lunes, 13 de junio de 2022

FEDERICO SARCO VILLENA - Vida y Obra - Recopilación de Néstor Germán Rodríguez

 


INDICE:

No.

CONTENIDO

1

Presentación

FEDERICO SARCO VILLENA - VIDA Y OBRA 

2

Don Federico Sarco Villena “El Rossini de América”, por Ciro Guzmán Morillo

3

Opus 76 - Federico Villena, por Juan de Dios López Maya

4

Maestro Federico Segundo Villena Pérez,  por Oldman Botello

5

Boceto Biográfico del Maestro Federico S. Villena Welsh, por Aníbal Ruiz.

6

Partituras en Biblioteca Nacional de Venezuela

7

Derechos de Autor


1.    1. Presentación

Decidí recopilar sobre la vida y obra de Federico Sarco Villena porque es uno de esos personajes de nuestro estado Aragua poco conocido y menos valorado en su justa dimensión. Fíjense que he podido escribir mi versión, pero era redundar en lo que otros escritores han comunicado mediante sus investigaciones con mucho acierto. Por ello, suprimiendo algunos párrafos transcribo cuatro escritos, uno del Cronista de Turmero Don Ciro Guzmán Morillo, otro muy documentado en cuanto a la obra musical que he tomado de la Colección Universidad Nacional Experimental de las Artes y escrito por Juan de Dios López Maya, una tercera indagación de Oldman Botello, cronista de Maracay, y finalmente una biografía de Aníbal Ruiz cuya fuente es la Biblioteca Nacional de Venezuela.

En los cuatro escritos bajo diferentes ángulos hablan de su historia de vida, donde se repiten obviamente episodios, pero notaremos algunas diferencias en cuanto a su lugar de nacimiento y su nombre, no siendo ello lo trascendente porque al fin de cuentas es un aragüeño que nos hace sentir orgullosos.

El cronista de Turmero nos afirma que nació en Turmero y el Cronista de Maracay nos refiere que nació en Santa Cruz de Aragua. Obvió que de padres diferentes no descartando la parentela. En ningún caso tenemos partida de nacimiento. A todas estas conversé con Carlos Sarcolira Barreto y me dijo que Federico Sarco Villena fue su tío abuelo y me señaló que las divergencias con el padre lo hicieron llamarse Federico S. Villena para no mencionar el apellido de su padre. Incluso me dijo que su abuelo se llamaba Emeterio en honor al padre de Federico y una tía llevaba el nombre de su tía abuela Nieves Villena, se refería a la conocida educadora Nieves Sarco.

Como veremos también el nombre cambia según las versiones publicadas, Federico Sarco Villena, Federico S. Villena, Federico Villena, Federico Segundo Villena Pérez o Federico Villena Welsh.

Dentro de otros detalles Federico Sarco Villena fue profesor del Instituto de Bellas Artes en la academia de música, donde se incorporó en 1878.

También fue masón y alcanzo el grado 18, perteneciendo a la logia masónica Paz de Guayana en Ciudad Bolívar, en 1872.

Turmero se ha caracterizado por ser cuna de grandes músicos como Baldomero Guzmán,  Valeriano Ramos, Vicente Mendoza (hijo adoptivo de Turmero) y  Josefa “Pepita” Ramos, célebre pianista, entre otros.

Deseando que esta  recopilación de FEDERICO SARCO VILLENA - Vida y Obra sea de su agrado.

NESTOR GERMAN RODRIGUEZ

FEDERICO SARCO VILLENA - VIDA Y OBRA 

2. 2. Don Federico Sarco Villena “El Rossini de América”, por Ciro Guzmán Morillo 


En Turmero un día del mes de Mayo en 1.835 nació Federico Sarco Villena.

Sabemos que este fue su nombre gracias a la diligencia hecha con Don Andrés Pacheco Miranda, fallecido en Los Teques a la edad de 103 años, quien nos expresó, ante una pregunta nuestra sobre las veces que trató con Federico: “tal vez hablé con él, unas tres veces” (pensamos nosotros que tal vez debieron ser más, si tomamos en cuenta que para ese día tenía Don Andrés 101 años de edad) en una de esas conversaciones le inquirió, mientras Federico cumplía sus funciones de dirigir la Banda Marcial en la Plaza Bolívar de Caracas, que le aclarase por qué se  firmaba Federico S. Villena, y él le respondió: “Andrés, yo soy Federico Sarco Villena”.

Basándonos en esta aseveración, concluimos que los padres de Federico fueron Don Emeterio Sarco y Nieves Villena, hogar de una honesta familia no adinerada, desarrollada en el fragor del trabajo entrelazado a las actividades educacionales.

En el hogar de los Villena, se apresuraron en iniciar los primeros estudios de su hijo Federico, en la escuelita de entonces. En las tareas escolares se le observaba una notable e inusitada inquietud hacia los objetos musicales, como un presagio de lo que sería más tarde: Un extraordinario maestro de la música en la segunda mitad del siglo XIX.

