INDICE:
No. |
CONTENIDO |
1 |
Presentación |
FEDERICO SARCO VILLENA - VIDA Y OBRA |
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2 |
Don Federico Sarco Villena “El Rossini de América”, por
Ciro Guzmán Morillo |
3 |
Opus 76 - Federico Villena, por Juan de Dios López Maya |
4 |
Maestro Federico Segundo Villena Pérez, por Oldman Botello |
5 |
Boceto Biográfico del Maestro Federico S. Villena
Welsh, por Aníbal Ruiz. |
6 |
Partituras en Biblioteca Nacional de Venezuela |
7 |
Derechos de Autor |
1. 1. Presentación
Decidí recopilar sobre
la vida y obra de Federico Sarco Villena porque es uno de esos
personajes de nuestro estado Aragua poco conocido y menos valorado en su justa
dimensión. Fíjense que he podido escribir mi versión, pero era redundar en lo que otros escritores han
comunicado mediante sus investigaciones con mucho acierto. Por ello, suprimiendo
algunos párrafos transcribo cuatro escritos, uno del Cronista de Turmero Don
Ciro Guzmán Morillo, otro muy documentado en cuanto a la obra musical que he tomado
de la Colección Universidad Nacional Experimental de las Artes y escrito por
Juan de Dios López Maya, una tercera indagación de Oldman Botello, cronista de
Maracay, y finalmente una biografía de Aníbal Ruiz cuya fuente es la Biblioteca Nacional de Venezuela.
En los cuatro escritos bajo diferentes ángulos hablan de
su historia de vida, donde se repiten obviamente episodios, pero notaremos algunas diferencias en cuanto a su lugar
de nacimiento y su nombre, no siendo ello lo trascendente porque al fin de cuentas es un
aragüeño que nos hace sentir orgullosos.
El cronista de Turmero
nos afirma que nació en Turmero y el Cronista de Maracay nos refiere que nació
en Santa Cruz de Aragua. Obvió que de padres diferentes no descartando la
parentela. En ningún caso tenemos partida de nacimiento. A todas estas conversé
con Carlos Sarcolira Barreto y me dijo que Federico Sarco Villena fue su tío abuelo y me señaló que
las divergencias con el padre lo hicieron llamarse Federico S. Villena para no mencionar el apellido de su padre. Incluso
me dijo que su abuelo se llamaba Emeterio en honor al padre de Federico y una tía
llevaba el nombre de su tía abuela Nieves Villena, se refería a la conocida educadora
Nieves Sarco.
Como veremos también el
nombre cambia según las versiones publicadas, Federico Sarco Villena, Federico
S. Villena, Federico Villena, Federico Segundo Villena Pérez o Federico Villena
Welsh.
Dentro de otros detalles Federico Sarco Villena fue profesor del Instituto de Bellas Artes en la academia de música, donde se incorporó en 1878.
También fue masón y
alcanzo el grado 18, perteneciendo a la logia masónica Paz de Guayana en Ciudad
Bolívar, en 1872.
Turmero se ha caracterizado por ser cuna de grandes músicos como Baldomero Guzmán, Valeriano Ramos, Vicente Mendoza (hijo adoptivo de Turmero) y Josefa “Pepita” Ramos, célebre pianista, entre otros.
Deseando que esta recopilación de FEDERICO SARCO VILLENA - Vida y Obra sea de su agrado.
NESTOR GERMAN RODRIGUEZ
FEDERICO SARCO VILLENA - VIDA Y OBRA
2. 2. Don Federico Sarco Villena “El Rossini de América”, por Ciro Guzmán
Morillo
En Turmero un día del
mes de Mayo en 1.835 nació Federico Sarco Villena.
Sabemos que este fue su
nombre gracias a la diligencia hecha con Don Andrés Pacheco Miranda, fallecido
en Los Teques a la edad de 103 años, quien nos expresó, ante una pregunta
nuestra sobre las veces que trató con Federico: “tal vez hablé con él, unas tres
veces” (pensamos nosotros que tal vez debieron ser más, si tomamos en cuenta
que para ese día tenía Don Andrés 101 años de edad) en una de esas
conversaciones le inquirió, mientras Federico cumplía sus funciones de dirigir
la Banda Marcial en la Plaza Bolívar de Caracas, que le aclarase por qué
se firmaba Federico S. Villena, y él le
respondió: “Andrés, yo soy Federico Sarco Villena”.
Basándonos en esta
aseveración, concluimos que los padres de Federico fueron Don Emeterio Sarco y
Nieves Villena, hogar de una honesta familia no adinerada, desarrollada en el
fragor del trabajo entrelazado a las actividades educacionales.
