiere la plenitud del sacerdocio. Debe pues, como maestro,
enseñar y defender la verdad. Debe esforzarse en santificar a los fieles,
haciéndolos participar de los sacramentos y de la gracia que confieren y, como
pastor, debe ayudar a los fieles a mantenerse en el camino de la fe y cumplir
las exigencias que esta fe impone en el comportamiento individual y social.
Pero la acción del Obispo no se encierra dentro de la sacristía o en los
estrechos límites de la acción litúrgica. Viviendo los fieles en el mundo y
siendo parte de la sociedad, debe el Obispo ayudarlos a ser un fermento
positivo para que la sociedad sea cada vez más humana, más recta, más en
armonía con el plan de Dios. Después de haber aludido a la función del Obispo,
dediquemos unas palabras a la persona del Cardenal Ignacio Velasco. Había
nacido hace 74 años en Acarigua en 1929 de una familia trabajadora y honrada.
Sus estudios lo llevaron al Colegio Don Bosco de Valencia, donde ese gran santo
educador le ganó el corazón y lo admitió en sus filas. Profesó como salesiano
en 1945, a los 16 años y, diez años después, en 1955, fue ordenado sacerdote en
Roma en la Basílica del Sacro Cuore, que Don Bosco había construido a petición
del Papa León XIII. Hizo brillantes estudios en Filosofía, en el entonces
Pontificio Ateneo Salesiano en Turín y en Teología en la Pontificia Universidad
Gregoriana en Roma. Como salesiano se dedicó plenamente a la educación de los
jóvenes. Fue brillante Director de importantes Colegios como el Santo Tomás de
Aquino de Valera, el Don Bosco de Valencia y el Liceo San José de los Teques.
El afecto incondicional de numerosos exalumnos atestigua el éxito de su
trabajo. En 1978, para suceder a su compañero José Vicente Henríquez, hoy
Obispo emérito de Maracay, fue nombrado Superior Provincial de los Salesianos en
Venezuela. Posteriormente fue elegido, en el Capítulo General, Superior
Regional de los Salesianos en Méjico, Centro América, Antillas y los países
bolivarianos. Ello representaba un exigente trabajo que requirió constantes
esfuerzos y le dejó una rica experiencia en el conocimiento de personas y de
variadas situaciones. En 1989 fue nombrado, por el Papa, Vicario Apostólico en
las misiones que los salesianos llevan en Puerto Ayacucho y ordenado Obispo. Al
servicio pastoral de Puerto Ayacucho se le añadió, algunos años más tarde, la
atención pastoral de la Diócesis de San Fernando de Apure. En 1995 fue
nombrado, por el Santo Padre, Arzobispo de Caracas para suceder al Cardenal
José Alí Lebrún, que en gloria esté. La Arquidiócesis de Caracas, con cerca de 5
millones de habitantes, representaba un enorme desafío. Con su temperamento
decidido y emprendedor y esa astucia llanera, pero, sobre todo, con su
acendrada fe y amor a Jesucristo y con su inquebrantable confianza en María
Auxiliadora, se entregó de lleno a su trabajo. Fue un pastor humilde y sencillo
que amaba sinceramente a sus sacerdotes y a los demás fieles cristianos,
dispuesto a sufrir por ellos y afrontar graves dificultades. El mayor obstáculo
de esa acción pastoral lo constituía la dolorosa escasez de sacerdotes y
agentes pastorales que pudieran atender, debidamente, las innumerables
exigencias pastorales y necesidades en el aspecto humano y social. Para un
Obispo no hay dolor más grande que el constatar que hay muchos que claman por
el pan de la palabra de Dios y de los sacramentos y que no haya quien se lo dé.
Por eso el Cardenal, con la ayuda de óptimos colaboradores, trató de
multiplicarse en la atención, en primer lugar, a los sacerdotes y en la
coordinación de los esfuerzos pastorales. En el año 2001 el Santo Padre lo
nombró Cardenal de la Santa Romana Iglesia. Un título muy honorífico, pero
también una acrecentada exigencia, porque los Cardenales, además de electores
del Sumo Pontífice, son sus primeros consejeros y auxiliares. Contemporáneamente
con el nombramiento de Cardenal se le declaró una grave e incurable enfermedad
que ha marcado dolorosamente esos dos años, hasta llevarlo a la tumba. El
Cardenal soportó su enfermedad con gran entereza de ánimo, ayudado por los
médicos y por personas allegadas a él y colaboradores que como ángeles que el
Señor pusiera a su lado, logró llevar con discreción y gran valentía sus
dolores y sufrimientos, tratando de llevar con fe esa pesada cruz, evitando que
pudiera obstaculizar su función de pastor. Era un calvario que recorría
diariamente, tratando que la sonrisa no se transformara en mueca de dolor y
que, en lo posible, no mermara su necesaria presencia de pastor. Ese período
coincidió con la gravísima situación que vive el país, a la que no puedo menos de
aludir. Una pertinaz e irresponsable siembra de odio ha calado en algunos
sectores y está dando ingentes frutos de violencia y de terrorismo. Con la
intención, quizás, de favorecer un proyecto político, se ha recurrido a una
serie de actitudes y medidas contrarias a valores éticos fundamentales que
ponen en peligro aspectos esenciales del ser y de la conducta humana. Se han
creado divisiones, levantado muros y cavado abismos que, de no superarse, ponen
en peligro la vida misma de Venezuela como nación. Ante esa situación, la
Iglesia, madre y maestra, tenía que hacer oír su palabra y los Obispos lo
hicieron, respondiendo a un clamor universal y ello fue considerado, por
algunos, como intromisión en la política, olvidándose que interesarse por la
cosa pública y expresar un parecer al respecto, es derecho elemental en
cualquier democracia y, por otra parte, que a la Iglesia compete el derecho,
como enseña la Constitución Gaudium et Spes del Concilio Vaticano II, de
ejercer su misión entre los hombres sin traba alguna y dar su juicio moral,
incluso sobre materias referentes al orden político, cuando lo exijan los
derechos fundamentales de la persona o la salvación de las almas (GS 76). Esa
siembra de odio ha producido hondos resentimientos sociales, absurdos enfrentamientos
y manifestaciones de violencia, además de homicidios y atentados terroristas,
cosas netamente contrarias al temperamento del venezolano y a su genuina
tradición de fraternidad. Como remedio eficaz a estas dolorosas situaciones, la
Iglesia, además de excitar a la reconciliación, el perdón y la paz, ha invitado
insistentemente a los fieles a que le pidan a Dios Todopoderoso, Padre benigno
y misericordioso, ese don indispensable de una verdadera paz y que no se
pierdan ni se olviden los fundamentales principios éticos que hacen posible y
fructuosa una convivencia humana. Esa paz que nosotros aquí, en nuestra vida
terrena, deseamos ardientemente y esperamos confiadamente, la gozará nuestro
hermano Ignacio Antonio en plenitud, en otra dimensión, al llegar a la Patria
verdadera. Me impresionó siempre, en la galería lapidaria del Vaticano, la
lacónica sencillez de los epitafios que los primeros cristianos ponían en las
tumbas: una minúscula losa marmórea en la que debajo del nombre de la persona
destacaban sólo dos palabras: In pace. Era la aspiración suprema al traspasar
los umbrales de la eternidad: gozar de la paz, que no era simplemente la
ausencia de guerra, de disgustos, de tribulaciones, sino que era la plenitud de
todo bien, que se iba a gozar en esa verdadera patria donde no tenían cabida el
dolor y la tristeza y donde la suprema felicidad de entrar en ese
inconmensurable océano del amor de Dios nos colmará de una alegría sin pesares,
de un día sin atardecer, de un amor nunca agotado ni empañado. Es lo que
deseamos a nuestro hermano, el Cardenal Ignacio Antonio Velasco cuando le
decimos: Descansa en paz!