Por razones de trabajo, relacionados siempre con la educación, la familia se fue a vivir a Santa Cruz de Aragua, donde permaneció por casi una década y en donde Emeterio fungía de Preceptor de una escuela. Ya vuelto a Turmero en 1.848 llámale la atención su comportamiento al Presbítero José Manuel Arroyo, quien inteligentemente, a sabiendas de su gusto por lo musical, lo aconsejó tratando de llevarlo al convencimiento de abrazar la carrera religiosa, que le permitiría dedicarse en mejor forma a sus preciados requerimientos. Federico desechó inteligentemente la idea del padre Arroyo sobre la carrera del sacerdocio, pero se encantó con la de ser maestro de capilla, que lo afirmaba en sus viejas ideas.

Entre 1.852 ó 53, se marcha a Caracas buscando mejores rumbos, mejor fortuna y a la vez para desprenderse de la idea paterna de hacerlo un hombre dedicado a las actividades comerciales sin querer aceptar que lo de él no era otra cosa que aprender y hacer música.

En su pueblo y por cuenta propia, había iniciado el aprendizaje del violín, instrumento que conoció y manejó mejor en Caracas, aprovechando la amistad que hizo con varios estudiantes dedicados al estudio musical en esa especialidad.

Ya ambientado y un poco mejorada su todavía delicada situación económica, se enrumbó en forma definitiva hacia la carrera del Divino Arte, con sacrificio, pero con la firme intención provinciana, de salir adelante en la capital. Oigamos como nos lo dice Don Ramón de la Plaza: “Compréndase la situación penosa del joven artista, dado a las labores de su empleo, sin vagar ni reposo, para las que debía destinar a la música, como el más poderoso atractivo de su pensamiento. Sin dinero con qué pagar un maestro, sin amigos, sin protectores, huérfano en el lugar, desamparado de toda ayuda, sólo la fuerza intuitiva del arte le sirvió de égida en esa lucha encarnizada de las necesidades y obstáculos sin cuento que se interponen, a manera de muros de calicanto, en la vida de aquellos llamados a soportar las pruebas para hacer más meritorio su triunfo”.

Vuelve a Turmero 3 años después, con nostalgia pueblerina, pero en 1.858 retorna a Caracas. Leamos lo que expresa de Federico, Eduardo Lira Espejo, en un interesante artículo aparecido en el diario “El Nacional”: “Para entonces es mocetón de algo más de 23 años de edad, con modales distinguidos, agudo en el pensar y de gran espíritu humorístico. Conquista la simpatía de lo mejor del ambiente social e intelectual caraqueño. Personalidades de la categoría de Fermín Tovar, José de Austria, Manuel Larrazábal, Julio Hohene, Isaza, se encontraban entre sus amigos y protectores. Es la época en que el compositor venezolano penetra a cabalidad en el pensamiento y en la manera de hacer de los grandes compositores universales Haydn, Beethoven, Mozart, de quienes con otros amigos, toca constantemente tríos y cuartetos. También para ese entonces, su nombre se aureolaba de popularidad conquistada a través de piezas de estilo ligero que con gracia y belleza producía. Tocaba varios instrumentos, entre ellos el violín, el violonchelo, el piano, el órgano, la guitarra y su congénere el cinco. Espontaneidad melódica, fineza armónica, conocimiento y fluidez contrapuntístico, más habilidad de refinado orquestador, lo sitúan en lugar excepcional entre los pocos y auténticos valores de la postrimería del mil ochocientos nuestro”.

Don Rhazes Hernández López, en un artículo suyo aparecido en El Nacional del 24-9-1972, dice de Federico Sarco Villena: “Quien analice la obra de Federico Villena se encontrará con elaboraciones armónicas, contrapuntísticas y de forma que sorprenden. Allí está la mano de un conocedor que había estudiado seriamente la obra de sus contemporáneos europeos y anteriores como Mendelssohn, Schumann, Chopin, Liszt y quizás el mismo Wagner, todo ello se aprecia en la construcción de sus obras, principalmente en las escritas para piano, en las cuales se siente al compositor genuinamente romántico de altura. Federico Villena fue un hombre de inquietudes, rechazó de plano la música ligera de un Gottschalk para buscar en fuentes más serias, como en las antes mencionadas. En una oportunidad escribió una “Fantasía para Ocho Pianos”, obra que él mismo dirigiera en el desaparecido “Teatro Caracas”, en una velada realizada con el fin de recolectar fondos para una institución benéfica”.

En 1.860, Federico se marcha a La Guaira para dirigir la banda de esa ciudad y en la misma aprovecha la oportunidad para fundar un Semanario al cual denominó “Ecos de La Guaira”, en donde se recogían todas las inquietudes musicales de la época.