En el hogar de los
Villena, se apresuraron en iniciar los primeros estudios de su hijo Federico,
en la escuelita de entonces. En las tareas escolares se le observaba una
notable e inusitada inquietud hacia los objetos musicales, como un presagio de
lo que sería más tarde: Un extraordinario maestro de la música en la segunda
mitad del siglo XIX.
Por razones de trabajo,
relacionados siempre con la educación, la familia se fue a vivir a Santa Cruz
de Aragua, donde permaneció por casi una década y en donde Emeterio fungía de
Preceptor de una escuela. Ya vuelto a Turmero en 1.848 llámale la atención su
comportamiento al Presbítero José Manuel Arroyo, quien inteligentemente, a
sabiendas de su gusto por lo musical, lo aconsejó tratando de llevarlo al
convencimiento de abrazar la carrera religiosa, que le permitiría dedicarse en
mejor forma a sus preciados requerimientos. Federico desechó inteligentemente
la idea del padre Arroyo sobre la carrera del sacerdocio, pero se encantó con
la de ser maestro de capilla, que lo afirmaba en sus viejas ideas.
Entre 1.852 ó 53, se
marcha a Caracas buscando mejores rumbos, mejor fortuna y a la vez para
desprenderse de la idea paterna de hacerlo un hombre dedicado a las actividades
comerciales sin querer aceptar que lo de él no era otra cosa que aprender y
hacer música.
En su pueblo y por
cuenta propia, había iniciado el aprendizaje del violín, instrumento que conoció
y manejó mejor en Caracas, aprovechando la amistad que hizo con varios
estudiantes dedicados al estudio musical en esa especialidad.
Ya ambientado y un poco mejorada su todavía delicada situación económica, se enrumbó en forma definitiva hacia la carrera del Divino Arte, con sacrificio, pero con la firme intención provinciana, de salir adelante en la capital. Oigamos como nos lo dice Don Ramón de la Plaza: “Compréndase la situación penosa del joven artista, dado a las labores de su empleo, sin vagar ni reposo, para las que debía destinar a la música, como el más poderoso atractivo de su pensamiento. Sin dinero con qué pagar un maestro, sin amigos, sin protectores, huérfano en el lugar, desamparado de toda ayuda, sólo la fuerza intuitiva del arte le sirvió de égida en esa lucha encarnizada de las necesidades y obstáculos sin cuento que se interponen, a manera de muros de calicanto, en la vida de aquellos llamados a soportar las pruebas para hacer más meritorio su triunfo”.
Vuelve a Turmero 3 años
después, con nostalgia pueblerina, pero en 1.858 retorna a Caracas. Leamos lo
que expresa de Federico, Eduardo Lira Espejo, en un interesante artículo
aparecido en el diario “El Nacional”: “Para entonces es mocetón de algo más de
23 años de edad, con modales distinguidos, agudo en el pensar y de gran
espíritu humorístico. Conquista la simpatía de lo mejor del ambiente social e
intelectual caraqueño. Personalidades de la categoría de Fermín Tovar, José de
Austria, Manuel Larrazábal, Julio Hohene, Isaza, se encontraban entre sus
amigos y protectores. Es la época en que el compositor venezolano penetra a
cabalidad en el pensamiento y en la manera de hacer de los grandes compositores
universales Haydn, Beethoven, Mozart, de quienes con otros amigos, toca
constantemente tríos y cuartetos. También para ese entonces, su nombre se
aureolaba de popularidad conquistada a través de piezas de estilo ligero que
con gracia y belleza producía. Tocaba varios instrumentos, entre ellos el
violín, el violonchelo, el piano, el órgano, la guitarra y su congénere el
cinco. Espontaneidad melódica, fineza armónica, conocimiento y fluidez
contrapuntístico, más habilidad de refinado orquestador, lo sitúan en lugar
excepcional entre los pocos y auténticos valores de la postrimería del mil
ochocientos nuestro”.
Don Rhazes Hernández
López, en un artículo suyo aparecido en El Nacional del 24-9-1972, dice de
Federico Sarco Villena: “Quien analice la obra de Federico Villena se
encontrará con elaboraciones armónicas, contrapuntísticas y de forma que sorprenden.
Allí está la mano de un conocedor que había estudiado seriamente la obra de sus
contemporáneos europeos y anteriores como Mendelssohn, Schumann, Chopin, Liszt
y quizás el mismo Wagner, todo ello se aprecia en la construcción de sus obras,
principalmente en las escritas para piano, en las cuales se siente al
compositor genuinamente romántico de altura. Federico Villena fue un hombre de
inquietudes, rechazó de plano la música ligera de un Gottschalk para buscar en
fuentes más serias, como en las antes mencionadas. En una oportunidad escribió
una “Fantasía para Ocho Pianos”, obra que él mismo dirigiera en el desaparecido
“Teatro Caracas”, en una velada realizada con el fin de recolectar fondos para
una institución benéfica”.