Homilía en la
Clausura del Año Coromotano, Guanare, 11 de enero de 2004
Queridos
hermanos, Venezuela católica toda, en la persona de sus Arzobispos y Obispos y
de numerosos fieles se ha congregado hoy en este grandioso Santuario nacional
de Ntra. Sra. de Coromoto para clausurar el Año a Ella dedicado. Durante este
Año la Iglesia peregrinante en Venezuela ha querido, por medio de frecuentes y
fervientes oraciones y actos de culto, implorar la especial protección de la
Sma. Virgen en estos difíciles momentos de nuestra historia. Se ha escogido
este lugar porque aquí se manifestó, en los albores de nuestra historia, con
maravilloso resplandor, la protectora solicitud de la Santísima Virgen María.
Hace 351 años, según autorizados datos históricos, la luminosa dulzura maternal
de la Virgen María, bajo la figura de una hermosísima Señora se hizo presente,
repetidas veces, al cacique de los indios Coromotos, invitándolo a acoger la fe
y la salvación que le ofrecían las aguas bautismales. Y, para vencer su
resistencia, le dejó en la mano airada, que pretendía atraparla, una preciosa y
milagrosa imagen que toda Venezuela venera con amor filial. La hermosa historia
de maternal solicitud por un pueblo que estaba por nacer, que evoca esa
diminuta imagen, ha penetrado hondamente en la conciencia católica y mariana de
Venezuela. Conmueve la premurosa solicitud de la Santísima Virgen por llevar a
la fe esos aborígenes destinados a formar, junto con otras razas, la Nación
venezolana. Por eso se ha visto siempre, en Nuestra Señora de Coromoto, la
defensora y protectora de la fe, como rezaba la conocida jaculatoria Virgen de
Coromoto, defiende y aviva la fe del pueblo venezolano. Por la difusión que ha
tenido la devoción a Nuestra Señora de Coromoto, y por el hecho histórico,
decidieron los Obispos de Venezuela, el 4 de mayo de 1942, proclamarla Patrona
de Venezuela, seguros de que ese Patronato será fuente para el País de
incontables beneficios, siendo uno de ellos el avivar la fe cristiana en todo
el territorio de nuestra amada Patria (Porras Baltazar, Conferencia Episcopal
Venezolana, Compilación, 141). Ese decreto episcopal, como lo exigía el derecho
canónico, fue sometido a la ratificación del Sumo Pontífice, quien, el 7 de
octubre de 1944, emitió el decreto confirmatorio:... por la plenitud de nuestra
apostólica potestad decía el decreto confirmamos, constituimos y declaramos la
Santísima Virgen María de Coromoto en Guanare, CELESTE Y PRINCIPAL PATRONA de
la República de Venezuela. Monseñor Lucas Guillermo Castillo, Arzobispo de
Caracas, al comunicar el decreto pontificio exhortaba: Al continuar depositando
en la Augusta Madre de Dios nuestra filial confianza debemos demostrar que
somos consecuentes con su celestial patrocinio y cada uno de los venezolanos,
como hijos de esta tierra, puesta para siempre bajo el manto de Nuestra Señora
de Coromoto, debe exteriorizar, en una renovación de fe y en un mejoramiento de
cristianas costumbres, la gratitud y el amor a la que es vida, dulzura y
esperanza de Venezuela (Hno. Nectario María, La maravillosa historia de Ntra.
Sra. de Coromoto, Madrid 1975, 195 ss.). Desde los tiempos más antiguos
recuerda el Concilio Vaticano II la Santísima Virgen es venerada con el título
de Madre de Dios, a cuyo amparo, los fieles suplicantes se acogen en todos sus
peligros y necesidades (LG 66). Nace así esa universal geografía mariana, que
muestra la variada floración de capillas y santuarios donde, bajo diversas
advocaciones, se invoca a la Virgen y se le rinde un culto garantizado, a veces
desde sus comienzos, por numerosos milagros y favores. La Virgen es, pues, así
para el pueblo de Dios peregrinante signo de esperanza cierta y de consuelo (LG
68) A la sombra de esos santuarios, y en la esperanza de los fieles
suplicantes, florece ese hermoso ramillete de letanías que ensalzan a la Virgen
como puerta del cielo, estrella de la mañana, trono de la sabiduría, causa de
nuestra alegría, salud de los enfermos, consoladora de los afligidos, refugio
de los pecadores y auxilio de los cristianos. Pero es, sobre todo, el título de
Reina y Madre de misericordia el que mejor retrata la actitud y la acción
maternal de la Sma. Virgen hacia nosotros los desterrados hijos de Eva. La
Virgen María, por su concepción inmaculada, por ser llena de gracia y por su
preservación de todo pecado, ha sido la criatura humana con más capacidad y
fuerza para amar. La gracia es el amor de Dios que circula como linfa vital, por
todo el cuerpo místico y María estaba llena de gracia. Su amor estaba
concentrado en Dios y crecía continuamente; no se perdía, como nos sucede a
nosotros, por los mil vericuetos y sinuosidades que cada día se nos presentan.
