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Contenido |
1 |
Introducción |
2 |
Centenario
del nacimiento de Lucas Guillermo Castillo Lara |
3 |
Derechos
de Autor |
1. Introducción:
Para
Memorias de Aragua es un placer presentar esta recopilación sobre la
trayectoria del Dr. Lucas Guillermo Castillo Lara, destacado historiador,
escritor, funcionario público y ciudadano ejemplar.
A
estos fines hemos escogido un relato sobre su historia de vida publicada en el
Diario El Nacional con motivo del centenario de su nacimiento.
Debemos
confesar que admiramos el trabajo de Lucas Guillermo Castillo Lara, no solo por
la cantidad presentadas, sino por la profundidad de sus escritos, esto debido a
la investigación realizada, a las horas de dedicación en bibliotecas, a las
consultas realizadas en tantos textos.
Por
otra parte es nuestro deber promover el conocimiento de personajes de Aragua que
consideramos honorables y que han puesto en alto nuestro gentilicio.
NESTOR
GERMAN RODRIGUEZ
2. Centenario del nacimiento de Lucas Guillermo Castillo Lara
www,elnacional
El
23 de junio de 2021 se conmemora el centenario del nacimiento del doctor Lucas
Guillermo Castillo Lara, insigne historiador que dedicó especial atención a la
historia regional y local de diversas regiones de Venezuela. Nació el 23 de
junio de 1921 en San Casimiro, cerca de Güiripa, al sur del estado Aragua, una
población próxima a los límites con el estado Miranda. Gran parte de su vida
transcurrió en Miranda y en sus investigaciones abordó la historia mirandina
con entusiasmo y devoción. Por todas esas vivencias y afectos se le puede
considerar un escritor a la vez aragüeño y mirandino. Recordar su obra y su
legado han de ser el mejor homenaje en este su año centenario.
Fueron
sus padres Rosalio de los Reyes Castillo Hernández (Cobalongo, Güiripa, 6 de
enero de 1878 – † Caracas, 16 de abril de 1949) y Guillermina Lara Peña (* San
Sebastián de los Reyes, 18 de abril de 1894 – † Caracas, 29 de mayo de 1975).
El doctor Castillo Lara vivió su infancia y adolescencia en Güiripa. Allí
aprendió el amor por el pasado gracias a las costumbres y saberes locales, a
las tradiciones e historias familiares.
Su
madre, en la casa de Güiripa, le enseñó las primeras letras y luego se educó en
el colegio San Francisco de Sales de Caracas, en el colegio Don Bosco de
Valencia y, posteriormente, en el afamado Liceo San José de Los Teques, donde
culminó su bachillerato en 1938. Luego ingresó a la Universidad Central de
Venezuela para cursar estudios de Derecho. Allí obtuvo los títulos de abogado y
de doctor en Ciencias Políticas y Sociales, con una tesis sobre el régimen de
las sociedades mercantiles en Venezuela.
El
doctor Castillo Lara dedicó gran parte de su carrera profesional a la actividad
notarial y de registro. De hecho fue Inspector Nacional de Registros Públicos y
Tribunales entre 1947 y 1952, Notario Público de Caracas entre 1952 y 1953 y
Registrador Mercantil del Distrito Federal y Estado Miranda desde 1953 hasta su
jubilación en 1972. Ese cuarto de siglo de actuación en registros y notarías
constituyó su mayor escuela de historiador y le proporcionó una extraordinaria
experiencia, un vasto conocimiento de los archivos y los procedimientos
notariales que luego le serían de gran utilidad en sus investigaciones. A ello
se sumarían su estilo literario y el vasto conocimiento de la geografía
venezolana, que amaba de manera entrañable y que recorrió a lo largo de su
vida, en parte tras los archivos y sus historias.
El
doctor Castillo Lara casó con Lilliam Brandt Coupart (†), su novia desde los
días tequenses. Tuvieron tres hijos Guillermina (Minucha) Castillo Brandt,
casada con Luis José Joly; Rosalio Julio (Rolito) Castillo Brandt (†), casado
con Ana Elena Marcano Mata y Lilliam Isabel Castillo Brandt (†), casada con
Gonzalo Silva Prince (†). Sus nietos son Carlos Enrique, Alicia, Lilliam y
Daniela Joly Castillo; Ana Isabel, Lucas Alejandro, Julio y Rafael Guillermo
Castillo Marcano; María Virginia, María Elisa y Gonzalo Silva Castillo.
En
1942, a los 21 años, con su biografía sobre Fermín Toro ganó el premio Andrés
Bello de la Academia Venezolana de la Lengua. Participó también en el concurso
convocado por la misma institución en 1944 para honrar la memoria de Arístides
Rojas, estudio biográfico que permanece inédito.