En 1.860, Federico se
marcha a La Guaira para dirigir la banda de esa ciudad y en la misma aprovecha
la oportunidad para fundar un Semanario al cual denominó “Ecos de La Guaira”,
en donde se recogían todas las inquietudes musicales de la época.
En 1.863, desquiciado
por la política, se va a las Antillas para regresar después, cuando consideró
que ya la situación había mejorado. De regreso en el país, es nombrado Director
de la Orquesta del Teatro Municipal. Posteriormente es llamado en 1.865 por el
Obispo de Guayana Dr. José Manuel Arroyo, su amigo desde 1.848, quien fuera
además su consejero espiritual en Turmero, quien lo nombra Maestro de Capilla
de la Catedral de Ciudad Bolívar.
Allí organiza la Banda
del Estado y la Sociedad Filarmónica, institución que comenzó a dar los frutos
para lo cual se creó y que resultó ser una de las Instituciones de mayor
prestigio y orgullo de Guayana.
Cuando el Papa León
XIII celebraba el Jubileo Sacerdotal, Villena compuso un Himno a Coro y
Orquesta y se lo hizo llegar al Cardenal Rampoya el 6 de Agosto de 1.890, para
que se lo entregara al Santo Padre. La asombro papal fue grande por la
extraordinaria calidad de la obra del músico turmereño, y como respuesta, envió
a través del mismo Cardenal una misiva de agradecimiento por tan generoso gesto,
anexando a ella el hermoso obsequio de una flauta de marfil en señal de
agradecimiento, presente que jamás Federico tuvo el placer de recibir, por
cuanto ya había fallecido para el momento de su llegada.
El Dr. Pedro Hernández
Mujica, farmacéutico y experto químico, cofundador de la Facultad de Farmacia
de la Universidad Central, uno de sus discípulos, se expresa así de su Maestro:
“Se supone que el músico más sabio que ha tenido Venezuela, es el Maestro
Federico Villena. Fue también sabio en ciencias acústicas, y el único que ha
hecho conocer como docto de esa rama de la Física, referida a la música”.
En su estado natal, lamentablemente, se opusieron a que al Teatro Maracay, en lugar de llamarle Teatro de la Ópera, se le diera el nombre del eminente músico, apodado por los críticos del Arte Divino como “EL ROSSINI DE AMÉRICA”. Afortunadamente para sus paisanos, a una Institución Estudiantil de Turmero se le denominó U.E. “Federico Villena” y en Maracay, el Profesor Oswaldo Guevara fundó la Escuela de Música “Federico Villena”.
Por otra parte, los bachilleres César C. Domar P.,
Freddy Moncada, estudiantes de Música en la cátedra “Seminario de Música
Latinoamericana” en la Escuela de Música en la Universidad Central de
Venezuela, están realizando una profunda investigación sobre Federico Sarco
Villena y poseen abundante material para la publicación de un libro sobre la
vida del autor aragüeño.
Cabe señalar el
agradable hecho de que han encontrado entre una ruma de folletos viejos en la
Biblioteca Nacional, uno editado por la Tipografía Moderna en 1.899, denominado
Boceto Biográfico del Maestro Federico S. Villena, cuyo autor es Aníbal Ruiz,
en donde analiza entre las 1.600 composiciones que dejó Federico las de mayor
relevancia, encuadradas dentro de los cánones de diferentes aspectos musicales.
Caracas se conmovió, al
igual que Turmero, al saber la triste noticia de su fallecimiento el 17 de
Julio de 1.899, fecha en que dejó de existir este extraordinario músico
turmereño.
3. 3. Opus 76 - Federico Villena, por Juan de Dios López Maya
Tomado de la Colección
Universidad Nacional Experimental de las Artes. Textos e investigación Juan de
Dios López Maya
Federico Villena
es uno de los compositores
venezolanos más importantes
de todos los tiempos. Junto a otros destacados músicos como José
Ángel Montero, Ramón Delgado Palacios,
Federico Vollmer, Eduardo Calcaño, Salvador Llamozas, Jesús María Suárez, Manuel
Azpúrua y Francisco
Tejera, protagonizó uno de
los períodos más
intensos y fecundos
de toda nuestra
historia musical: la
segunda mitad del
siglo XIX.
Sus biógrafos,
entre los que se encuentran
Ramón de la
Plaza y José
Antonio Calcaño, coinciden
en señalar que
poseía un extenso
y variado catálogo
de obras (de
la Plaza: 1977:159)
(Calcaño: 2001:319).