Y ese amor iba creciendo día a día. Y cuando, en la cúspide del Calvario, ella,
al pie de la cruz, unió su amor al supremo de Jesús, y amó hasta el final. Y
cuando en la persona de Juan, la hizo Madre de todos nosotros, su corazón se
dilató casi al infinito y fue capaz, desde entonces de amarnos a todos, de
echarse a cuestas el pesado fardo de nuestras ansias y esperanzas, de nuestras
tribulaciones y dolores, de nuestros alejamientos y retornos. Por eso es la
Madre del Amor hermoso, la madre de misericordia, porque el Amor de Dios que la
impregnó es para nosotros siempre y sólo misericordia. Hoy venimos, madre de
misericordia, como peregrinos llenos de esperanza y urgidos de consuelo a
presentarte a Venezuela, enferma y herida, para que tu mano misericordiosa sane
sus heridas y recupere la salud. En los últimos años se ha pretendido imponer
con la fuerza, el engaño y la mentira un proyecto político anacrónico y absurdo
que ha cosechado solo ruina, destrucción y esclavitud, donde con la tiranía se
lo ha impuesto. Se ha sembrado en modo pertinaz el odio y la violencia y se han
cosechado solo los tristes frutos de más de 10.000 asesinatos al año, la
violación constante de fundamentales derechos sin que haya instituciones para
defenderlos y ha aumentado peligrosamente a niveles insostenibles, la pobreza y
el desempleo. Y a la pérdida de tantos valores humanos y éticos, y a la
violación de tantos derechos fundamentales se ha añadido, últimamente, la
profanación de venerandas imágenes de la Sma. Virgen, lo que hiere hondamente
el sentir del pueblo venezolano y su amor a la Sma. Virgen. Queremos hoy
presentarle, a nuestra excelsa y celestial Patrona, estas nuestras
tribulaciones y nuestras esperanzas. Le pedimos por su pueblo, que lo proteja y
defienda, derrote la pobreza y le dé el bienestar a que justamente aspira y
tiene derecho. Que tengamos un régimen de verdadera libertad y democracia,
donde todos puedan ser constructores de su país, pero, sobre todo, le pedimos
que le devuelva la anhelada paz, que todos podamos vivir unidos como hermanos
que somos, que haya paz con justicia, que cese el odio, que aprendamos a vencer
el mal a fuerza de bien, como enseñó San Pablo, a perdonar y no a vengarnos,
que no se apague nuestra esperanza y que vivamos nuestro ser cristianos de un
modo coherente y activo. Oigamos, para concluir, las palabras que Su Santidad
el Papa Pío XII dirigió desde Roma, vía Radio, al pueblo venezolano reunido
aquí el 11 de septiembre de 1952 en ocasión del Tercer Centenario de la
Aparición de la Virgen y de la coronación por el Cardenal Manuel Arteaga,
Legado pontificio y que conservan toda su actualidad: Aclamadla, sí, aclamadla,
amadísimos venezolanos, como medio principal de que la divina Providencia se
valió para llevaros el beneficio inestimable de la fe! Pero quienes ya la poseéis,
los que os decís hijos de una nación católica, corred ante su trono de amor y
de gracia, pidiéndole que os la conserve y os la consolide libre de las
influencias malsanas que buscan ponerla en peligro. Pedidle que la Iglesia,
fundada por su Divino Hijo para salvación de vuestras almas, pueda hacer llegar
a todas partes el beneficio inestimable de la educación cristiana sin trabas de
ninguna clase; que la familia, célula fundamental de toda sociedad, se salve de
la carcoma que la corroe manteniendo intacta su santidad y unidad; que la
caridad de Cristo triunfe en las relaciones sociales, haciendo llegar a todos
los beneficios del justo progreso y del razonable bienestar; que no arraiguen
jamás en el pródigo terruño venezolano doctrinas extrañas, especialmente
aquellas que ofenden a Ella y a su precioso Hijo, negándoles las más excelsas
de sus prerrogativas, y que, reconociendo todos su verdadera maternidad, todos
se sientan hermanos en Jesucristo, hijos de un mismo Padre que está en los
Cielos, que pueden y quieren vivir en paz para dar al mundo, agitado por el odio
y la violencia, el ejemplo de una nación que sabe gozar de los beneficios de la
fraternidad cristiana. Hazlo así Tú, madre amorosísima de Coromoto, Reina del
pueblo venezolano, que te dignaste honrar con tu presencia, salvaguardia
invencible de su fe! (Hno. Nectario María, op. cit. 358 s.).

Homilía en la
fiesta de la Divina Pastora, Barquisimeto, 14 de enero de 2006
Hoy,
no solo Barquisimeto y el estado Lara, sino toda Venezuela se ha hecho presente
en esta millonaria manifestación de amor y devoción a la Divina Pastora de
Santa Rosa. Hace 270 años que la Divina Providencia, en sus misteriosos planes,
quiso cambiar la estatua de la Inmaculada Concepción que había sido encargada a
España por otra de la Divina Pastora que, desde entonces, apacienta
amorosamente su grey larense. La figura del pastor, de honda raigambre bíblica,
la escogió Nuestro Señor Jesucristo para describir, de modo real e incisivo, el
cuidado solícito y salvífico que tenía por sus discípulos y seguidores, y que
sus colaboradores deberíamos imitar en el cuidado de los fieles cristianos.