En 1.863, desquiciado por la política, se va a las Antillas para regresar después, cuando consideró que ya la situación había mejorado. De regreso en el país, es nombrado Director de la Orquesta del Teatro Municipal. Posteriormente es llamado en 1.865 por el Obispo de Guayana Dr. José Manuel Arroyo, su amigo desde 1.848, quien fuera además su consejero espiritual en Turmero, quien lo nombra Maestro de Capilla de la Catedral de Ciudad Bolívar.

Allí organiza la Banda del Estado y la Sociedad Filarmónica, institución que comenzó a dar los frutos para lo cual se creó y que resultó ser una de las Instituciones de mayor prestigio y orgullo de Guayana.

Cuando el Papa León XIII celebraba el Jubileo Sacerdotal, Villena compuso un Himno a Coro y Orquesta y se lo hizo llegar al Cardenal Rampoya el 6 de Agosto de 1.890, para que se lo entregara al Santo Padre. La asombro papal fue grande por la extraordinaria calidad de la obra del músico turmereño, y como respuesta, envió a través del mismo Cardenal una misiva de agradecimiento por tan generoso gesto, anexando a ella el hermoso obsequio de una flauta de marfil en señal de agradecimiento, presente que jamás Federico tuvo el placer de recibir, por cuanto ya había fallecido para el momento de su llegada.

El Dr. Pedro Hernández Mujica, farmacéutico y experto químico, cofundador de la Facultad de Farmacia de la Universidad Central, uno de sus discípulos, se expresa así de su Maestro: “Se supone que el músico más sabio que ha tenido Venezuela, es el Maestro Federico Villena. Fue también sabio en ciencias acústicas, y el único que ha hecho conocer como docto de esa rama de la Física, referida a la música”.

En su estado natal, lamentablemente, se opusieron a que al Teatro Maracay, en lugar de llamarle Teatro de la Ópera, se le diera el nombre del eminente músico, apodado por los críticos del Arte Divino como “EL ROSSINI DE AMÉRICA”. Afortunadamente para sus paisanos, a una Institución Estudiantil de Turmero se le denominó U.E. “Federico Villena” y en Maracay, el Profesor Oswaldo Guevara fundó la Escuela de Música “Federico Villena”. 

Por otra parte, los bachilleres César C. Domar P., Freddy Moncada, estudiantes de Música en la cátedra “Seminario de Música Latinoamericana” en la Escuela de Música en la Universidad Central de Venezuela, están realizando una profunda investigación sobre Federico Sarco Villena y poseen abundante material para la publicación de un libro sobre la vida del autor aragüeño.

Cabe señalar el agradable hecho de que han encontrado entre una ruma de folletos viejos en la Biblioteca Nacional, uno editado por la Tipografía Moderna en 1.899, denominado Boceto Biográfico del Maestro Federico S. Villena, cuyo autor es Aníbal Ruiz, en donde analiza entre las 1.600 composiciones que dejó Federico las de mayor relevancia, encuadradas dentro de los cánones de diferentes aspectos musicales.

Caracas se conmovió, al igual que Turmero, al saber la triste noticia de su fallecimiento el 17 de Julio de 1.899, fecha en que dejó de existir este extraordinario músico turmereño.

3.    3. Opus 76 - Federico Villena, por Juan de Dios López Maya


Tomado de la Colección Universidad Nacional Experimental de las Artes. Textos e investigación Juan de Dios López Maya

Federico  Villena  es  uno  de  los  compositores  venezolanos  más  importantes  de  todos los tiempos.  Junto a otros destacados músicos como José Ángel Montero, Ramón  Delgado Palacios, Federico Vollmer, Eduardo Calcaño, Salvador Llamozas, Jesús María Suárez,  Manuel  Azpúrua  y  Francisco  Tejera,  protagonizó uno  de  los  períodos  más  intensos  y  fecundos  de  toda    nuestra  historia  musical:  la  segunda  mitad  del  siglo  XIX. 

Sus  biógrafos,  entre  los  que  se  encuentran  Ramón  de  la  Plaza  y  José  Antonio  Calcaño,  coinciden  en  señalar  que  poseía  un  extenso  y  variado  catálogo  de  obras  (de  la  Plaza:  1977:159)  (Calcaño:  2001:319).   

Estas afirmaciones  pueden  verificarse  al  examinar  los  principales  fondos  documentales  que  poseen  obras  atribuidas  a  Villena:  el  archivo  José  Ángel  Lamas  de  la  Biblioteca  Nacional  y  la  colección  de  la  Fundación  Vicente  Emilio  Sojo.    Entre  ambas  puede  contabilizarse  más  de  cien  composiciones  de  su  autoría  pertenecientes  a  diversos  géneros.    Según  Aníbal  Ruiz,  otro  biógrafo  de  Villena  y  su  contemporáneo, éste poseía en sus archivos más de trescientas composiciones propias al momento  de  su  muerte,  acaecida  en  julio  de  1899  (Ruiz:  1899:12).   

Esta  cifra  es  corroborada por Rhazés Hernández López en uno de sus escritos (1967:32).