Estas afirmaciones pueden
verificarse al examinar
los principales fondos
documentales que poseen
obras atribuidas a
Villena: el archivo
José Ángel Lamas
de la Biblioteca
Nacional y la
colección de la
Fundación Vicente Emilio
Sojo. Entre ambas
puede contabilizarse más de cien
composiciones de su
autoría pertenecientes a
diversos géneros. Según
Aníbal Ruiz, otro
biógrafo de Villena
y su contemporáneo, éste poseía en sus archivos
más de trescientas composiciones propias al momento de
su muerte, acaecida
en julio de
1899 (Ruiz: 1899:12).
Esta cifra
es corroborada por Rhazés
Hernández López en uno de sus escritos (1967:32).
En lo
que respecta a
su desempeño, Villena
es posiblemente el
compositor venezolano más
representativo de su
época, pues todas
sus actividades coinciden
con aquellas a las que
consideramos características de la profesión musical en aquel entonces.
A los
dieciocho años Villena
se traslada desde
su pequeña población
natal Turmero a Caracas, en donde
adquiere conocimientos musicales suficientes que le permiten regresar a Turmero
y ocupar el cargo de Maestro de Capilla en 1856. Vuelve a Caracas en 1858 para completar su
formación y en 1860 se traslada a la Guaira, en donde funda una banda de
estudiantes, da lecciones de piano y funda un periódico de corte cultural: Ecos
de la Guaira (Hernández López:
1967:32), en los
que publicaba piezas
de salón de sus
contemporáneos y de su propia autoría, al mismo estilo de otras
conocidas publicaciones periódicas
como El Cojo
Ilustrado y El
Zancudo. Luego de
una breve estadía
en la ciudad
portuaria es requerido
en Ciudad Bolívar,
a donde va
en 1860 y una vez
ahí se dedica principalmente a la docencia.
En 1863, al finalizar
la Guerra Federal, Villena se traslada, por desavenencias políticas, a la
vecina isla de Trinidad y desde ahí realiza una gira musical
a varias de las
vecinas Antillas.
Es nombrado
director de la
Banda Marcial del
Distrito Federal, la
agrupación musical más
importante del país
en aquel entonces
y que aún
existe con el
nombre de Banda
Marcial Caracas. Es miembro de
varias Sociedades Filarmónicas, como se las llamaba entonces y ofrece numerosos
conciertos. Escribe obras monumentales,
unas religiosas y otras de corte patriótico, que le comisiona el Ejecutivo
Nacional. Su reputación artística es
elevada y es elogiado en la prensa local como el músico más importante en la
Caracas de la década de 1880.
La obra
musical de Villena
está estrechamente ligada
a las necesidades
que le generaban
sus actividades profesionales. Ser
maestro de capilla
lo obligaba, como
es lógico, a escribir obras de
carácter religioso. Su Gran Misa en Mi
bemol mayor, es una de las obras más
ambiciosas y mejor
logradas que se
han escrito en
su género en
Venezuela. Así mismo,
ser director de una agrupación
como la Banda
Marcial del Distrito
Federal, implicaba diversos
compromisos: retretas en
plazas y sitios
públicos, actos oficiales
y fechas patrias.
Para todas estas
ocasiones escribió Villena
abundante música. Su Fantasía La Batalla de Carabobo es una
obra monumental que requiere de una orquesta sinfónica, un coro mixto, tres
bandas marciales y una banda de guerra y le fue comisionada por el Ejecutivo
Nacional para celebrar el 65º aniversario de la histórica contienda. En su abundante producción de música de salón
encontramos los acostumbrados géneros bailables
de la época:
valses, danzas, polkas
y pasodobles para
piano a dos y cuatro manos. Junto
a estas piezas destinadas al salón de baile hay también una notable
cantidad de piezas
para piano al
estilo romántico, agrupadas
en series de
numeración correlativa: andantes
caprichosos, scherzos, andantes
religiosos y minués.
Algunas de ellas de
elevada exigencia técnica y otras, de evidente intención pedagógica,
dedicadas a sus
discípulas. Para el
teatro su producción
es más escasa,
su única obra
importante en este género es una zarzuela cuyo título es Las dos
deshonras.
También cultivó Villena la música de cámara. Su Quinteto opus 76 es, en nuestra opinión, una de las obras más importantes de este género escrita en Venezuela durante todo el siglo XIX. La plantilla exigida es poco usual: violín, viola, violoncello, contrabajo y piano, la misma que utilizó el compositor Franz Schubert en su famoso quinteto La Trucha. La única fuente que poseemos de esta composición es un manuscrito, presumiblemente autógrafo y escrito a tinta, que pertenece al archivo José Ángel Lamas de la Biblioteca Nacional, el fondo documental más importante en lo que respecta a música venezolana del siglo XIX y primera mitad del XX. Este manuscrito, ubicado en la cota JAL 689, constituye una de las piezas más valiosas de esta colección.