Jesucristo se define el Buen Pastor, que conoce a sus ovejas y ellas lo conocen
y siguen su voz. El Buen Pastor lleva sus ovejas a fértiles y abundantes
pastizales y, si una se extravía por cañadas oscuras, la busca hasta
encontrarla, y, si es necesario, se la carga sobre los hombros hasta llevarla
al redil. Está dispuesto a dar la vida por sus ovejas. El título de pastor bien
puede aplicársele a la Santísima Virgen María, por ser Madre del Buen Pastor y
por haber recibido, al pie de la cruz, la misión de ser Madre de todos los
cristianos. La Virgen asume esa función pastoril con maternal ternura y gran
propiedad. Bien podemos decir que se desvive por sus ovejas; vela por ellas,
las sigue, se interesa por sus necesidades y trata de aliviar sus dolores. La
gran popularidad y la gran devoción que la Divina Pastora ha suscitado entre
los larenses es una comprobación de los favores que hace continuamente a sus
fieles. Hoy se conmemoran los 150 años de una milagrosa intervención de la
Divina Pastora a favor de sus fieles barquisimetanos. En 1856 una terrible epidemia
de cólera azotaba cruelmente a los habitantes de esta ciudad. Eran muchos los
que caían gravemente enfermos y morían bajo el terrible flagelo, sin que se les
pudiera encontrar eficaz remedio, ni se vislumbraba un cercano fin a la
epidemia. Ante esa tragedia, el Pbro. José Macario Yépez, muy apreciado por la
colectividad, que había construido la iglesia de la Inmaculada Concepción, de
la cual era párroco, propició una visita de la Divina Pastora desde el pueblo
de Santa Rosa hasta Barquisimeto. La procesión concluyó en la Iglesia de la
Concepción, donde se celebró la Sagrada Eucaristía. En la conmovedora homilía,
el Padre Yépez se ofreció como víctima propiciatoria para que cesase la
epidemia. La Virgen aceptó la ofrenda y la epidemia desapareció. Desde
entonces, en recuerdo y agradecimiento por el favor especial de la Divina
Pastora, se realiza la hermosa procesión que, cada año, reúne más devotos y
cosecha más gracias recibidas. La Santísima Virgen, por su función misma de
Madre y Pastora, sigue con maternal solicitud a sus fieles devotos, los cuida y
defiende, aleja de ellos los peligros y busca su salvación. Este es un momento
favorable para pedirle gracias a la Divina Pastora. Ella está dispuesta a
ayudarnos. Cada uno tiene sus problemas personales y estará pensando qué favor
pedirle a la Virgen: la curación de un enfermo, la solución de un problema
familiar, o cualquier otro. En esta solemne ocasión deseo proponerles que todos
juntos le pidamos fervorosamente a la Divina Pastora que salve a Venezuela. Nos
encontramos en una situación de extrema gravedad como muy pocas en nuestra
historia. Un gobierno elegido democráticamente, hace siete años, ha perdido su
rumbo democrático y presenta visos de dictadura, donde todos los poderes están
prácticamente en manos de una sola persona que los ejerce arbitraria y
despóticamente; no para procurar el mayor bien de la nación, sino para un
torcido y anacrónico proyecto político: el de implantar en Venezuela un régimen
desastroso como el que Fidel Castro, a costa de tantas vidas humanas y del
progreso de su nación, ha impuesto a Cuba. Los siete años de gobierno ofrecen
abundantes muestras de cómo será el futuro de Venezuela si este régimen se
perpetúa. Los principios fundamentales de la democracia son ignorados o
violados. Los derechos humanos se ven frecuentemente menoscabados. La libertad
de expresión es restringida y amenazada con disposiciones legales para lograr
la autocensura. La disidencia, apenas tolerada, es, en muchos casos,
perseguida. Los tribunales sentencian injusticias en nombre de la ley; hay
varias decenas de prisioneros políticos, mientras la delincuencia común aumenta
y ofrece un trágico saldo de más de diez mil homicidios por año. La corrupción
que se había propuesto eliminar radicalmente, se multiplica ante el silencio y
la inactividad complaciente del Contralor General de la República hasta
producir varios miles de nuevos ricos millonarios. Al mismo tiempo crece la
pobreza, abunda el desempleo, trágica situación que las llamadas Misiones
logran apenas disimular. El odio sembrado, tenaz e irresponsablemente, amenaza
hacer de los venezolanos, entre sí, irreconciliables enemigos y lleva la
división y enfrentamiento hasta en el seno mismo de las familias. Para colmo,
el Consejo Nacional Electoral, espurio en su origen y fraudulento en su
actuación, ha quitado a casi la totalidad de los venezolanos toda confianza en
votos y elecciones. Por otra parte, el altísimo precio del petróleo que
permitiría solucionar muchos problemas está siendo utilizado a través de ultra
millonarios regalos para obtener de otras naciones una incierta fidelidad
política, mientras en Venezuela se siente, dolorosamente, la falta de
intervenciones y trabajos para acondicionar los hospitales desprovistos de lo
necesario, de reparar las vías de comunicación, las calles de las ciudades, la
construcción de viviendas y centros educativos, etc... Estas breves pinceladas
no tienen la intención de ofrecer una exhaustiva información que no encontraría
aquí su lugar ni el momento apropiado, sino la de ayudar a tomar conciencia de
una gravísima situación que bien puede compararse con la epidemia de peste que
hace 150 años motivó la intervención milagrosa de la Divina Pastora. Ante la
triste situación que vivimos y ante el peligro de que, si el pueblo venezolano
no toma conciencia de su gravedad y no se pronuncia categóricamente a favor de la
democracia y la libertad, nos encontraremos sometidos a una dictadura de tipo
marxista, vamos a pedirle, todos unidos, a la Divina Pastora: Virgen Santísima,
que en nuestra historia has manifestado muchas veces tu benevolencia y cariño
por este pueblo, te pedimos que no nos abandones en este momento!. Nuestro
Señor Jesucristo ha querido, quizás, darnos una dura lección por nuestras
infidelidades, por no haber sabido aprovechar los dones que nos dio de una
naturaleza tan fértil y rica, de una población inteligente, trabajadora y
generosa, y por no haber ayudado debidamente a los más necesitados y no haber
vivido limpiamente nuestra fe cristiana. Apóyanos, dulce Divina Pastora, a
aprender la lección y danos a todos la claridad de la mente para conocer y evitar
el peligro, y la fuerza para superar democráticamente este momento difícil.
Consíguenos el don de la paz, de la reconciliación, de la conversión y danos la
alegría de la recuperada libertad. Así sea.