En  lo  que  respecta  a  su  desempeño,  Villena  es  posiblemente  el  compositor  venezolano  más  representativo  de  su  época,  pues  todas  sus  actividades  coinciden  con  aquellas a las que consideramos características de la profesión musical en aquel entonces.   

A  los  dieciocho  años  Villena  se  traslada  desde  su  pequeña  población  natal Turmero a  Caracas, en donde adquiere conocimientos musicales suficientes que le permiten regresar a Turmero y ocupar el cargo de Maestro de Capilla en 1856.  Vuelve a Caracas en 1858 para completar su formación y en 1860 se traslada a la Guaira, en donde funda una banda de estudiantes, da lecciones de piano y funda un periódico de corte cultural: Ecos de la Guaira  (Hernández  López:  1967:32),  en  los  que  publicaba  piezas  de salón  de  sus  contemporáneos y de su propia autoría, al mismo estilo de otras conocidas publicaciones periódicas  como  El  Cojo  Ilustrado  y  El  Zancudo.    Luego  de  una  breve  estadía  en  la  ciudad  portuaria  es  requerido  en  Ciudad  Bolívar,  a  donde  va  en  1860  y  una  vez  ahí  se  dedica principalmente a la docencia. 

En 1863, al finalizar la Guerra Federal, Villena se traslada, por desavenencias políticas, a la vecina isla de Trinidad y desde ahí realiza una gira  musical  a  varias  de  las  vecinas  Antillas.   

Retorna  a  finales  de  ese  mismo  año  a  Caracas  y  se  dedica  a  tocar  el  violín  y  el  violoncello  en  la  orquesta  que  acompañaba  la  ópera.  En 1865, ya aclarado el panorama político, regresa a Ciudad Bolívar y se dedica a múltiples actividades: es nombrado maestro de capilla y organista en la catedral, funda y dirige varias bandas y se dedica a la enseñanza.  Permanece en esta ciudad por lo menos hasta 1875, fecha en la que renuncia a la dirección de la Banda Piar, que él mismo había fundado.    Una  vez  más  en  Caracas,  Villena  vive  la  parte  más  productiva  de  su  carrera. 

Es  nombrado  director  de  la  Banda  Marcial  del  Distrito  Federal,  la  agrupación  musical  más  importante  del  país  en  aquel  entonces  y  que  aún  existe  con  el  nombre  de  Banda  Marcial Caracas.  Es miembro de varias Sociedades Filarmónicas, como se las llamaba entonces y ofrece numerosos conciertos.  Escribe obras monumentales, unas religiosas y otras de corte patriótico, que le comisiona el Ejecutivo Nacional.  Su reputación artística es elevada y es elogiado en la prensa local como el músico más importante en la Caracas de la década de 1880. 

La  obra  musical  de  Villena  está  estrechamente  ligada  a  las  necesidades  que  le  generaban  sus  actividades  profesionales.    Ser  maestro  de  capilla  lo  obligaba,  como  es  lógico, a escribir obras de carácter religioso.  Su Gran Misa en Mi bemol mayor, es una de  las  obras más  ambiciosas  y  mejor  logradas  que  se  han  escrito  en  su  género  en  Venezuela.    Así  mismo,  ser  director  de  una  agrupación  como  la  Banda  Marcial  del  Distrito  Federal,  implicaba  diversos  compromisos:  retretas  en  plazas  y  sitios  públicos,  actos  oficiales  y  fechas  patrias.    Para  todas  estas  ocasiones  escribió  Villena  abundante  música.  Su Fantasía La Batalla de Carabobo es una obra monumental que requiere de una orquesta sinfónica, un coro mixto, tres bandas marciales y una banda de guerra y le fue comisionada por el Ejecutivo Nacional para celebrar el 65º aniversario de la histórica contienda.  En su abundante producción de música de salón encontramos los acostumbrados  géneros  bailables  de  la  época:  valses,  danzas,  polkas  y  pasodobles  para  piano a dos y cuatro manos.  Junto a estas piezas destinadas al salón de baile hay también una  notable  cantidad  de  piezas  para  piano  al  estilo  romántico,  agrupadas  en  series  de  numeración  correlativa:  andantes  caprichosos,  scherzos,  andantes  religiosos  y  minués. 

Algunas de ellas de elevada exigencia técnica y otras, de evidente intención pedagógica, dedicadas  a  sus  discípulas.    Para  el  teatro  su  producción  es  más  escasa,  su  única  obra  importante en este género es una zarzuela cuyo título es Las dos deshonras.

También cultivó Villena la música de cámara.  Su Quinteto opus 76 es, en nuestra opinión,  una  de  las  obras  más  importantes  de  este  género  escrita  en  Venezuela  durante  todo  el  siglo  XIX.    La  plantilla  exigida  es  poco  usual:  violín,  viola,  violoncello,  contrabajo  y  piano,  la  misma  que  utilizó  el  compositor  Franz  Schubert  en  su  famoso  quinteto La Trucha.  La única fuente que poseemos de esta composición es un manuscrito,  presumiblemente  autógrafo  y  escrito  a  tinta,    que  pertenece  al  archivo  José  Ángel Lamas de la Biblioteca Nacional, el fondo documental más importante en lo que respecta a música venezolana del siglo XIX y  primera  mitad  del  XX.    Este  manuscrito,  ubicado en la cota JAL 689, constituye una de las piezas más valiosas de esta colección.