El
doctor Castillo Lara se distinguió como uno de los precursores de la historia
regional en Venezuela. Debe entenderse su trabajo como una verdadera
reconstrucción de la historia local y regional y no como una mera enunciación
de la importancia teórica o de los basamentos metodológicos sobre cómo abordar
el devenir de regiones y pequeños pueblos o localidades; dicho de otra manera,
la historia pequeña y de personas sencillas, a las que se aproxima con tanta
rigurosidad el enfoque de la microhistoria. Castillo Lara historió dos grandes
regiones: la región centro-norte y los Andes tachirenses.
De
la región centro-norte hizo estudios sobre la zona norte, el alto Llano y los
llanos centrales. Sobre el estado Miranda, destacan sus libros Una tierra
llamada Guaicaipuro dedicada a Los Altos y el entonces distrito Guaicaipuro
(Los Teques, Carrizal, San Pedro de Los Altos, San Antonio de Los Altos, San
Diego de Los Altos, Paracotos y Tácata); la historia de Guarenas; sus libros
fundamentales para la historia de Barlovento Apuntes para la historia colonial
de Barlovento y La aventura fundacional de los isleños. Panaquire y Juan
Francisco de León; además de un volumen dedicado a Curiepe y un trabajo sobre
Ocumare del Tuy. Sobre Aragua escribió San Casimiro de Güiripa. Crónicas de la
tierra y de la sangre, una aproximación a la historia de su pueblo natal; los
magníficos tomos referidos a San Sebastián de Los Reyes; su gran obra
Materiales para la historia provincial de Aragua, que presentó como trabajo de
incorporación a la Academia Nacional de la Historia; su libro Maracay colonial;
varios trabajos sobre La Victoria y Villa de Cura; sobre Camatagua, Carmen de
Cura y Barbacoas de los Llanos y los dos tomos sobre los pueblos del norte de
Aragua, en la costa, con el sugerente y poético título de Nortemar aragüeño.
Las querencias de azul y oro, su obra postrera, sin olvidar un pequeño trabajo
anterior dedicado a Choroní. Sobre el Llano escribió, entre otros libros y
artículos, Villa de todos los Santos de Calabozo. El derecho de existir bajo el
sol y la historia de Guardatinajas. Además están sus trabajos sobre obra del
gobernador Ruiz Fernández de Fuenmayor y el general Antonio Valero de Bernabé.
La
otra región a la que consagró amplios estudios fue el Táchira. Destacan sus
libros La Grita, una ciudad que grita su silencio. Historia del Espíritu Santo
de La Grita; Raíces pobladoras del Táchira: Táriba, Guásimos (Palmira),
Capacho; Elementos historiales del San Cristóbal Colonial. El proceso
formativo; San Cristóbal siglo XVII. Tiempo de aleudar y San Juan Bautista de
Ureña y Santa Bárbara de la Mulata, así como los trabajos sobre la obra de José
Amando Pérez y monseñor Manuel Jáuregui Moreno.
Otra
vertiente importante de la obra del doctor Castillo Lara la constituye la historia
eclesiástica. Destacan, entre otros trabajos, sus libros sobre Los mercedarios
y la vida política y social de Caracas en los siglos XVII y XVIII; El
centenario de la diócesis del Zulia a través del Archivo Secreto Vaticano en el
que también aborda la historia de la diócesis de Calabozo; su trabajo sobre los
cien años de la llegada de los salesianos a Venezuela y los estudios
biográficos sobre su tío paterno monseñor Lucas Guillermo Castillo Hernández,
primer obispo de Coro, décimo arzobispo de Caracas y primado de Venezuela, y
monseñor Francisco José Iturriza Guillén, segundo obispo de Coro. Dejó asimismo
dos monumentos para la historia eclesiástica de Venezuela, como son Personajes
y sucesos venezolanos en el Archivo Secreto Vaticano (Siglo XX) en dos tomos y
Apuntes para una historia documental de la Iglesia venezolana en el Archivo
Secreto Venezolano (1900-1922, Castro y Gómez) en cuatro volúmenes.
Por
si fuera poco, el doctor Castillo Lara también cultivó el género biográfico:
Bolívar, pasión de libertad; José Laurencio Silva, viaje alrededor de una
lealtad, “Francisco Michelena y Rojas. El peregrinar apasionado de un
venezolano en el Siglo XIX”; Los olvidados héroes de Aragua; San Sebastián de
los Reyes y sus Ilustres Próceres; La Monja Alférez. (La asombrosa historia de
doña Catalina de Erauso, la monja alférez, y sus prodigiosas aventuras en
Indias (1602-1624); “El General Ramón Guerra, un ilustre sancasimireño”;
“Coronel Juan Félix Ovalles. Un ilustre prócer sanjuanero”; “Capitán Domingo
López Matute: Aventuras de un llanero guariqueño de la independencia en las
luchas civiles argentinas”; y las semblanzas de sus colegas académicos Héctor
Parra Márquez y Cristóbal L. Mendoza,
además de su ya citado trabajo sobre el padre José Amando Pérez. Es de recordar
también la historia del Panteón Nacional, con la que ganó un premio en el año
1976, y un trabajo sobre la Batalla de Carabobo, premiado con motivo del
sesquicentenario de dicha batalla en 1971, además de varios estudios sobre
Coro, Mérida, Maracaibo y Puerto Cabello.