Homilía en su
último cumpleaños, Güiripa, 4 de septiembre de 2007
El
Evangelio de S. Lucas, que acabamos de proclamar, nos presenta una queja de
Nuestro Señor Jesucristo por la falta de agradecimiento de los que recibieron
de él el beneficio de la curación de la lepra. Esa queja de Nuestro Señor
resuena continuamente porque Dios nos colma de bienes de muchísimos modos, los
mayores de los cuales no nos logramos dar cuenta, pero es la bondad de Dios que
cuida de nosotros y nos ayuda, nos sigue, nos defiende y nos protege. La fecha
que estoy celebrando es una fecha, diría, obligada al agradecimiento. No es
ninguna obligación, sino una expresión sincera del corazón. Es muchísimo lo que
tengo que agradecerle a Dios, y que quiero confrontar en mi corazón en este
momento. Al cumplir tantos años de vida, que nunca pensé que iba a tener, mi
agradecimiento comienza por la familia, un regalo que Dios me ha hecho, el más
grande quizás, el de la familia cristiana, muy cristiana, muy unida. En todos
estos años hemos podido mantener una unión que muchos quizás nos envidian, pero
que tienen sus raíces en las enseñanzas de papá y mamá. Antes que la familia, y
ayudada por ella, es la fe cristiana, que nuestros padres y abuelos
practicaron, vivieron con mucha honestidad y, sobre todo, con mucha
perseverancia. Y engarzada en la fe, la vocación que Dios me dio de ser
salesiano y encontrar en la Congregación Salesiana, no sólo en Don Bosco sino
también en los superiores aquí en Venezuela, especialmente en el Padre Ojeda,
la plenitud de lo que yo podía desear. Como salesiano, Dios me fue llevando por
caminos que nunca había soñado ni imaginado y llegué a puestos muy altos en la
Congregación Salesiana, que fueron no sólo ocasión de servicio sino también de
enriquecimientos espirituales, porque he sentido siempre muy fuertemente, a
través todos estos años de mi vida, que mi vida es fundamentalmente salesiana;
nunca quise dejarla a un lado ni habría querido a no ser que, obligado, tuve
que asumir los cargos de Obispo y después, mas adelante, trabajando en Roma, en
El Vaticano. Todo eso representa una serie enorme de beneficios de Dios y yo
quisiera pedirles a ustedes que me ayuden, en la celebración de esta
Eucaristía, a darle gracias a Dios. Nunca nuestras gracias llegarán a igualar
sus beneficios, pero son una manifestación no obligada, espontánea, del corazón
a Dios: Gracias, Señor!. Doy gracias a Dios por haber nacido en Venezuela y en
Güiripa, que yo llamo la patria chica de María Auxiliadora en Venezuela. Lo fue
un tiempo, lamentablemente hoy ya no lo sigue siendo, pero de todos modos la
voluntad de Dios estaba allí al querer que, en este lugar, se edificara la
primera capilla y el primer Santuario dedicado a María Auxiliadora en
Venezuela. Pero, además, el haber nacido en Venezuela, una Patria que desde
siempre he amado ardorosamente y que, por designios misteriosos de Dios, nunca
había podido servir y que ahora veo en una situación sumamente grave, que me
llena de dolor y de preocupación. Todos esos motivos, hermanos, nos invitan a
darle gracias a Dios. Recuerdo que un salesiano, Monseñor Cagliero, cuando fue
nombrado Obispo estaba preocupado y el Nuncio simplemente le dijo unas palabras
del salmo: Deja tu preocupación en las manos de Dios. Pues bien es lo que
nosotros, en este momento, debemos hacer. Que la Virgen de Güiripa, María
Auxiliadora, nos ayude en este camino, que dé eficacia a la acción de gracias
que le presentamos al Señor y nos ayude a vivir los años que su bondad quisiera
darnos, siempre fieles a Dios en el camino al que nos ha llamado. Así sea.
4. ENTREVISTAS Y ARTÍCULOS
Entrevista,
18 de diciembre de 2003 (El Mundo)
Cómo
ve la relación del pueblo venezolano con la Iglesia católica? Sigue siendo la
Institución con mayor credibilidad en estos momentos de crisis política, social
y económica? Permítame precisar una cosa. La Iglesia católica es el conjunto de
todos los bautizados y en ella hay los Pastores, o sea, el clero, que forman la
jerarquía, y los fieles. Todos juntos forman el Pueblo de Dios. Quizás su
pregunta se refiere a la relación con la Jerarquía. Me parece que es muy buena.
El pueblo venezolano tiene una fe viva, conservada en estos dos siglos pasados
no obstante las muchas dificultades. El pueblo aprecia a sus pastores, los
escucha y, aunque no sea muy instruido, conserva una religiosidad sencilla.
Sobre la credibilidad pienso que la conserva, al menos eso aseguran los sondeos
de opinión.
Se
habla que un 30% del clero está con el presidente Chávez, qué piensa usted de
esto?
Si
estar con el presidente Chávez significa reconocerlo como Presidente elegido legítimamente,
creo que no sólo el 30 % sino todo el clero lo reconozca. Si, en cambio,
significa compartir su proyecto político y estar contento de su gestión
gobernativa, no lo creo. Todos los sacerdotes somos sensibles por lo que
signifique ayudar a los pobres en la educación, capacitación al trabajo,
mejoramiento de su condición económica, defensa de sus derechos, etc. En
efecto, la Institución que de modo más efectivo trabaja por los pobres es la
Iglesia. El Presidente Chávez, en su propaganda electoral, había anunciado muy
buenas intenciones en combatir la pobreza y mejorar las condiciones de los
pobres. Y eso le mereció que no pocos sacerdotes votaran por él: pero esas
promesas no se cumplieron y el sueño del presidente de anclar la nave de
Venezuela en el mar de la felicidad de Cuba no creo que pueda suscitar la
simpatía de ninguno.
Qué
opinión personal tiene del presidente Chávez? Una respuesta adecuada se
llevaría toda la entrevista, por eso prefiero no responder.
Por
qué la Iglesia no toma otra vez la iniciativa para crear un diálogo nacional
para la paz y la convivencia?
Cualquier
diálogo, para tener probabilidades de éxito, requiere en ambas partes una
disponibilidad al cambio cuando la verdad objetiva así lo aconseje. Si la
posibilidad de cambios se excluye a priori y no se está dispuesto al cambio, el
diálogo es inútil. Pero lo que hace falta para la paz no es un diálogo sino la
convicción de que todos, como venezolanos y como cristianos, somos hermanos,
debemos respetarnos aunque podamos tener ideas muy diversas y hasta
diametralmente opuestas. Si cada uno está convencido de esa verdad y está
dispuesto a perdonar las ofensas recibidas y, por su parte, a no ofender, la
paz se realiza inmediatamente. Y pienso que eso es lo que busca la Iglesia al
recordarnos que una exigencia fundamental de nuestra fe es la de amarnos como
hermanos y, por consiguiente, nos exhorta a perdonarnos mutuamente, a ayudarnos
y a vivir pacíficamente. El presidente, por el contrario, ya desde su
propaganda electoral, y luego continuamente, ha usado un lenguaje violento, ha
incitado al odio y no se ha comportado como el presidente de todos los
venezolanos sino como el jefe de un partido. Y esa actitud parece que le es
connatural porque no la abandona. A los tres meses de su elección le dije a un
periodista en el Estado Aragua y lo repito a menudo, que la siembra de odio es
muy peligrosa y es esencialmente contraria al concepto de Nación, donde todos
caben y tienen sus plenos derechos cualquiera que sea su ideología o su posición
política.
Sigue
manteniendo relación con los Salesianos?
Naturalmente.
Yo soy ciento por ciento salesiano y nunca he dejado de serlo. Cuando hace 30
años me nombraron Obispo, no perdí mi condición de salesiano. No estoy sometido
a la obediencia al Superior salesiano sino al Papa y no quedé obligado a
observar ciertas normas que no eran compatibles con mi nueva condición, pero
quedo salesiano con todos mis derechos y mis otros deberes. Cuando la reforma
del CIC, en la que me tocó actuar directamente como Secretario de la Pontificia
Comisión para la reforma del Código, quedó establecido eso en el canon 705: El
religioso elevado al episcopado sigue siendo miembro de su Instituto, pero, por
el voto de obediencia está sometido exclusivamente al Romano Pontífice y no le
obligan aquellos deberes que él mismo juzgue prudentemente, como incompatibles
con su condición. Pero, por lo demás, mantengo muy cordiales relaciones con los
Superiores Mayores en Roma, con los salesianos en Venezuela, con otros en
Europa y América Latina que conocí durante los seis años que fui miembro del
Consejo Superior de los Salesianos.