Según consta
en el Diario
de avisos, una
de las publicaciones
periódicas más importantes
en la Caracas
de la segunda
mitad del siglo
XIX (Santana, Campomás:
2005) el Quinteto
fue interpretado públicamente por
lo menos en
dos ocasiones: El
18 de julio de 1887 y el 5 de
marzo de 1888, ambas en el teatro Guzmán Blanco (hoy Teatro Municipal) y con la
propia Ana Julia Hernández al piano. El
18 de julio de 1887, día que presumimos fue estrenado, el propio Villena
interpretó la parte del violín por indisposición de
Pedro Ramos, quién
figuraba en el
programa original. El
día 6 de
marzo de 1888
se publica en el Diario
de avisos una
reseña del concierto
en el que
podemos leer lo siguiente:
Como la justicia es una
de las buenas prendas que adornan a nuestro público, Villena recibió
anoche una cumplida
ovación por la
magnífica obra con
que ha enriquecido
el repertorio nacional.
Su quinteto está
apreciado como obra
magistral, juzgado favorablemente por
los conocedores y
acogido por el
público con muestras
generales de aceptación.
Es un triunfo
completo. Por ello lo felicitamos sinceramente.
El Quinteto en mi bemol
es una obra de gran aliento, su interpretación tiene una duración aproximada de
25 minutos. Consta de cuatro
movimientos, el primero de ellos utilizando una versión muy libre y personal de
la forma sonata. El segundo es un tema
con variaciones, en donde cada variación exige un solo a un instrumento
diferente, con la sola excepción del
violoncello. El tercero
nos presenta un
clásico minueto con
su correspondiente trío,
en este último
Villena introduce un
ingenuo y tranquilo
valse que contrasta
con la vivacidad
y carácter del
resto del movimiento.
En el cuarto
y último movimiento,
escrito curiosamente en
la tonalidad relativa
de Do menor,
el compositor vuelve
a usar un
plan de sonata
muy similar al
del primer movimiento.
La exigencia técnica
de la obra
es considerable para
todos los instrumentos
y hay algunos
pasajes notablemente
virtuosos. Villena demuestra un
conocimiento cabal de la técnica instrumental y de la orquestación, además de
hacer gala de lo que José Antonio Calcaño llamaba “(...)
la armonía más
original y avanzada
entre todos los
compositores de entonces.” (Calcaño: 2001: 319).
Luego de la revisión y
lectura del Quinteto y de otras composiciones de Federico Villena, hemos
de concluir que
era un compositor
cuidadoso y meticuloso
en su escritura.
A pesar de
sus dimensiones y
complejidad, el Quinteto
presenta escasas inconsistencias y errores. Su caligrafía es clara y legible y el estado
de conservación del manuscrito es excelente.
Esto último se
debe seguramente a
la calidad del
papel y la
tinta utilizados y
al costoso acabado
de su encuadernación y
presentación de lo
cual hemos hablado al comienzo de
estas notas. El error más notable que
hemos encontrado en la obra
es la ausencia
de los compases
del 13 al
20 en la
parte del violín
del primer movimiento.
Afortunadamente, estos compases correspondían a la exposición del primer
tema, por lo
cual nos hemos
limitado a copiar
en su lugar
la parte equivalente
de la reexposición. Las
notas falsas, errores
rítmicos e inconsistencias en los signos
de repetición y
casillas son, como
hemos dicho, escasos.
En todos los
casos en que
nos hemos visto obligados a
introducir cambios en ese sentido, hemos dejado constancia en forma de notas al
pie de página. Estas notas sólo aparecen
en la parte correspondiente a Villena
colocó letras de
ensayo solamente en
el primer movimiento,
las cuales hemos respetado por parecernos adecuadas,
pero omitió hacerlo en los otros tres movimientos. Creemos
que por tratarse
de una obra
de cámara de
notable extensión y
complejidad, debíamos colocarlas
en el resto
de la obra
para facilitar su
interpretación.
Queremos expresar
nuestro agradecimiento a todas las personas que colaboraron de una
forma u otra
con este trabajo,
al personal del
área de Investigación
musical del C.E.C.A.
Sartenejas de UNEARTE, al profesor Fredy Moncada
y muy especialmente
a nuestro gran
amigo Carlos Nava
esmerado custodio de la valiosa
colección de documentos musicales de la Biblioteca
Nacional.
Los editores.
Caracas, Marzo de
2008.
4. 4. Maestro Federico Segundo Villena Pérez , por Oldman Botello.
Federico Villena, a secas, fue un destacado músico aragüeño de enorme figuración en Caracas, Ciudad Bolívar y Villa de Cura a lo largo de la segunda mitad del siglo XIX y con poco reconocimiento nacional en los días que corren; solo se honra su nombre y actuación con la escuela de música que lo lleva como epónimo en Maracay y que al momento de su fundación se llamó Escuela Popular de Música en 1971, cuyo primer director fue el recordado maestro Oswaldo Guevara y funcionó en Las Acacias.