Según  consta  en  el  Diario  de  avisos,  una  de  las  publicaciones  periódicas  más  importantes  en  la  Caracas  de  la  segunda  mitad  del  siglo  XIX  (Santana,  Campomás:  2005)  el  Quinteto  fue  interpretado  públicamente    por  lo  menos  en  dos  ocasiones:  El  18  de julio de 1887 y el 5 de marzo de 1888, ambas en el teatro Guzmán Blanco (hoy Teatro Municipal) y con la propia Ana Julia Hernández al piano.  El 18 de julio de 1887, día que presumimos fue estrenado, el propio Villena interpretó la parte del violín por indisposición  de  Pedro  Ramos,  quién  figuraba  en  el  programa  original.    El  día  6  de  marzo  de  1888  se  publica  en  el  Diario  de  avisos  una  reseña  del  concierto  en  el  que  podemos leer lo siguiente:

Como la justicia es una de las buenas prendas que adornan a nuestro público, Villena recibió anoche  una  cumplida  ovación  por  la  magnífica  obra  con  que  ha  enriquecido  el  repertorio  nacional.  Su  quinteto  está  apreciado  como  obra  magistral,  juzgado  favorablemente  por  los  conocedores  y  acogido  por  el  público  con  muestras  generales  de  aceptación.  Es  un  triunfo  completo. Por ello lo felicitamos sinceramente.

El Quinteto en mi bemol es una obra de gran aliento, su interpretación tiene una duración aproximada de 25 minutos.  Consta de cuatro movimientos, el primero de ellos utilizando una versión muy libre y personal de la forma sonata.  El segundo es un tema con variaciones, en donde cada variación exige un solo a un instrumento diferente, con la sola  excepción  del  violoncello.    El  tercero  nos  presenta  un  clásico  minueto  con  su  correspondiente  trío,  en  este  último  Villena  introduce  un  ingenuo  y  tranquilo  valse  que  contrasta  con  la  vivacidad  y  carácter  del  resto  del  movimiento.    En  el  cuarto  y  último  movimiento,  escrito  curiosamente  en  la  tonalidad  relativa  de  Do  menor,  el  compositor  vuelve  a  usar  un  plan  de  sonata  muy  similar  al  del  primer  movimiento.    La  exigencia  técnica  de  la  obra  es  considerable  para  todos  los  instrumentos  y  hay  algunos  pasajes  notablemente virtuosos.  Villena demuestra un conocimiento cabal de la técnica instrumental y de la orquestación, además de hacer gala de lo que José Antonio Calcaño llamaba  “(...)  la  armonía  más  original  y  avanzada  entre  todos  los  compositores  de  entonces.” (Calcaño: 2001: 319).    

Luego de la revisión y lectura del Quinteto y de otras composiciones de Federico Villena,  hemos  de  concluir  que  era  un  compositor  cuidadoso  y  meticuloso  en  su  escritura.    A  pesar  de  sus  dimensiones  y  complejidad,  el  Quinteto  presenta  escasas  inconsistencias y errores.  Su caligrafía es clara y legible y el estado de conservación del manuscrito  es  excelente.    Esto  último  se  debe  seguramente  a  la  calidad  del  papel  y  la  tinta  utilizados  y  al  costoso  acabado  de  su  encuadernación  y  presentación  de  lo  cual  hemos hablado al comienzo de estas notas.  El error más notable que hemos encontrado en  la  obra  es  la  ausencia  de  los  compases  del  13  al  20  en  la  parte  del  violín  del  primer  movimiento.  Afortunadamente, estos compases correspondían a la exposición del primer tema,  por  lo  cual  nos  hemos  limitado  a  copiar  en  su  lugar  la  parte  equivalente  de  la  reexposición.    Las  notas  falsas,  errores  rítmicos  e  inconsistencias  en  los  signos  de  repetición  y  casillas  son,  como  hemos  dicho,  escasos.    En  todos  los  casos  en  que  nos  hemos visto obligados a introducir cambios en ese sentido, hemos dejado constancia en forma de notas al pie de página.  Estas notas sólo aparecen en la parte correspondiente a Villena  colocó  letras  de  ensayo  solamente  en  el  primer  movimiento,  las  cuales  hemos respetado por parecernos adecuadas, pero omitió hacerlo en los otros tres movimientos.    Creemos  que  por  tratarse  de  una  obra  de  cámara  de  notable  extensión  y  complejidad,  debíamos  colocarlas  en  el  resto  de  la  obra  para  facilitar  su  interpretación.  