Qué
razón existe para que José Gregorio Hernández no sea santo?
Desde
hace unos 18 años se aprobó la heroicidad de sus virtudes y es, por
consiguiente, Venerable. Para ser declarado Beato, que es el próximo paso, hace
falta sólo que se presente un milagro y que éste sea aprobado. Lo que falta es
pues el milagro. Quisiera por eso exhortar a los católicos que lean esta
entrevista que colaboren en difundir entre sus amigos y conocidos la necesidad
de pedirle gracias al Venerable José Gregorio Hernández y, al recibirlas, si
las consideran como milagros, lo comuniquen inmediatamente al párroco para
reunir la necesaria documentación.
Es
usted un Cardenal retirado o sigue trabajando?
Vamos
a precisar lo de retirado. Cuando cumplí los 75 años, usando la facultad que me
concedía el Derecho Canónico, le presenté al Santo Padre la renuncia del cargo
de Presidente de la Pontificia Comisión para el Estado de la Ciudad del
Vaticano, que desempañaba, y le pedí que me permitiera regresar a Venezuela. En
ese sentido puede decirse que me retiré, pero he seguido colaborando
activamente con el Santo Padre. En los años pasados tuve que ir a Roma, cada
año no menos de 3 veces, porque formaba parte de organismos o comisiones a
cuyas reuniones debía tomar parte. En el año 2000 fui nombrado presidente de
una comisión de juristas para la reforma de la Ley Fundamental del Estado de la
Ciudad del Vaticano, trabajo que se llevó a cabo en el término de dos años y
cuyo resultado le entregué personalmente al Santo Padre. Mantiene lazos
afectivos con el Vaticano? Ciertamente! Estuve viviendo en Roma durante 36
años, 22 de los cuales colaborando directamente con el Santo Padre en el
Vaticano, lo cual favorece el conocimiento de muchas personas, relaciones de
trabajo y de amistad. Gracias a Dios conservo muy buenos amigos entre los
Cardenales, Obispos y entre mis colaboradores en el Estado de la Ciudad del
Vaticano.

Desagravio,
30 de diciembre de 2003
He
sabido que un grupo de fieles cristianos se reunirá, en la Plaza Altamira, para
un acto de desagravio a la Santísima Virgen María por la abominable profanación
de sus imágenes, perpetrada el pasado sábado 6 de diciembre. Con la presente
quiero manifestarles que estoy unido espiritualmente con la oración en tan
necesario acto de reparación?
Con
esa acción tan bochornosa se ha ofendido gravemente a Nuestro Señor Jesucristo,
nuestro Redentor y también nuestro Juez, y a su Santísima Madre la Inmaculada
Virgen María, Auxiliadora de los cristianos. Y se ha ofendido, también
gravemente, al pueblo y a la nación venezolana que, en su inmensa mayoría,
profesa la fe católica y desde siempre ha venerado con particular amor a la
Sma. Virgen María a quien siente como madre amorosa y cuya protección ha
experimentado muchas veces en el curso de su historia. Esa execrable
profanación no puede provenir del pueblo venezolano, ya que está en estridente
contradicción con sus más nobles convicciones religiosas. Ese repugnante acto
demuestra un odio satánico que pretende herir los sentimientos más íntimos de
los venezolanos, ultrajando de manera tan soez a la amadísima Madre de Dios. Y
no es erróneo pensar que bien pudiera provocar un justo castigo de Dios. El
loable acto de reparación y desagravio que ustedes han decidido realizar, debe
estar inspirado por sentimientos cristianos de fe y amor a Dios y de humilde
reparación por las ofensas y no por otros motivos puramente humanos. Rechazamos
y condenamos enérgicamente esa profanación y le pedimos humildemente perdón a
Dios por esas graves ofensas, pero al mismo tiempo debemos perdonar a los
profanadores y pedirle a Dios que tenga compasión de ellos y los ilumine para
que comprendan el grave mal hecho y se arrepientan. No sé si los profanadores
eran venezolanos o extranjeros; si eran católicos o no. Lo cierto es que los
impulsaba el odio, un odio que no dudo en llamar satánico ya que sólo el
demonio inspira actos semejantes. Lamentablemente en estos últimos cinco años
ha habido en Venezuela, de parte de altos dirigentes, una irresponsable,
pertinaz y peligrosísima siembra de odio que está dando deplorables frutos como
el que lamentamos. Hay que combatir, decididamente, ese odio y el arma para
ello es el perdón, el amor. Hay que evitar cuidadosamente todo lo que divida a
los venezolanos en dos bandos de enemigos que tienden a aniquilarse. El amor
cristiano, que reconoce al otro como su hermano, que está dispuesto a
perdonarlo, es el único camino capaz de hacer de nosotros un pueblo unido, que
respeta las normas de la democracia y trabaja por una Venezuela mejor en la que
todos podamos ser felices. Que la Virgen Santísima, Madre de misericordia, nos
obtenga el perdón y la concordia fraterna.

Agradecimiento,
8 de septiembre de 2006
Como
un rayo en el cielo despejado se me presentó el pasado 15 de junio un problema
estomacal que me llevó al Centro Médico para su resolución. Lo que en mi
ingenua estimación aprecié como una cosa sencilla resultó ser grave y requirió
dos importantes operaciones de seis y ocho horas respectivamente, y una
permanencia en la clínica de 40 días. Durante esas jornadas fueron muchísimas
las personas que me visitaron y, sobre todo, las que rezaron intensamente por
mi salud recurriendo a la Beata Eusebia Palomino, una religiosa salesiana
española beatificada por el Siervo de Dios Juan Pablo II el 24 de abril del
2004. Gracias a esas oraciones y a la pericia de los médicos, ha pasado el
peligro y estoy recuperando la salud satisfactoriamente. Son tantas las
personas a quienes debería expresar mi gratitud que me es imposible hacerlo
individualmente. He pensado, pues, manifestar mi agradecimiento a los médicos y
cirujanos que me trataron con mano de oro y éxito completo; a los amigos que
muy generosamente ayudaron a cubrir los gastos de la clínica; al personal
administrativo y a todos los que en una u otra forma me prestaron algún
servicio. Agradezco a María Auxiliadora, salud de los enfermos y, sobre todo, a
Dios nuestro Señor que me haya prolongado la vida para ser testigo de la
liberación de Venezuela.