Desde hace algunos
años, los diletantes de la historia en Turmero aseguraban que dicha ciudad era
su cuna. La documentación que hemos localizado en varios repositorios
demuestran otra versión que creemos es definitiva. Se dijo antes que su nombre
era Federico Sarco Villena y lo relacionaban con la familia de educadores de
mucha reputación oriundos de la capital de Mariño y que se prolongan hasta la
actualidad. La versión que se corría es que la S de su nombre era en realidad
el apellido Sarco, que se lo había desprendido por un caso similar al que le
atribuyen al maestro Simón Rodríguez. Un pleito familiar. Por cierto que los
Sarco eran de origen indígena.
Pero comencemos por el
principio. La familia Villena era oriunda de Caracas, de origen español, y
residenciada en Turmero, pero los había también en Cagua y en Santa Cruz. En
1830 residían en dicha ciudad de Turmero doña Nieves Villena, de 80 años, de
Caracas y Rosalía Villena, nacida en Cagua y residente en Turmero, de 40 años y
ambas domiciliadas en la calle de la Libertad. Seguramente eran madre e hija.
También en 1830
residían en Santa Cruz don José Villena, de 78 años, empleado, soltero, a pesar
de su avanzada edad, cuando la expectativa de vida era de 50 años. Era oriundo
de Cagua y pariente suyo Félix Villena, de 16 años, nativo de Santa Cruz. El
escritor y crítico de arte del siglo XIX don Ramón de la Plaza fue quien
divulgó originalmente la especie de que Federico Villena era de Turmero y
supuestamente nació hacia el mes de mayo de 1835. Pero creemos rotundamente que
Federico nació en Santa Cruz, pueblo adonde se fue a vivir su familia. Gente de
origen humilde, el padre ejerció allí el magisterio. Hemos buscado su fe de
bautismo en la iglesia matriz de Turmero y no aparece en la fecha indicada,
pero todo apunta a Santa Cruz como la ciudad nativa.
Ya adulto, Federico se
va a Caracas y de allí pasa hacia 1864 a Ciudad Bolívar, ya todo un profesional
de la música de cámara, religiosa y popular con rango de compositor, ejecutante
de varios instrumentos entre ellos el piano y el violín, que fue el primero. En
Ciudad Bolívar, ejerciendo la docencia musical en el Colegio del Estado
Soberano de Guayana y como seguramente comió la cabeza de la zapoara, pez
orinoqueño, allí se prendó de la joven Isabel María Welsh, tal vez de origen
trinitario. De su fe de matrimonio que localizamos en el archivo catedralicio
de la capital guayanesa obtuvimos que su nombre de pila era Federico Segundo
Villena Pérez, hijo de don José Villena y doña María Nieves Pérez. El
matrimonio se efectuó en la Catedral bolivarense el 4 de marzo de 1865. La
novia era hija de don Pedro Welsh y doña Salvadora Salas o Saa (no está bien
definido el apellido en el viejo libro de matrimonios de 1865). De esa unión nació al menos un hijo, Federico
Segundo Eladio Villena Welsh, el 18 de febrero de 1867, apadrinado por don
Ramón Afanador, de las principales familias de la capital guayanesa y su abuela
doña Salvadora de Welsh.
El maestro Villena,
después de solventados los problemas políticos que le amargaron la vida en
Ciudad Bolívar y lo obligaron a huir a Trinidad, regresó a Bolívar y de allí
partió definitivamente a Caracas donde dirigió la Banda Marcial por designio
del presidente Ignacio Andrade, quien lo conoció en Villa de Cura donde dirigió
la Banda del estado Miranda, de la cual era capital la ciudad del Curita y el
Tucutunemo.
Villena dejó entre otras composiciones música religiosa (compuso en 1890 un Himno en honor del Papa León XIII que remitió a través del cardenal Rampolla, Secretario de Estado y que mereció una bendición del Pontífice); música profana (zarzuelas y romanzas), música sinfónica para varios instrumentos; música de salón (valses, polkas, marchas, danzas), música de bandas. Fue exitoso ejecutante de violín, violoncello, viola, contrabajo, guitarra, timbales, piano, órgano y armonium. Un músico completo.
Esta es, pues la verdadera historia del maestro Federico Segundo Villena Pérez.
5. 5. Boceto Biográfico del Maestro Federico S. Villena Welsh, por Aníbal Ruiz.
Compositor, director de banda, violinista, violonchelista, pianista, docente. Según el general Ramón de la Plaza, comienza el aprendizaje del «violín y de la guitarrilla llamada cinco» en Santa Cruz del estado Aragua en 1844, y pronto toma contacto con un grupo conformado «de dos violines, un violonchelo y un cantor » (Calcaño, 393). Se traslada a Caracas y a partir de 1853 realiza estudios de violín con algunos de los alumnos de la Escuela Provincial de Caracas (institución a la que no ingresa por razones laborales) y se familiariza con el Método de violín de Alard (De la Plaza, 157).