Se
desempeñó como miembro activo de la Sociedad Bolivariana de Venezuela, a cuya
directiva perteneció, y presidió también la Asociación de Amigos del Arte
Colonial. Fue individuo de número de la Academia Nacional de la Historia, en el
sillón letra D, al cual se incorporó en junio de 1977 para suceder al Dr. José
Carrillo Moreno. Además ejerció el cargo de cronista de su natal San Casimiro.
Fue miembro del Consejo Supremo Electoral y vicepresidente del organismo, así
como embajador de Venezuela ante la Santa Sede entre 1993 y 1995. Escribió
varios libros de ensayos, como Los hombres y sus muros y Cuando los pasos
afincaron su rumor y el poemario Del agua mínima. En muchos de sus libros hay
un tratamiento lírico de la geografía y las costumbres que merecen una
selección y ser publicados como poesía de los paisajes y las vivencias
venezolanas.
Aficionado
y conocedor de los archivos en los que se movía como pez en el agua, hizo
investigaciones en el Archivo General de la Nación, en el Archivo
Arquidiocesano de Caracas, en diversos archivos regionales y eclesiásticos de
Venezuela; en el Archivo Nacional de Colombia, en Bogotá, y en el Archivo
General de Indias, en Sevilla (España).
Entre
los muchos méritos intelectuales del Dr. Castillo Lara debe destacarse su
extraordinaria facilidad oratoria. Pronunció en diversas ocasiones y lugares
del país discursos de orden, muchos de los cuales fueron las versiones
iniciales de algunos de sus trabajos más representativos. Entre sus piezas
oratorias no podemos olvidar el hermoso discurso pronunciado con motivo del
bicentenario del Libertador en la Casa Natal de Bolívar el 24 de julio de 1983,
titulado Cuando el sol se hizo niño, y el discurso de incorporación a la
Academia Nacional de la Historia que acompañó su denso trabajo sobre la
historia provincial de Aragua. Ese discurso contiene sus propias reflexiones
sobre la importancia de la historia regional. Leídas esas palabras más de
cuatro décadas después de haber sido pronunciadas en el paraninfo del Palacio
de las Academias, aún iluminan el sentido trascendente de la historia regional,
tanto desde el punto de vista epistemológico como del sentimental, que no debe
olvidarse al hablarse de la historia considerada sencilla. Es más fácil amar lo
que se conoce y, así mismo, resulta de vital importancia conocer los propios
orígenes para evitar actitudes de desarraigo y alienación.
El
Dr. Castillo Lara fue un hombre muy generoso y apegado a sus creencias
cristianas. No más saber que alguien necesitaba un apoyo o cercanía, se
manifestaba de inmediato. De hecho presidió durante largos años la Fundación
Pedro Russo Ferrer, dedicada a fines benéficos y que lo ataba a sus querencias
de Los Teques y el estado Miranda. En el plano intelectual no era menor su
generosidad y amplitud. De su casa los visitantes salían con un libro, la
fotocopia de un documento, una referencia bibliográfica o, al menos, una
orientación heurística y metodológica. Como una nota pintoresca y hasta mágica,
su casa en la avenida principal de La Castellana en Caracas se abría de par en
par y de manera continua hacia los referentes familiares de Güiripa, San
Casimiro y San Sebastián de los Reyes; Los Teques, Los Altos y Puerto Cabello,
lar nativo de su esposa. Al visitarlo se recorrían esas calles del alto Llano y
las montañas, las vistas porteñas, los remotos paisajes andinos, además de
constituir obligada costumbre escuchar y comentar los textos que iba
escribiendo.
Al
doctor Castillo Lara se le considera como uno de los principales historiadores
de la época colonial de Venezuela. Con frecuencia solía referirse a las
dificultades que entraña la superación de los conocimientos de manual. Estos
parecen arraigarse con tanta fuerza que impiden la divulgación y aceptación de
los nuevos conocimientos derivados de investigaciones y análisis. Su obra es
una invitación a profundizar la historia de Venezuela y la historia de pueblos
olvidados que, vistos con la sola y anacrónica visión del presente, se correría
el riesgo de considerar que carecen de pasado y que no son importantes ni
valiosos. La tarde antes de morir aún corregía, con la ayuda de un aparato de
oxígeno, las galeradas de su libro Nortemar aragüeño. A los 81 años, Lucas
Guillermo Castillo Lara entregó su alma a Dios en la madrugada del 15 de diciembre
de 2002, en momentos difíciles para el país que tanto había amado y cuya
historia lo apasionó y ayudó a conocerla y divulgarla mejor.
Ojalá que el olvido, tan arraigado lamentablemente en la conciencia venezolana, no se extienda sobre la contribución historiográfica del doctor Lucas Guillermo Castillo Lara y que los próximos cien años sirvan para divulgar aún más su obra y valorar sus aportes.
3.
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