Lecciones
de Dios, 20 de noviembre de 2006 (El Impulso)
Ante
la desastrosa situación a la que nos han llevado los ocho años de esta
dictadura revolucionaria viene espontánea la pregunta: por qué nos ha caído
encima semejante desgracia? Los analistas políticos la atribuyen a los malos
gobiernos precedentes. Sin embargo, desde otra óptica, quisiera insinuar que se
trata de una lección que Dios ha querido darnos. Dios, creador del universo, es
el Señor de la historia. Él sigue, en su Divina Providencia, respetando la
libertad concedida a los seres humanos, pero interviniendo discretamente cuando
lo considera necesario. En nuestro caso, ha querido darnos una lección de la
que espera que sepamos sacar valiosas y útiles enseñanzas. Venezuela es,
quizás, la nación de América Latina más favorecida de Dios por sus innumerables
dones. Goza de una admirable ubicación geográfica, abierta a las más
importantes comunicaciones. Dios le ha dado una naturaleza variada y fértil,
con amplias costas, feraces llanuras, agua abundante, elevadas cumbres, etc. Ha
sido dotada de cuantiosas y variadas riquezas mineras, especialmente de
yacimientos petroleros casi inagotables, que son los primeros del mundo. Y
cuenta como lo más importante y valioso con un pueblo inteligente, trabajador,
generoso y bueno. Y entonces, por qué la lección?... Porque no hemos sabido ni
agradecer ni usar provechosa y justamente esos dones de Dios. Nuestra patria ha
conocido un notable crecimiento económico que, lamentablemente, ha favorecido
sólo a algunos sectores y, en contraposición, ha aumentado la pobreza de los
otros. En ese desarrollo económico se ha hecho palpable, por parte de muchos,
un marcado egoísmo que les ha llevado a encerrarse en el ámbito estrictamente
personal o familiar, olvidándose por completo de hacer partícipes de sus logros
a los más pobres. La excepción la han constituido algunos (lamentablemente
pocos) que han sabido utilizar sus riquezas para crear fuentes de trabajo y
proporcionar bienestar y progreso a los pobres. La educación tradicionalmente
abierta a todos ha sido, en muchos ambientes, deficitaria e incapaz de ofrecer
lo indispensable al ciudadano para que saber cumplir con sus deberes y exigir
sus derechos, así como conseguir un trabajo digno que le permita asegurar la
subsistencia. Ha fallado, además y en primer lugar, la familia. El libertinaje
sexual ha preñado de hijos los vientres de miles de muchachas y mujeres sin
ofrecerles un ámbito familiar propicio a una básica educación para la vida.
Entre los adultos, han proliferado las uniones libres e irresponsables que han
dejado numerosos hijos sin padres y, por lo mismo, carentes de educación
paterna. Esta paternidad irresponsable ha propiciado el abundante crecimiento
de la población, especialmente la marginal, que en vez de formar ciudadanos
para la patria ofrece, a veces, candidatos para la delincuencia. A todo lo
referido se añade una dolorosa comprobación: la pérdida casi completa de los
valores éticos fundamentales en una parte considerable de la sociedad. Entre
esos valores descuellan la dignidad de la persona humana, el respeto a la vida
y a la propiedad, el culto a la verdad, el respeto a la autoridad legítimamente
constituida, etc. Valores todos que, ligados como están a Dios creador y juez,
se adquirían a través de la educación religiosa, tan escasa en nuestros días.
De ahí que, a las fallas señaladas, hemos de añadir, para no pocos, la pérdida
o debilitamiento de la fe en Dios y en su Iglesia. El consiguiente abandono de
la práctica religiosa, y tal vez de la misma fe, es extremadamente peligroso.
Me atrevo a señalar que los domingos no alcanza al 5% el número de los
católicos que asisten a la celebración de la Eucaristía y a escuchar la palabra
de Dios.
En
conclusión: Sufriendo las innumerables tropelías de esta revolución y pensando
en los cerca de cien mil compatriotas asesinados durante los ocho años de
desgobierno, hemos de aprender la lección. No es cosa fácil ni se logra en una
semana, pero hay que comenzar. Ya el darnos cuenta de que Dios nos pide un
cambio, un mejoramiento de conducta personal, es una señal de haber asimilado y
aprendido la lección. Que la Divina Pastora, Auxiliadora de los cristianos, nos
ayude a asimilar del todo esta lección, para mejorar a Venezuela hasta que
recuperemos totalmente la libertad.
En
el hogar. Páginas de un diario íntimo
Todos
tenemos hogar. O mejor, tiempos hubo en que tal sucedía; pero hoy, con todos
los adelantos modernos, se ha llegado a éste de destruir esa palabra evocadora
de muchas y gratas añoranzas. Hoy el hogar se reduce a la habitación del hotel
o al departamento alquilado donde se reúne la familia en muy contadas
ocasiones. Pero, hay que confesarlo, todavía quedan, para fortuna nuestra,
muchas de esas casonas solariegas, que tienen el encanto de las cosas viejas;
que guardan lo mejor de los recuerdos de una existencia; en cada uno de cuyos
rincones... colgados de los cuadros... flotando en el ambiente... encuentra uno
como estereotipadas las escenas de la niñez. A uno de esos hogares quiero
referirme en esta soñada visita a mi vieja casona, escrita hace muchos años...