Se traslada luego a
Turmero donde es nombrado músico de capilla de la iglesia parroquial y
participa en las veladas del Círculo Artístico Literario de aquella población,
celebradas en la casona de la Hacienda San Pablo, propiedad de la pianista
Josefa «Pepita» Ramos, junto a Baldomero Guzmán, Rafael Hernández León, Manuel
Modesto Gallegos y Federico Vollmer (Acosta, 6). «El 19 de noviembre de 1856 es
nombrado [...] organista de la parroquia San Luis, en Caracas, por [... ]
Silvestre Guerra y Lira, arzobispo de Caracas y Venezuela [...]» (Ruiz, g). Por
estos años entabla amistad con el violinista Fermín Tovar y el pianista Julio
Hohené, con los que estudia y ejecuta obras de Haydn, Mozart, Hummel, Beethoven
y Russigel (De la Plaza, 157). Es la época en que compone las primeras obras
para baile. «El 15 de diciembre de 1859, se le nombra oficial escribiente de la
Comisión Liquidadora de la Contaduría General de Hacienda de Caracas» (Ruiz,
9). En 1860 organiza la Banda de La Guaira, funda Ecos de La Guaira (periódico
dedicado al acontecer musical) y da clases de piano en esa ciudad portuaria.
Ese año enseña solfeo, piano, instrumentos de cuerda y algunos de viento, en
Ciudad Bolívar. «El 25 de enero de 1863, es nombrado "Miembro
Honorario" del Conservatorio de Música de Caracas, por votación unánime
del directorios (Ruiz, 9). Después fue maestro de capilla y organista de la
catedral de Ciudad Bolívar; también, profesor del Colegio Principal y director
de la banda de esa ciudad. Por razones políticas (estaba vinculado al partido
Liberal), se exilia en la isla de Trinidad, a la vez que realiza una gira de
conciertos por Las Antillas» (Plaza, 158). Al regresar a Venezuela ingresa a la
Orquesta de la ópera de Caracas (1864), donde ejecuta el violín y el
violonchelo, alternativamente (ídem). Fue también director de la «... Orquesta
de la capilla de la catedral de Caracas» (Acosta, 7) en 1865, y este mismo año
regresa a Ciudad Bolívar para ocupar los cargos que desempeñaba en 1863, entre
los que destaca su labor docente, dando clases de piano entre otros a Dolores y
Clarisa Montes (Revista perfil). «El 27 de septiembre de 1865, se le nombra
catedrático de la clase de música del Colegio del Estado Soberano de Guayana»
(Ruiz, 9), y el 25 de junio del año siguiente, «Director de la Banda Piar»
(ídem). Durante el mes de marzo de 1867, monseñor Arroyo, obispo de Guayana, le
da el nombramiento oficial de «... maestro de capilla de la catedral de dicha
diócesis» (ídem). El 7 de diciembre de 1875, cuando se reorganiza la Banda
Piar, es ratificado en su cargo. El 28 de junio de este año es nombrado
Catedrático de Música del Colegio Nacional de Ciudad Bolívar (ídem). Fue
también designado el año 1877 Persona Honoraria de la Academia de Bellas Artes
de Caracas (Acosta, 7) y al año siguiente Miembro Correspondiente del Instituto
Nacional de Bellas Artes (Ruiz, 9).
A partir de 1880 se
establece en Caracas (Milanca, 70-73) e inicia el estudio y ejecución de obras
de Reissiger, Reineeke, Tersehaky arreglos de fantasías y popurríes de óperas,
realizados por los hermanos Billema y los Metra, con el flautista Manuel E.
Guadalajara; los violinistas Antonio Mosquera, Pedro Ramos y Paolo Prampolini;
los pianistas Fernando Rachelle, Julio Hobené y los violonchelistas: Carlos
Werner y Enrique Cazoratti (Caleaño, 325).
En 1882, es director
encargado de la Banda Marcial Caracas (Magliano, 121), institución de la que es
director titular desde el 11 de enero de 1885, hasta 1892 y luego desde 1898
hasta su muerte (Ruiz, 10). El año 1883 se desempeñó como miembro ad honórem de
la Junta Directiva para la Celebración del Centenario del Nacimiento de Simón
Bolívar, junto al compositor Manuel F. Azpúrua (Milanca, 70-73). Fue
Catedrático de Solfeo y Teoría Musical de la escuela Politécnica de Venezuela,
desde el 16 de agosto de 1884 (Ruiz, 9) y profesor de la cátedra de
Instrumentos de cobre de La Academia de Bellas Artes, desde el 16 de septiembre
de 1887, hasta el 3 de marzo de 1888 (Libro de Actas de Instituto Nacional de
Bellas Artes, agosto de 1881 a noviembre de 1901). También ocupó el cargo de
director de la banda de Villa de Cura durante la presidencia de Ignacio Andrade
(Ruiz, 10).