Queremos expresar nuestro agradecimiento a todas las personas que colaboraron de  una  forma  u  otra  con  este  trabajo,  al  personal  del  área  de  Investigación  musical  del  C.E.C.A.  Sartenejas  de  UNEARTE, al profesor Fredy  Moncada  y  muy  especialmente  a  nuestro  gran  amigo  Carlos  Nava  esmerado  custodio  de  la  valiosa  colección   de  documentos musicales de la Biblioteca Nacional.  

Los editores.

Caracas, Marzo de 2008.    

4. 4. Maestro Federico Segundo Villena Pérez , por Oldman Botello.

   Federico Villena, a secas, fue un destacado músico aragüeño de enorme figuración en Caracas, Ciudad Bolívar y Villa de Cura a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y con poco reconocimiento nacional en los días que corren; solo se honra su nombre y actuación con la escuela de música que lo lleva como epónimo en Maracay y que al momento de su fundación se llamó Escuela Popular de Música en 1971, cuyo primer director fue el recordado maestro Oswaldo Guevara y funcionó en Las Acacias. 

Desde hace algunos años, los diletantes de la historia en Turmero aseguraban que dicha ciudad era su cuna. La documentación que hemos localizado en varios repositorios demuestran otra versión que creemos es definitiva. Se dijo antes que su nombre era Federico Sarco Villena y lo relacionaban con la familia de educadores de mucha reputación oriundos de la capital de Mariño y que se prolongan hasta la actualidad. La versión que se corría es que la S de su nombre era en realidad el apellido Sarco, que se lo había desprendido por un caso similar al que le atribuyen al maestro Simón Rodríguez. Un pleito familiar. Por cierto que los Sarco eran de origen indígena.

Pero comencemos por el principio. La familia Villena era oriunda de Caracas, de origen español, y residenciada en Turmero, pero los había también en Cagua y en Santa Cruz. En 1830 residían en dicha ciudad de Turmero doña Nieves Villena, de 80 años, de Caracas y Rosalía Villena, nacida en Cagua y residente en Turmero, de 40 años y ambas domiciliadas en la calle de la Libertad. Seguramente eran madre e hija.

También en 1830 residían en Santa Cruz don José Villena, de 78 años, empleado, soltero, a pesar de su avanzada edad, cuando la expectativa de vida era de 50 años. Era oriundo de Cagua y pariente suyo Félix Villena, de 16 años, nativo de Santa Cruz. El escritor y crítico de arte del siglo XIX don Ramón de la Plaza fue quien divulgó originalmente la especie de que Federico Villena era de Turmero y supuestamente nació hacia el mes de mayo de 1835. Pero creemos rotundamente que Federico nació en Santa Cruz, pueblo adonde se fue a vivir su familia. Gente de origen humilde, el padre ejerció allí el magisterio. Hemos buscado su fe de bautismo en la iglesia matriz de Turmero y no aparece en la fecha indicada, pero todo apunta a Santa Cruz como la ciudad nativa.

Ya adulto, Federico se va a Caracas y de allí pasa hacia 1864 a Ciudad Bolívar, ya todo un profesional de la música de cámara, religiosa y popular con rango de compositor, ejecutante de varios instrumentos entre ellos el piano y el violín, que fue el primero. En Ciudad Bolívar, ejerciendo la docencia musical en el Colegio del Estado Soberano de Guayana y como seguramente comió la cabeza de la zapoara, pez orinoqueño, allí se prendó de la joven Isabel María Welsh, tal vez de origen trinitario. De su fe de matrimonio que localizamos en el archivo catedralicio de la capital guayanesa obtuvimos que su nombre de pila era Federico Segundo Villena Pérez, hijo de don José Villena y doña María Nieves Pérez. El matrimonio se efectuó en la Catedral bolivarense el 4 de marzo de 1865. La novia era hija de don Pedro Welsh y doña Salvadora Salas o Saa (no está bien definido el apellido en el viejo libro de matrimonios de 1865).  De esa unión nació al menos un hijo, Federico Segundo Eladio Villena Welsh, el 18 de febrero de 1867, apadrinado por don Ramón Afanador, de las principales familias de la capital guayanesa y su abuela doña Salvadora de Welsh.

El maestro Villena, después de solventados los problemas políticos que le amargaron la vida en Ciudad Bolívar y lo obligaron a huir a Trinidad, regresó a Bolívar y de allí partió definitivamente a Caracas donde dirigió la Banda Marcial por designio del presidente Ignacio Andrade, quien lo conoció en Villa de Cura donde dirigió la Banda del estado Miranda, de la cual era capital la ciudad del Curita y el Tucutunemo.

Villena dejó entre otras composiciones música religiosa (compuso en 1890 un Himno en honor del Papa León XIII que remitió a través del cardenal Rampolla, Secretario de Estado y que mereció una bendición del Pontífice); música profana (zarzuelas y romanzas), música sinfónica para varios instrumentos; música de salón (valses, polkas, marchas, danzas), música de bandas. Fue exitoso ejecutante de violín, violoncello, viola, contrabajo, guitarra, timbales, piano, órgano y armonium. Un músico completo.