y que hoy publico ... no sé por qué. Estuve en el hogar!. Entré muy paso, sin
hacer ruido para no despertar los recuerdos que anidaban en mi corazón..., y lo
encontré todo intacto; todo estaba como aquel día brumoso, en que, partida el
alma, entre abrazos y sollozos, con el bagaje de la última recomendación materna:
m hijito, que sea bueno!, y un puñado de ilusiones, intenté mi primera salida
en pos de un ideal más sublime que el del Caballero Andante, como que iba tras
la locura de la cruz, a engrosar las filas salesianas; y ello, si bien se mira,
es más cuerdo que correr tras engañosas apariencias, como suelen hacer los
mundanos. 1 Texto escrito por el joven Rosalio José Castillo Lara, bajo el
seudónimo de Rocas Negras, hacia el año 1944 en Colombia, recordando su hogar
de Güiripa. Publicado en la revista Don Bosco del Colegio León XIII de Bogotá
en 1947. Muchos años han pasado, y hoy entro tembloroso y con no, poco
encogimiento... pero todo está como antes. Allí mi vieja casona solariega, con
su patio lleno de sol, donde asoma de cuando en cuando una indiscreta gallina a
picotear entre los multicolores geranios o a poner una nota de campestre
alegría con su agradable y sonoro cacarear. Al frente, las palmeras, altivas
como siempre. No habían perdido la costumbre de entonar su rumorosa canción al
compás de la brisa que baja de la montaña. Dentro, en el espacioso corredor,
recibiendo el fresco mañanero, están los señores de la casa. Papá, sentado en
el centenario sillón de cuero, reliquia histórica de los tiempos heroicos de la
independencia, con el mechón de pelo gris caído sobre la frente, miraba con
ojos entrecerrados la infinita lejanía. Pensaba quizás en tiempos ya pasados,
cuando aquellos siete retoños de su ser, manojitos de nervios, correteaban por
los amplios corredores, y el cascabel de sus risas, resonando de continuo ponía
una nota alegre en la prosa de su existencia...? La realidad de la vida le
había enseñado su poquito de pesimismo; por eso murmuraba, parodiando a
Becquer: Qué solos se quedan los padres, cuando los hijos van creciendo!... A
su lado está mamá, la mujer fuerte, moviendo sus finos dedos al compás de los
recuerdos en un eterno bordar para los hijos ausentes. De endrinos como eran
sus cabellos, habíaselos vuelto plateados el tiempo implacable; a sus dulces
ojos pensativos asomaba con harta frecuencia una lágrima indiscreta, que se
perdía rápidamente en el fino pañuelo de batista; y de sus labios no se
apartaba la plegaria avemariana, tantas veces comenzada. Allí estaban los dos,
en un coloquio mudo, donde sólo hablaban las almas en el lenguaje de los
recuerdos... Pobres viejos! Habían amado a sus hijos con tanto delirio, con
tan, acendrado amor, que se fingieron la ilusión de que aquellos siete seres
queridos quedarían siempre los mismos: pequeños... traviesos... zalameros ; que
el tiempo respetaría ese cuadro hogareño tan feliz!... Pero la vida es muy
otra. Ha corrido un poco, y ya todos creciditos, han enfilado hacia su propio
porvenir. Mas los dos viejos no se resignan a perder una ilusión tan querida
como sus vidas. La han cristalizado en el recuerdo y de tarde en tarde se
detienen a gozarla; y, así, en sueños, nos acarician los abundosos bucles, o se
fingen nuestros pasos alborotados, al volver de la escuela; y en ese soñar
despiertos, reviven uno a uno los mil detalles de nuestra vida infantil, que
para nosotros hace tiempo se perdieron en el olvido, pero ellos los llevan
guardados en su corazón como en un relicario sagrado. Qué tragedia encierra el
amor de los padres! Aman a los hijos con un amor sin límites, rayando en la
adoración, porque son parte de su ser. En ellos está el porvenir, su ilusión y
su recuerdo; en una palabra, todo. Los hijos, en cambio, no siempre les darán
todo el amor que ellos esperan, porque son jóvenes y miran adelante; y los
padres quedaron atrás, no están en el porvenir. Son un recuerdo... no una
ilusión. Por eso debe ser duro para los padres notar que la vida va poco a
poco, por una ley natural, robándoles el corazón de los hijos que ellos
cuidaron con tanto desvelo. Papá tiene mucho de filósofo; por eso, mientras con
paso tardo se aleja por el corredor, deja escapar de sus labios la sentencia de
la perfecta resignación cristiana: Dios lo ha querido así... Bendito sea!. Oh,
mis amados viejos! Desechad ya esos pensamientos. Sabed que no hay distancias
para el espíritu, ni para el amor hay lejanías. Unidos como estamos en vuestros
recuerdos, estaremos siempre con el afecto; porque hemos comprendido la
tragedia de vuestro amor y sabremos daros el puesto señorial que os corresponde
en nuestros cariños. Estuve en el hogar y lo encontré como antes!... Escudriñé
los rincones... visité las alcobas... penetré en la biblioteca y me detuve ante
aquellos libros amarillentos: allí los primeros cuentos que formaban nuestras
delicias: Pulgarcito, el desdichado Pinocho, Genoveva de Bravante... allí
también aquel Año Cristiano, cuya lectura hecha en las clásicas solemnidades
por la cálida voz de papá, me hacía derramar lágrimas... Uno a uno fui hojeando
todos esos viejos libros y respirando el perfume de su vejez...; entré en la
cocina y allí estaba la buena vieja Josefa, la misma de hace veinte años; con
los ojitos semiabiertos me miró cariñosamente mientras me preguntaba: mi niño,
ya volvió? ; vi el comedor, alrededor de la mesa hay siete asientos vacíos,
negros, fríos, esperando contra toda esperanza sentir la caricia de sus
dueños... Sin embargo, hay un día en que se animan: la nochebuena. El comedor
se ilumina; hay profusión de flores, y hasta parece que la Virgen Auxiliadora,
que preside la mesa desde un cuadro cincuentenario, alegrara su faz. Los viejos
rejuvenecen en diez años, lo menos. Como antaño se destapa el vino más añejo, y
hay alegría, no tan bullanguera y cantarina como a nuestros doce años, sino más
seria y acompasada, que la vida ha empezado ya a golpearnos. Todo lo vi! El
jardín, donde alza su copa, inclinada ya por el peso de los años, el ciprés
centenario, a cuyos pies brota un hilillo de agua corriente y fresca, que lleva
la vida a las eras de fresas y violetas no muy distantes; más allá encontré el
cantero de las rosas que papá cuidaba con tanto esmero, donde hice mis primeros
ensayos agrícolas, convertidos por obra y gracia del amor paterno en prodigios
de habilidad. Todo lo vi! Por todas partes anduve, impregnando mi espíritu de
la nostalgia feliz de los tiempos ya idos... respirando el perfume del amor,
que ello y no otra cosa forma el hogar, y he salido de puntillas, sin hacer
ruido, para no despertar los recuerdos adormecidos y llevando en el alma,
profundamente emocionada, la plegaria de la gratitud: Gracias te doy, Dios mío,
porque en Güiripa me diste hogar.
5. Autobiografía
Memorias
desde el ocaso Fundación María Auxiliadora de Güiripa Caracas 2008.
6.
Derechos de Autor
Esta obra se reserva el derecho de autor prescrito en la página http://sapi.gob.ve/?page_id=116 Este derecho nace con el acto de creación y no por el registro de la obra. Es el derecho que posee el autor sobre sus creaciones sean estas obras literarias, musicales, teatrales, artísticas, científicas o audiovisuales. Se considera Autor a la persona natural (persona física) que crea alguna obra literaria, artística o científica. Se agradece a todos los lectores ceñirse a esta disposición.