Destaca su delicado
manejo del contrapunto y la armonía, sus melodías son bastante elaboradas.
Abordó el género religioso y profano. Es el compositor del s. XIX del que se
conocen hoy más composiciones.
6. 6. Partituras en Biblioteca Nacional de Venezuela
Amor fraternal: vals de
salón / Federico Villena.
Andante caprichoso No.
18 / Federico Villena .
Andante Religioso No. 6
/ Federico Villena.
Un ángel: melodía para
violín con acompañamiento de piano / Federico Villena.
Ave María / Federico
Villena.
Ave María / Federico
Villena.
Ave María: Op. 54 /
Federico Villena.
Ave María / Federico
Villena.
Ave Maris Stella /
Federico Villena.
Canto Laudatorio /
Federico Villena.
El civismo: vals /
Federico Villena.
Contestación: vals /
Federico Villena.
Dúo Contratiempo
[grabación] / [producción], Oswaldo Lares ; [narración], Luis Sánchez Ibarra.
Por Contratiempo (Dúo
musical) | Lares, Oswaldo | Sánchez Ibarra, Luis.
Las dos deshonras: drama
lírico / Federico Villena.
Esperanza: vals /
Federico Villena.
Federico Villena: obra
para piano a dos manos
Federico Villena y sus
obras musicales / Félix Eugenio Acosta.
Fouyours: vals /
Federico Villena.
Gran misa en Mi bemol
[grabación] / Federico Villena.
Himno a la Caridad: en
honor de San Vicente de Paul / Música de Federico S. Villena.
Himno a la caridad en
honor de San Vicente de Paúl / Federico Villena.
Himno a la Paz /
Federico Villena.
Himno a Miranda /
Federico Villena; letra de Alejandro Romance.
Invitatorio y responso
/ Federico Villena.
La música del siglo XIX
[grabación] / Felipe Larrazábal... [et. al.].
Marcha fúnebre /
Federico Villena.
Marcha fúnebre No. 4 /
Federico Villena.
Marcha Fúnebre No. 6;
Marchas Religiosas No. 9 y 10 ; Andante Religioso No. 3, 5 y 7 / Federico
Villena.
Marcha triunfal /
Federico Villena.
Minueto No. 2 /
Federico Villena.
Minueto No. 4 /
Federico Villena.
Minueto No. 8 /
Federico Villena.
Misa de Requiem: op. 22
/ Federico Villena.
Misa en Mi bemol /
Federico Villena.
Misa en Mi bemol mayor
: para solistas, coro mixto y orquesta / Federico Villena.
Danza-Vals / Por F. S.
Villena.
El Nazareno: marcha
fúnebre / Federico Villena.
Paso doble... /
Federico Villena.
El pedante: vals ; La
juventud : danza / por Federico Villena.
Plegaria a la Virgen /
Federico Villena.
Populemeus: Op. 8 /
Federico Villena.
El progresista: paso
doble / Federico Villena.
Que nombre! / Federico
S. Villena.
Quinteto en mi bemol,
op. 76. Federico S. Villena
Regalo lírico:
colección de piezas de baile, para piano / por Federico S. Villena.
Regalo lírico:
colección de piezas de baile para piano/ Federico Villena.
Regalo lírico por
Federico S. Villena. [partitura] : colección de piezas de baile, para piano /
Regalo lírico [partitur
: colección de piezas de baile, para piano / por Federico S. Villena.
San Aroa: vals /
Federico Villena.
Scherzo No. 1 /
Federico Villena.
Scherzo No. 2 Op. 102 /
Federico Villena.
Scherzo No. 4 /
Federico Villena.
Siete palabras /
Federico Villena.
Souvenirs: vals /
Federico Villena.
Vals / Federico
Villena.
Vals imposible /
Federico Villena.
Vals recuerdos /
Federico Villena.
Venezuela: danza
militar / Federico Villena.
XX Festival voz liceísta [material gráfico] / diseño, Luis Trujillo.
7. 7. Derechos de Autor
Esta obra se reserva el derecho de autor prescrito en la página http://sapi.gob.ve/?page_id=116 Este derecho nace con el acto de creación y no por el registro de la obra. Es el derecho que posee el autor sobre sus creaciones sean estas obras literarias, musicales, teatrales, artísticas, científicas o audiovisuales. Se considera Autor a la persona natural (persona física) que crea alguna obra literaria, artística o científica. Se agradece a todos los lectores ceñirse a esta disposición.
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