Esta es, pues la verdadera historia del maestro Federico Segundo Villena Pérez.

5.  5. Boceto Biográfico del Maestro Federico S. Villena Welsh, por Aníbal Ruiz.


Compositor, director de banda, violinista, violonchelista, pianista, docente. Según el general Ramón de la Plaza, comienza el aprendizaje del «violín y de la guitarrilla llamada cinco» en Santa Cruz del estado Aragua en 1844, y pronto toma contacto con un grupo conformado «de dos violines, un violonchelo y un cantor » (Calcaño, 393). Se traslada a Caracas y a partir de 1853 realiza estudios de violín con algunos de los alumnos de la Escuela Provincial de Caracas (institución a la que no ingresa por razones laborales) y se familiariza con el Método de violín de Alard (De la Plaza, 157).

Se traslada luego a Turmero donde es nombrado músico de capilla de la iglesia parroquial y participa en las veladas del Círculo Artístico Literario de aquella población, celebradas en la casona de la Hacienda San Pablo, propiedad de la pianista Josefa «Pepita» Ramos, junto a Baldomero Guzmán, Rafael Hernández León, Manuel Modesto Gallegos y Federico Vollmer (Acosta, 6). «El 19 de noviembre de 1856 es nombrado [...] organista de la parroquia San Luis, en Caracas, por [... ] Silvestre Guerra y Lira, arzobispo de Caracas y Venezuela [...]» (Ruiz, g). Por estos años entabla amistad con el violinista Fermín Tovar y el pianista Julio Hohené, con los que estudia y ejecuta obras de Haydn, Mozart, Hummel, Beethoven y Russigel (De la Plaza, 157). Es la época en que compone las primeras obras para baile. «El 15 de diciembre de 1859, se le nombra oficial escribiente de la Comisión Liquidadora de la Contaduría General de Hacienda de Caracas» (Ruiz, 9). En 1860 organiza la Banda de La Guaira, funda Ecos de La Guaira (periódico dedicado al acontecer musical) y da clases de piano en esa ciudad portuaria. Ese año enseña solfeo, piano, instrumentos de cuerda y algunos de viento, en Ciudad Bolívar. «El 25 de enero de 1863, es nombrado "Miembro Honorario" del Conservatorio de Música de Caracas, por votación unánime del directorios (Ruiz, 9). Después fue maestro de capilla y organista de la catedral de Ciudad Bolívar; también, profesor del Colegio Principal y director de la banda de esa ciudad. Por razones políticas (estaba vinculado al partido Liberal), se exilia en la isla de Trinidad, a la vez que realiza una gira de conciertos por Las Antillas» (Plaza, 158). Al regresar a Venezuela ingresa a la Orquesta de la ópera de Caracas (1864), donde ejecuta el violín y el violonchelo, alternativamente (ídem). Fue también director de la «... Orquesta de la capilla de la catedral de Caracas» (Acosta, 7) en 1865, y este mismo año regresa a Ciudad Bolívar para ocupar los cargos que desempeñaba en 1863, entre los que destaca su labor docente, dando clases de piano entre otros a Dolores y Clarisa Montes (Revista perfil). «El 27 de septiembre de 1865, se le nombra catedrático de la clase de música del Colegio del Estado Soberano de Guayana» (Ruiz, 9), y el 25 de junio del año siguiente, «Director de la Banda Piar» (ídem). Durante el mes de marzo de 1867, monseñor Arroyo, obispo de Guayana, le da el nombramiento oficial de «... maestro de capilla de la catedral de dicha diócesis» (ídem). El 7 de diciembre de 1875, cuando se reorganiza la Banda Piar, es ratificado en su cargo. El 28 de junio de este año es nombrado Catedrático de Música del Colegio Nacional de Ciudad Bolívar (ídem). Fue también designado el año 1877 Persona Honoraria de la Academia de Bellas Artes de Caracas (Acosta, 7) y al año siguiente Miembro Correspondiente del Instituto Nacional de Bellas Artes (Ruiz, 9).

A partir de 1880 se establece en Caracas (Milanca, 70-73) e inicia el estudio y ejecución de obras de Reissiger, Reineeke, Tersehaky arreglos de fantasías y popurríes de óperas, realizados por los hermanos Billema y los Metra, con el flautista Manuel E. Guadalajara; los violinistas Antonio Mosquera, Pedro Ramos y Paolo Prampolini; los pianistas Fernando Rachelle, Julio Hobené y los violonchelistas: Carlos Werner y Enrique Cazoratti (Caleaño, 325).

En 1882, es director encargado de la Banda Marcial Caracas (Magliano, 121), institución de la que es director titular desde el 11 de enero de 1885, hasta 1892 y luego desde 1898 hasta su muerte (Ruiz, 10). El año 1883 se desempeñó como miembro ad honórem de la Junta Directiva para la Celebración del Centenario del Nacimiento de Simón Bolívar, junto al compositor Manuel F. Azpúrua (Milanca, 70-73). Fue Catedrático de Solfeo y Teoría Musical de la escuela Politécnica de Venezuela, desde el 16 de agosto de 1884 (Ruiz, 9) y profesor de la cátedra de Instrumentos de cobre de La Academia de Bellas Artes, desde el 16 de septiembre de 1887, hasta el 3 de marzo de 1888 (Libro de Actas de Instituto Nacional de Bellas Artes, agosto de 1881 a noviembre de 1901). También ocupó el cargo de director de la banda de Villa de Cura durante la presidencia de Ignacio Andrade (Ruiz, 10).

Destaca su delicado manejo del contrapunto y la armonía, sus melodías son bastante elaboradas. Abordó el género religioso y profano. Es el compositor del s. XIX del que se conocen hoy más composiciones.

6.  6.   Partituras en Biblioteca Nacional de Venezuela


Amor fraternal: vals de salón / Federico Villena.

Andante caprichoso No. 18 / Federico Villena .

Andante Religioso No. 6 / Federico Villena.

Un ángel: melodía para violín con acompañamiento de piano / Federico Villena.

Ave María / Federico Villena.

Ave María / Federico Villena.

Ave María: Op. 54 / Federico Villena.

Ave María / Federico Villena.

Ave Maris Stella / Federico Villena.

Canto Laudatorio / Federico Villena.

El civismo: vals / Federico Villena.

Contestación: vals / Federico Villena.

Dúo Contratiempo [grabación] / [producción], Oswaldo Lares ; [narración], Luis Sánchez Ibarra.

Por Contratiempo (Dúo musical) | Lares, Oswaldo | Sánchez Ibarra, Luis.

Las dos deshonras: drama lírico / Federico Villena.

Esperanza: vals / Federico Villena.

Federico Villena: obra para piano a dos manos

Federico Villena y sus obras musicales / Félix Eugenio Acosta.

Fouyours: vals / Federico Villena.

Gran misa en Mi bemol [grabación] / Federico Villena.

Himno a la Caridad: en honor de San Vicente de Paul / Música de Federico S. Villena.

Himno a la caridad en honor de San Vicente de Paúl / Federico Villena.

Himno a la Paz / Federico Villena.

Himno a Miranda / Federico Villena; letra de Alejandro Romance.

Invitatorio y responso / Federico Villena.

La música del siglo XIX [grabación] / Felipe Larrazábal... [et. al.].

Marcha fúnebre / Federico Villena.

Marcha fúnebre No. 4 / Federico Villena.

Marcha Fúnebre No. 6; Marchas Religiosas No. 9 y 10 ; Andante Religioso No. 3, 5 y 7 / Federico Villena.

Marcha triunfal / Federico Villena.

Minueto No. 2 / Federico Villena.

Minueto No. 4 / Federico Villena.

Minueto No. 8 / Federico Villena.

Misa de Requiem: op. 22 / Federico Villena.

Misa en Mi bemol / Federico Villena.

Misa en Mi bemol mayor : para solistas, coro mixto y orquesta / Federico Villena.

Danza-Vals / Por F. S. Villena.

El Nazareno: marcha fúnebre / Federico Villena.

Paso doble... / Federico Villena.

El pedante: vals ; La juventud : danza / por Federico Villena.

Plegaria a la Virgen / Federico Villena.

Populemeus: Op. 8 / Federico Villena.

El progresista: paso doble / Federico Villena.

Que nombre! / Federico S. Villena.

Quinteto en mi bemol, op. 76. Federico S. Villena

Regalo lírico: colección de piezas de baile, para piano / por Federico S. Villena.

Regalo lírico: colección de piezas de baile para piano/ Federico Villena.

Regalo lírico por Federico S. Villena. [partitura] : colección de piezas de baile, para piano /

Regalo lírico [partitur : colección de piezas de baile, para piano / por Federico S. Villena.

San Aroa: vals / Federico Villena.

Scherzo No. 1 / Federico Villena.

Scherzo No. 2 Op. 102 / Federico Villena.

Scherzo No. 4 / Federico Villena.

Siete palabras / Federico Villena.

Souvenirs: vals / Federico Villena.

Vals / Federico Villena.

Vals imposible / Federico Villena.

Vals recuerdos / Federico Villena.

Venezuela: danza militar / Federico Villena.

XX Festival voz liceísta [material gráfico] / diseño, Luis Trujillo.


7.  7.  Derechos de Autor

Esta obra se reserva el derecho de autor prescrito en la página http://sapi.gob.ve/?page_id=116  Este derecho nace con el acto de creación y no por el registro de la obra. Es el derecho que posee el autor sobre sus creaciones sean estas obras literarias, musicales, teatrales, artísticas, científicas o audiovisuales. Se considera Autor a la persona natural (persona física) que crea alguna obra literaria, artística o científica.  Se agradece a todos los lectores ceñirse a esta disposición.    






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